La novedad de una revista de cine, además rosarina, es una noticia a destacar. El número 1 de Revista Estación Cine rubrica un nuevo paso en la tarea mancomunada entre el sello CG Editorial de Sergio Gioacchini y la colección Estación Cine que dirige Sergio Luis Fuster: 30 ediciones a la fecha y todavía contando. Ahora toca el turno al formato revista, de carácter digital y con una periodicidad de carácter semestral: para leer en la pantalla virtual pero con las características de una edición impresa. Señala Fuster en su comentario editorial: “Y, finalmente, llegamos con mucho esfuerzo y muchísima alegría, y acompañados de la gran tarea de Marcelo Vieguer, a la concreción de la Revista Estación Cine, intentando con ella cumplir otro sueño cinéfilo cargado de conocimientos y emociones”.

Con dirección de Fuster y Vieguer, Revista Estación Cine integra contenidos variados, vinculados con el cine, su presente y su historia. Y la bienvenida al lector no puede ser mejor, habida cuenta de su primera nota, firmada por el insigne Gustavo Cabrera y dedicada, con igual atención y admiración, a Dersu Uzala de Akira Kurosawa, ¡Viva Zapata! de Elia Kazan, y El enigma de Kaspar Hauser de Werner Herzog. En sus primeras líneas, Cabrera escribe: “El Cine es, fundamentalmente: imagen, contemplación y genuina emoción”.

La nota central (y foto de tapa) está dedicada a Gustavo Postiglione, en una extensa entrevista que le realiza Vieguer, donde el cineasta recorre una por una sus películas, sus referentes y las circunstancias de cada producción, su manera de pensar el cine y el modo desde el cual incide el contexto. En este sentido, destaca Simulacro, su producción más reciente, entre varias cuestiones por ser tal vez inédita en tanto logro de un cine “en vivo”; al respecto, dice Postiglione: “Lo estimulante de esta experiencia es que me permitió crear la película en el momento mismo que se estaba viendo, porque al elegir los valores de plano estaba editando, como al sacar o hacer ingresar a un actor en cuadro hacía marcaciones que eran invisibles al espectador pero que modificaban segundo a segundo la película”, y más adelante agrega: “es un hito que al haberse hecho en Rosario no alcanza la dimensión que hubiera tenido si lo hubiera realizado un director porteño que, a su vez, tenga cierta bendición mediática especializada. Pero son las reglas del juego y siempre lo supe. Creo, de todas maneras, que el tiempo pondrá las cosas en su lugar”.

La otra entrevista extensa (y está bien que sea así: diálogos prolongados, en donde el entrevistado se explaye), también de Vieguer es con Fernando Regueira, guionista de títulos como Samurai; Piazzolla, los años del tiburón; y Devoto, la invasión silenciosa. A partir de nociones compartidas y discutidas sobre lo que un guion es o debiera ser, Regueira despunta también su amor y saber sobre la música, puntualmente la ópera. Los nexos entre ésta y el cine, tanto desde un carácter histórico como narrativo, son abordados junto a apreciaciones sobre David Mamet, Paul Schrader, Orson Welles y Francis Ford Coppola, entre otros. La inclusión de un cuento suyo –“Aristrocracia”– da un complemento justo.

El cine argentino clásico es trabajado a partir de las figuras emblemáticas de Carlos Hugo Christensen y Luis Saslavsky. Por su parte, Melina Cherro se ocupa de La trampa (1949) y Si muero antes de despertar (1952), dos films magistrales de Christensen, sendas versiones de obras literarias de Anthony Gilbert y William Irish. El melodrama y los laberintos conducen el texto de Cherro, mientras perfila un análisis apasionante; así como el de Alberto Tricarico, dedicado a Historia de una noche (1941) del rosarino Saslavsky, quien verdaderamente se codeó con las estrellas de Hollywood y allí trabajó. Se trata de una película inmensa, que el autor recorre con atención mayúscula y deja entender por qué se trata de una obra maestra, en donde los personajes viven y sufren y aman y actúan aun en contra de su voluntad: hay un equilibrio al que responden, lo sepan o no. En otro orden, destaca sobremanera el recorrido pormenorizado con el cual Fernando Varea recala en las películas y nombres del cine del “interior” durante los años ’90. Es una nota apasionante, y a ello se suma –también con los textos anteriores– la posibilidad de acceso online a la práctica totalidad de los títulos que menciona Varea, lo que corrobora –por las dudas se apunta– la necesidad y circulación de los estudios sobre cine.

Hay dos trabajos que abordan cuestiones de interés y a discutir; uno de ellos lo escribe Diego Ezequiel Ávalos y está dedicado al trabajo del actor desde el pensamiento de Simone Weil; el otro es de Martín Basterretche y se detiene en el punto de vista en la narración cinematográfica. Hay también apuntes y análisis sobre el concepto de la “fiesta” en la trilogía El Padrino, de Coppola (Brissa del Valle Raggio), el Neo-Noir (Soledad Colina), Midsommar/El mago de Oz (Dana Sopranzetti), los conceptos de cuerpo y territorio en Dogville (Candelaria Rivero), y una aproximación a Sound of Metal (Ana Clara Miranda).

La publicación cierra con un riguroso análisis de Vieguer sobre los siete westerns rodados por Budd Boetticher con el actor Randolph Scott, entre 1956 y 1960. Allí reconoce, tanto como el escenario iconográfico del género, las formas distintivas a través de las cuales Boetticher situó a su héroe y su oponente, en virtud del vértice supuesto –aquí el hallazgo de Vieguer– por un “personaje problemático”. Una configuración triangular que se reitera y permite entender por qué Boetticher era un autor.

Revista Estación Cine puede leerse gratis y online a través del siguiente enlace: https://issuu.com/marcelovieg/docs/estaci_n_cine_1