Desde Barcelona

UNO Hace tanto y tan poco tiempo (en ese año fantasmal que fue y sigue siendo el 2020, vonnegutiano timequake cuando todo se detuvo para que todo siga siguiendo como sigue ahora, más perseguidor que seguidor), Rodríguez leyó largo profile sobre Charlie Kaufmann en The New York Times con el título de "Este profile de Charlie Kaufman ha cambiado" y poniendo en evidencia el admirado pasmo del entrevistador, Jon Mooallem, ante la naturaleza sólidamente líquida o líquidamente sólida del entrevistado. Aquel a quien seguía y perseguía en los crepusculares albores --de ponernos infinitamente bromistas-- del Año de la Improvisación Previsible. Y quien le decía cosas como"Todo lo que hacemos en la vida es improvisación. Ahora mismo estamos improvisando. A menudo tenemos libretos por los que guiarnos. Pero en cualquier momento podemos dejar de lado ese libreto para descubrir algo nuevo. Todos podemos hacer eso en la vida real".

Y Rodríguez leyó eso que dijo Kaufman y se dijo: "Yo también pienso así".

DOS Y así piensa Charlie Kaufman, sí. El director y escritor de las (de)mentes películas I'm Thinking of Ending Things y Anomalisa y Sinécdoque, New York. El muy galardonado guionista de Cómo ser John Malkovich, Adaptación, Confesiones de una mente peligrosa y de Eternal Sunshine of the Spotless Mind (por la que ganó Oscar). El colega y cómplice y todo de Spike Jonze y de Michel Gondry. El fan de David Lynch y Philip K. Dick y de Franz Kafka y de Patricia Highsmith y de Samuel Beckett y de Shirley Jackson. El adorado por la crítica pero (a diferencia de lo que ocurre con el cine de los Anderson Paul Thomas y Wes o de los hermanos Coen) no tan bien comprendido por el público hip-cool.

Y el motivo para el profile de Kaufman era la publicación de la primera novela de Kaufman: Antkind (doblada al español como Mundo hormiga en admirable traducción y diseño local de la editorial sevillana Barrett). Escrita y dirigida bajo el solo y obligatorio mandato de resultar imposible de llevar al cine.

Misión cumplida, Charlie.

TRES En Mundo hormiga Kaufmanse apunta al equipo de Kurt Vonnegut & Thomas Pynchon & David Foster Wallace (con una pizca del neuro-delirio de Jerry Seinfeld & Larry David & Louis C. K.). Y no abandonen toda esperanza quien aquí se adentren; pero sí sepan (ya deberían saberlo) que lo que les espera es nada más una exhaustiva visita guiada en Modo Kaufman al Mondo Kaufmanlandia: sitio dentro de la cabeza de este creador que obliga a sus lectores, desde la primera de casi mil páginas, a pensar a su imagen y semejanza. Lo que resultará verdadero festín para fans o indigesta comilona para espectadores más acostumbrados a las emociones fuertes del efecto especial que a los sentimientos profundos del especial afecto.

Así, en Mundo hormiga todas y cada una de las constantes del Mondo Kaufman elevadas a la millonésima potencia de la mano e ideas de un hipócrita y frustrado y fatuo crítico de cine en su quinta década de vida (B. Rosenberg Rosenberg) quien, por casualidad, tropieza con lo que considera el más grande logro artístico en toda la historia del séptimo arte. Un film de animación stop motion (marca de la Casa Kaufman) de tres meses de duración, tratando del origen del universo y de una futura guerra civil, filmado a lo largo de décadas y en su apartamento por un afroamericano ermitaño y psicótico centenario (Ingo Cutbirth). Film que, piensa B., será su pasaporte a lo más alto del parnaso de su oficio junto a Pauline Kael (pero, también, más cerca de Max Brod) y más que digno merecedor del "Nobel de la Crítica y del Pulitzer a la Percepción Interior" o algo así. Pero la broma es que esta película infinita se quema en un accidente cuando B. se la lleva desde Florida a Manhattan luego de la muerte de Ingo. Y lo único que sobrevive a las llamas es un fotograma así como la espasmódica memoria de B. quien fue la única persona expuesta al milagro durante cuarto de año. Con ese fragmento de celuloide y su recuerdo, B. intentará (re)construir aparato teórico/crítico que, enseguida, disparará la trama de la novela en todas las direcciones posibles: muertas estrellas de sitcom, el uso y abuso de un pronombre inclusivo, obsesión con la filmografía de Judd Apatow, psiquiatras e hipnotizadores (el formidable y siniestro Barassini responsable de que el sentido de la realidad de B. sea más y más irreal), un doble/impostor exitoso, adicción a la ketamina y a los payasos, reducciones corporales y cirugías plásticas surtidas, fake news, burlas al neo-feminismo, la historia criminal secreta de Abbott & Costello, zapaterías y lavanderías y cadenas de fast food, el monstruo de la Costa de San Agustín, humillación sexual, 40.000 clones-animatronics de un tal "Donald Trunk", cine-trivia errada, viajes espacio-temporales físicos y mentales, virus expandido por hormiga inteligente habitando futuro distante y, ah, sí: el más que profundo desprecio de B. por un tal Charlie Kaufman como "patético narcisista a la altura de Adolf Hitler". En resumen y lo mismo que sucede con todas y cada una de las películas de/por nuestro hombre: Mundo hormiga es un artefacto muy divertido (y desconcertante y apabullante y por momentos intimidante) cuyo tema es La Tristeza con el más épico y triunfal de los perdedores como "héroe".

Y, sí, digámoslo: Mundo hormiga sería gran y muy larga película. Pero, se entiende, larga y gran película de Charlie Kaufman quien, también, sépanlo, alguna vez se hizo cargo de la reescritura (no acreditada) del guion de Kung Fu Panda 2 porque hay que improvisar como y lo que sea para poder seguir viviendo, filmando, escribiendo.

CUATRO Así, de ahí, en Mundo hormiga, la fría improvisación calurosamente calculada. Y en ese profile de 2020 en The New York Times, el periodista le explica a Kaufman que desde la redacción del periódico le exigieron reescritura y correcciones a una primera versión entregada. Le critican que Kaufman sonaba como un tipo tan raro e incierto pasando en cuestión de segundos de la carcajada al ataque de pánico (los profiles en prensa de Charlie Kaufman, recordar el de 2016 en New York Magazine, solían tener títulos inequívocamente charliekaufmanizados como "Charlie Kaufman está teniendo una muy deprimente crisis existencial: 'Me pregunto si no es cool ni sexy tener negocios conmigo'"). Además, la pandemia saltaba fronteras, los tiempos habían cambiado, nadie sabía muy bien lo que iba a pasar. Pero lo que había pasado y sigue pasando, proyectándose en trabajos y casas y calles, era que el hormigueante mundo entero (aún no ha comenzado la Tercera Guerra Mundial pero tampoco reina, impasible, la paz interior; sobre todo dentro del cada vez menos diestro Partido Popular para alegría de la cada vez más entera y populosa y arácnida y chupasangre ultraderecha) se parecía y se parece cada vez más a un película de novela de Charlie Kaufman o a una novela de Charlie Kaufman que jamás será una película.

O sí.

 

Improvisemos piensa y planea, en caída libre, un cada vez más aprisionado Rodríguez en este largo e (in)feliz año nuevo y viejo y mismo.