Recuerdo que mi infancia con sus precarios o hasta nulos conocimientos de astronomía mi abuela hablaba del alunamiento cuando percibía malos presagios en el ambiente. Extrapolando el recuerdo infantil con el presente percibo que Rosario esta noche bajo un cielo iluminado a pleno por una luna digna de un poema de García Lorca exhibe todas sus miserias, sus llagas persistentes, sus cicatrices de un infame tiempo de terrores.

En efecto, la exclusión social emerge en cada esquina con contundente violencia.

La obscena ostentación en edificios, vehículos y vestimentas contrasta con indigencia inocultable y hasta me permito afirmar planificada.

No vivimos en una ciudad con luna llena que ilumina sino en una tenebrosa sembrada de tinieblas por las muertes cotidianas.

La violencia social imperante no es solo un epifenómeno del empobrecimiento tiene su origen en décadas de expoliación y explotación a las clases subalternas.

No hay maquillaje gubernamental ni discursos que puedan ocultar lo evidente.

Quienes tengan dudas apártense de las pantallas salgan a las calles y observen la cruda realidad.

Es el perverso sistema capitalista de desigualdades y justicias por doquier.

Carlos A. Solero