La deuda externa tomada durante el gobierno encabezado por Mauricio Macri, en particular con el FMI, implica menos recursos del Estado para políticas públicas y menos dólares disponibles para la producción, con consecuencias negativas en el crecimiento y el empleo. La presión devaluatoria que genera la escasez de dólares es una de las formas más efectivas para disminuir el poder adquisitivo de la mayoría de la sociedad e incrementar la rentabilidad de los exportadores. Constituye un vector que profundiza el rasgo bimonetario de la economía que, en esencia, es una tendencia dolarizadora.

Esta etapa del proceso de endeudamiento creó mejores condiciones para insertar al dólar como dinero de curso legal en Argentina. Larry Kudlow, director del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca, realizó declaraciones explícitas al respecto en septiembre de 2018. La constitución de la alianza social representada por el Frente de Todos y su triunfo en las elecciones presidenciales de 2019 evitaron que se profundizara el modelo del período 2016-2019, que es, en última instancia, de dolarización plena.

Deuda y dolarización

La evolución del modelo económico de Cambiemos podría haber derivado en una dolarización plena, restringiendo las políticas monetarias y fiscales y profundizando la dependencia de los grandes capitales norteamericanos y las políticas de Estados Unidos, urgido más que nunca por la tendencia declinante de su hegemonía mundial.

En el trabajo de Noemí Brenta “Historia de las relaciones entre Argentina y el FMI” (2013), se analizan diversos intentos del organismo de “dolarización plena en la Argentina”. Las condiciones para esto se crearon con el endeudamiento de 1976 y su posibilidad se mantuvo latente desde 1989. Con el trauma de la hiperinflación y el peso muy devaluado, pudo implementarse la convertibilidad que detuvo la inflación con enorme consenso social, previamente privatizando empresas públicas, como parte de las imposiciones y para acumular reservas que sustentaran la conversión.

En la etapa final del modelo, el FMI condicionaba su apoyo a la implementación de la dolarización. La autora señala los “vaivenes del FMI sobre la dolarización plena”. Un momento de insistencia fue con “el avance de las negociaciones del ALCA”, que era la anexión a la zona del dólar. En 2001, el plan era desdolarizar para luego devaluar y finalmente dolarizar en sentido estricto con un tipo de cambio más elevado.

No fue éste el plan que se implementó en aquel momento sino el de la devaluación, beneficiando al otro actor relevante del bloque dominante: los grupos oligopólicos transnacionalizados de origen local, responsables de la otra cara de la moneda de la deuda: la fuga de capitales, que refuerza la tendencia dolarizadora.

Ilusión desarrollista

En la segunda etapa del gobierno de Alfonsín, pensada por Juan Sourrouille, ministro de Economía de aquel momento, la solución para obtener divisas y así pagar la deuda consistía en fomentar las exportaciones mediante subsidios y flexibilizaciones impositivas a exportadores. La ilusión desarrollista culminó en una pesadilla de deuda e hiperinflación. Los grupos locales, a los que la dictadura les había estatizado sus deudas externas, respondieron con el bolsillo.

Sin embargo, el camino del posibilismo ante los grandes riesgos y adversidades continuó siendo dominante y explica buena parte del “que se vayan todos” de 2001. Nadie puede desconocer la necesidad de las exportaciones para establecer economías a escala y obtener divisas. Tampoco el fracaso del concepto de desarrollo dependiente esgrimido por Fernando Enrique Cardoso. No obstante, el intento de la solución unilateral exportadora ha estado en el menú desde el Plan Pinedo de 1940.

Dilema nacional

Una vez concluido, un acuerdo siempre es el mejor que pudo conseguir quien negoció. Sin embargo, la principal política del Fondo no cambia: deuda para pagar deuda y condicionamientos crecientes.

Con diferencias en el diagnóstico y las perspectivas, en el Frente de Todos se acuerda en que “no hay nada para festejar” respecto a los marcos del entendimiento con el FMI expuestos hasta el momento. En cuanto a sus consecuencias, el acuerdo que se perfila no puede analizarse en forma aislada. No alcanza analizar de manera abstracta posibles magnitudes de variables si se omiten intereses y comportamientos de actores sociales.

¿Qué medidas se adoptarán para que aporten al pago de la deuda los grandes tomadores de crédito internacional y fugadores cada vez más transnacionalizados? ¿Qué posibilidades y limitaciones existen para alinear intereses y conformar una alianza estable contra la dolarización que permita también una distribución del ingreso más equitativa y desarrollo? Para esto, ¿qué tipo de transición puede intentarse? ¿Cuál tendría que ser el rol de Estado? ¿Qué le demanda esta etapa a los sectores populares y sus organizaciones?

* Economista UBA-UNDAV e integrante de Economía Política para la Argentina (EPPA).