En la película Vidalita, Mirtha Legrand interpreta a una muchacha que se traviste de gaucho para poder hacerse cargo de la estancia de su abuelo. Vestida con bombachas de campo y alpargatas enamora al capitán del fortín —interpretado por Fernando Lamas en la cumbre de la concupiscencia— al punto de que el soldado está dispuesto a casarse con ella sin saber si es varón o mujer, duda que esclarecerá en la noche de bodas. 

La transgresión LGTB de Mirtha Legrand

En una escena clave, Vidalita-Legrand se encuentra en la situación de compartir la habitación donde Lamas se baña desnudo y en otra baila junto a él frente a un pueblo escandalizado de ver a dos varones juntos apasionados. Solamente por esta película de 1949 dirigida por Luis Saslavsky, la Legrand merecería ingresar al eterno cielo con estrellas del mundo LGTBIQ. 

Probablemente no haya en la cinematografía argentina -ni anterior ni posterior- nada tan deliciosamente erótico y transgresor en relación con las disidencias sexuales ni tan subversivo al meterse con dos tópicos fundantes de la nacionalidad y la masculinidad hegemónica local: ser gaucho y ser soldado.

Fotograma de


Nace una estrella: Vidalita, Esposa último modelo, El retrato

No fue la única vez que desde la ficción quebrantó las reglas de los géneros. Si en Vidalita es un varón amujerado que logra realizar los quehaceres campesinos que requieren de la fuerza y el coraje masculinos —socavando los principios del ser macho—, un año después en Esposa último modelo (Schlieper, 1950), Mirtha interpreta a una mujer totalmente inútil en las tareas del hogar que simula ser una ama de casa ideal para atraer al hombre que ama —socavando los principios de la feminidad hegemónica—. 

En 1947, el mismo Schlieper la había dirigido en El retrato en el papel de una mujer reprimida que poseída por el espíritu de su abuela libertina da rienda suelta a sus deseos venciendo los prejuicios de la época. Años después, bajo la dirección de su marido Daniel Tinayre supo ser alternativamente monja y prostituta en Bajo un mismo rostro (1962) o penetrar en las sordideces de un hotel alojamiento y presenciar un erótico Decamerón contemporáneo (La cigarra no es un bicho, 1963), con peste incluida.

Lamentablemente, la vida no imitó al arte y la adorable actriz de belleza inusual y delicioso timming para la comedia no supo ser tan progresista en su rol de conductora de televisión como anfitriona de almuerzos destinados a perpetuarse durante más de medio siglo. Difícilmente puedan olvidarse sus desafortunadas preguntas al estilista Roberto Piazza relacionando adopción de un niñx por una pareja homosexual con abuso; su desubicado destrato a Cris Miró y en algún momento a Flor de la V; la duplicidad de sus posturas políticas con respecto a la dictadura… y podríamos seguir. 

¿Cuántos años tiene Mirtha Legrand?: larga vida a La Señora

Pero, hoy, al cumplirse el 95° aniversario de su natalicio no es a la Mirtha del escarnio a la que queremos cantar sino homenajear a la gloriosa que brindó discursos redentores sobre los géneros y las sexualidades desde la gran pantalla. También a aquella que desde la pantalla chica brindó material para los shows y alimentó los espectáculos de generaciones de trans, travestis, drags y maricas: la del índice en el mentón dudando entre “lo digo o no lo digo”, la "chenchual" que se pasa una flor por la mejilla derecha al ritmo de "Rosa María, Rosa María", la del centro de mesa decorado con “rositas rococó rosadas”, la “señora de los anillos” que ostentaba sus alhajas o la que daba la “vueltita” para mostrar mejor el vestido, la que no tiene remedio pero que trae suerte, la que en la epítome del divismo se queja de que la cámara enfoca el perfil que no la favorece y hace historia con dos puteadas antológicas: "carajo, mierda". 

A la que, junto a su hermana devino liberalmente detective en Carola y Carolina a medidos de los años sesenta y que, promediando los ochenta años, recibió en una ficción un apodo a su medida: la dueña.… No tanto a la que “no es rencorosa sino memoriosa”, sino a aquella cristiana que, desde un discurso liberador de la mujer, perdona uno de esos crímenes imposibles de perdonar en La patota (Daniel Tinayre, 1960). También,- ¿por qué no?- a aquella que tiene la maledicencia de las locas y es capaz, por ejemplo, de preguntarle a Fernanda Herrera alias la “abogada hot”: "¿Quién te hizo la carita?”.

Legrand como la maestra rural, muy sufrida, protagonista de La patota


La Chiqui y “el tema de la homosexualidad”

Porque, para ser justos, en su programa televisivo “La Chiqui” supo ser contradictoria, ambivalente e impredecible: asi, en 1990 -cuando pocos medios masivos de comunicación se atrevían- dedicó uno de sus “legendarios almuerzos” a tratar respetuosa y pedagógicamente -aunque sea a su manera- “el tema de la homosexualidad” recibiendo a la trans Alejandra Beatriz Costa, a la activista lesbiana Ilse Fuskova, al entonces presidente de la CHA y a otros activistas. 

Con los años, la Chiqui supo agiornar su discurso, legar charlas entrañables como aquella que tuvo a solas con el puto lindo Fernando Peña aún cuando él la apuntara con una falsa arma y alojar con amorosa hospitalidad en su mesaza a trans, travestis, lesbianas y aquellos gays -tapados o no- que la acompañaron como amigos y colegas durante su existencia.  

“Por qué seremos tan perversas / tan mezquinas … Por qué seremos tan disparatadas y brillantes / abordaremos con tocado de plumas el latrocinio / desparramando gráciles sentencias…”, se preguntaba Néstor Perlongher en una poesía donde trataba de indagar en la identidad gay, lesbiana, trans y travesti. Quizás Mirtha sea todos esos calificativos y aún más para la comunidad. En todo caso, hoy es la reina que en las redes sociales compite con Isabel II por la supervivencia terrenal a sabiendas de que la eternidad del celuloide que la vio brillar la tiene ganada de sobras. 

Es la Úrsula de La sirenita, la alternativamente malvada y encantadora que podemos detestar y todxs —en algún momento inconfesable— solemos adorar. Por eso y por tantos motivos, porque como ella tampoco somos rencorosos, sino memoriosos y porque nuestra consigna inalterable es que "el amor vence al odio" le deseamos feliz cumpleaños y larga vida. 

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