Cierta vez, una conocida periodista confundió a Juan Carlos Baglietto con León Gieco. “¡Estuvo veinte minutos hablando con otra persona!”, ríe el cantante, sin revelar el nombre en público, claro, pero dejando tendido el gancho para que la nota arranque surreal. “Bueno, acá estamos con Gian Franco Pagliaro y Eduardo Mateo”, es la presentación, y siguen las carcajadas en clave de manifiesta reciprocidad. Sobre todo las de Jairo, a quien, siguiendo el chiste, le toca en suerte ser aquel cantor italiano que la rompió, con Carlos Monzón, en la magnífica Soñar Soñar de Favio. “Un grande Gian Franco… Mediavilla me contaba que, cuando probaba sonido, decía `ahora voy a cantar la balada del boludo dedicada a mi sonidista`”, evoca Baglietto. Luego, ya un poco más serios, ambos revelan detalles concernientes a la presentación en dúo que tendrán hoy (anoche fue el primer show) a las 21, en el teatro Opera (Corrientes 860), bajo el título de Historias con voz. “Es algo inusitado… en una época en que las cosas no funcionan, esto sí”, (se) sorprende la voz de la trova rosarina, sobre la gira nacional que, al momento de la nota con Página 12, había parado en cinco estaciones: Santa Fe, Rosario, Córdoba, Olavarría y Mar del Plata. Y se dirigía hacia las de Mendoza y San Juan. “Creo que pasa esto porque contamos con la adhesión de la gente. Vos te das cuenta que salís al escenario, no tocaste una nota, y ya te están aplaudiendo. La gente está bien predispuesta, nos cree”, asegura el pelilargo devenido calvo.
“Exacto. La gente está predispuesta a que le guste antes de que le guste”, vuelve a reír Jairo y entre ambos piensan más causas. Por un lado, aparece un a priori dado por sendos trayectos solistas, muy consustanciados con el imaginario social de la música popular argentina. Por otro, un a posteriori que incluye reflexiones, anécdotas y textos entre canción y canción, más una puesta en escena casi teatral. “La puesta es algo que el público no piensa ver. Después hay ideas, hay textos, hay un par de canciones inéditas, y un repertorio muy sólido”, detalla Baglietto. “Tiene que ver con un armado, también. Cuando elegimos el repertorio, que fue un parto, pensamos un orden para las canciones y tuvimos la suerte que funcionó”, refrenda Jairo, y siguen las causas. Otra, muy fuerte para el imaginario también, radica en una escenografía climática pensada en los ferrocarriles, uno de los nexos existenciales y afectivos entre ambos cantores, que nunca antes se habían presentado juntos. “Los dos somos hijos de ferroviarios, y sentimos mucho eso”, coinciden.
–En la estación retumba el estrella del norte…
Juan Carlos Baglietto: –Claro, “De Regreso Mirta”, o “El ferroviario” ¿no? En fin, una complicidad en el escenario que empieza mucho antes de subir. Yo creo que la gente percibe eso, valora la iniciativa de que hayamos laburado mucho. Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que laburé tanto (risas).
Jairo: –Fue un laburazo, sí. Horas y horas de ensayo entre nosotros, y también con los músicos. Acá, en mi casa, y luego en un estudio de Martínez, ya con todo armado.
Las canciones que cantan son veinticinco, casi todas en dúo, y acompañados por un trío que recrea al tacto tanto las versiones de Adrián Abonizio y Jorge Fandermole, que ha tornado vívidas la voz de Baglietto, como aquellas de Atahualpa Yupanqui o el tándem Falú-Dávalos, que han recreado ambos, y un puente humano que los conecta: Daniel Salzano, compositor de quien cantan dos temas inéditos: “Los poetas no se rinden jamás” y “Retrato de mamá”. “Esta canción cuenta la historia de un tipo al que lo va a buscar la muerte”, sorprende Jairo, parado en la segunda. “La muerte le toca el timbre de la casa, él la hace pasar, la invita a tomar un café, se fuman un cigarro, empiezan a hablar, y el tipo se da cuenta que la muerte es hermosa, y se enamoran. Entonces empiezan a vivir juntos, y a los nueve meses tienen un hijo”. “Sí, el repertorio está salpicado por estas cosas que tienen un nivel de fantasía. No es lineal, ni todo lo solemne que podría ser. O parecer”, tercia Baglietto.
–¿En qué otros aspectos se sienten espejados?
J.: –En que los dos cantamos “Piedra y camino”, de Yupanqui, que se yo, y, lo que es más notorio es que la voz de Juan ha popularizado “Salzanitos”, y yo he trabajado con Salzano durante casi treinta años. Además, pese a que nunca hicimos algo así, él me ha invitado alguna vez a uno de sus shows, y yo lo mismo. Pero además me hizo la puesta en los recitales del Coliseo, e inauguramos juntos el tramo de la autopista Córdoba-Rosario que estaba sin terminar. Ese día, él fue a cantar como representante de Rosario, y yo como representante de Córdoba. La diferencia es que ahí cantamos cuatro temas cada uno, y uno juntos, ahora la cosa es distinta
J.C.B.: –También hubo otra coincidencia, en este caso televisiva. Nos encontramos en el programa de Gerardo Rozín, y nos descubrimos en una situación poco habitual: sentarnos solos con las guitarras, y bancárnosla así. Fue fuerte, porque descubrimos que teníamos algo más para dar entre los dos.
–La pregunta del millón es cómo hicieron para congeniar un repertorio que no dure tres días…
J.: –(risas) Fue difícil, sí. Había que darle una identidad al espectáculo, y lo que hicimos fue montar pequeños segmentos, que tuvieran que ver entre sí.
J.C.B.: –Hubo que fijarse en las tonalidades, también. En los textos que funcionan como puente entre un tema y otro, que digan lo que tienen que decir, sin irse al carajo. Es cierto que la gente va a escucharte cantar, pero es muy interesante el quiebre que sucede cuando le dedicás un minuto a la palabra, a contar alguna historia que tenga que ver con lo que estás cantando.
El set tiene veinticinco temas, por lo que a los les resulta complicado elegir un preferido y argumentar por qué. Baglietto arriesga con “El ferroviario”. “Me emociona mucho cantarlo, porque me acuerdo de mi papá”, manifiesta. “Esta es una de las pocas canciones en que no toca la guitarra ninguno de los dos, y es impresionante cómo se emociona Juan. En Rosario yo lo tenía enfrente, lo agarraba, y se le caían las lágrimas”, evoca Jairo, en trance de memoria corta. La secuencia da paso, por primera vez en la charla, a una hondura emocional. Sigue Juan. “Fue muy emotivo, sí. Estaban mis hermanos en la platea, con quienes tenemos una devoción por nuestro padre que ya no está hace muchos años. Y en ese teatro (El Círculo) se dio una cosa sanadora, digamos, porque fue el primer lugar en el que me fue muy bien en Rosario, después de haber salido de aquel Obras de 1982. La verdad es que nunca me habían dado pelota allá, pero esa vez sucedió una cosa que si la cuento me voy a poner a llorar”.
–Cuente hombre, largue…
J.C.B.: –Bueno, aquel día de mayo del 82` estábamos detrás del telón y vino mi papá y me dijo “esto está lleno”, y yo le dije “ya lo sé, pá, ¿vos te acordás cuándo me preguntabas dónde iba, qué hacía, por qué llegaba a tal hora, o no le daba bola al estudio?, bueno, porque siempre hice esto”. Y mi papá me dijo “perdoname”… casi me muero. Por eso me mata “El ferroviario”, porque él lo era, y cuando la cantamos en ese lugar, bueno, cómo describirlo… si no te emociona eso es porque estás muerto y no te avisaron.
–Además, hay una cosa muy fuerte con el tren en el inconciente colectivo argentino. Toca fibras muy íntimas
J.: –Porque hay mucha gente que de una u otra manera está relacionada con los trenes.
J.C.B.: –Es que fueron la construcción de la Argentina y quien más quien menos, tiene un pariente ferroviario, o creció cerca de una estación. O su pueblo se desarrolló a partir de lo que traía o llevaba el tren. Nosotros, cuando veníamos a Buenos Aires lo hacíamos en tren… teníamos los carnets de ferroviarios por mi viejo, y ver el frente de la estación de Retiro era una alucinación. ¡Me acuerdo tantas cosas del trayecto!.... el vagón comedor, la cafetera de cuello largo, los mozos con guantes, de las tostadas largas con la manteca en forma de rulo… no sé. Además, el lugar donde empezamos a fumar eran los trenes, porque Rosario era una ciudad atravesada por los trenes.
J.: –Los primeros cigarrillos, sí. Nosotros los fumábamos debajo del puente por donde pasaba el tren en Cruz del Eje. Nos fumábamos las colillas, con mis amigos de la infancia.
–Falta su tema preferido dentro del repertorio, Jairo… argumentación incluida, claro...
J.C.B.: –Lo primerié, porque él también hubiera dicho “El ferroviario” (risas)
J.: –Bueno, sí, pero hay un par que me gustan especialmente, y los dos son muy fuertes. Uno es “El témpano”, y otra ya la nombré: “Piedra y camino”. Son canciones muy potentes.
El dúo, que luego del doble Opera viaja hacia Puerto Madryn, Trelew, Comodoro Rivadavia, Bahía Blanca y Neuquén para seguir con la gira, también recrea versiones de Chico Buarque, de Serrat, de Paco Ibáñez, de Sui Generis, o de Simon & Garfunkel. Y, ya en otro andén, no le esquiva el bulto a la situación política. “¿En qué parte de la grieta estamos parados?, bueno, yo creo que no hay una grieta sino un mundo en ebullición”, sentencia el cordobés. “Esto es un quilombo porque uno no sabe muy bien dónde está parado, ya que está pasando de todo, en todas partes… el quilombazo de Siria, Trump, el coreano, los ingleses que se van de Europa, en fin”. “Y para colmo acá, nuestro infierno personal”, reengancha Baglietto. “En lo personal, no sé si estoy parado en el centro o en el fondo de la grieta, pero trato de no creerme todo, de tener una visión no tan fanática. Reconozco que hubo un montón de cosas que tenían que cambiar, y otro montón de cosas que no debieron haber cambiado. Creo que tampoco se podía seguir como estábamos, y creo que el método por el cual estamos tratando de modificar las cosas no sé si es el correcto. Voy a decir una “jipiada”, pero me parece que cuando te ponés un poco menos fervoroso, te refugiás en creer en las cosas que querés mucho, en lo que amás, en tus propias fuerzas, es mejor. Yo dejé de creer en que alguien va a venir a arreglar las cosas… trato de resolver mi entorno inmediato, que no es cambiar el mundo, sino lavar los platos de vez en cuando. Sin aislarnos, se puede aportar desde la serenidad, desde la sinceridad y desde el laburo”, señala Baglietto.
–Pero tiene que haber un contexto social, político y económico para que suceda lo que dice...
J.C.B.: –Por supuesto que sí.
J.: –Yo veo que en el mundo hay demasiadas medias tintas. No veo que haya un sistema donde funcione la democracia como debe funcionar, ni que haya una verdadera revolución, un cambio radical. Yo creo, como cantaba Zitarrosa, que el que no cambia todo no cambia nada. Y es algo que hoy no se puede dar. Además, es todo muy desconcertante. Aparece un tipo como Trump, que no tiene nada que ver con nada. Un tipo de negocios, con mucha guita, y por ese hecho tiene una visión alejada de las mayorías.
J.C.B.: –Es lo que pasa con la política en general… los tipos viven en una nube de pedos, loco. Trasladalo a la Argentina y lo ves.
J.: –Yo descreo de aquellos que dicen que la política se está transformando, que los partidos políticos tradicionales han perdido peso. Descreo del hecho de que para ganar una elección tenga que ser un tipo que no venga de la política. Sigo creyendo en la política. En que un tipo, para hacer política, se tiene que preparar muy bien. Tiene que ser el mejor de la clase, porque va a estar más allá de las penurias que tienen los mediocres. El problema es que no hay políticos de ese nivel, porque transforman la política en una máquina de hacer negocios, que es lo que está pasando en el mundo.
–¿A quién se refiere como grandes estadistas en lo doméstico?, ¿A Cristina?, ¿A Alfonsín padre? Hay un sector de la sociedad que los compara
J.: –Yo no los comparo porque primero habría que ver que hubiera hecho Cristina en la situación de Alfonsín, porque a él le tocó bailar con la más fea. Le tocó gobernar con los milicos apuntando sus fusiles a la ventana del escritorio. Hubo tres intentos de golpes de Estado en su época.
–Sí, claro. Pero también el kirchnerismo, que es el peronismo del siglo XXI, tuvo que enfrentarse –y lo sigue haciendo, de alguna manera– con corporaciones fuertes, con sectores cuya gravitación en las usinas del poder real es notoria, como se está viendo en América latina.
J.C.B.: –Sí, también.
J.: –Pero Alfonsín tuvo que gobernar contra la iglesia, contra los milicos, contra los sindicatos. No sé… volviendo al presente yo estoy convencido de que este país va a salir adelante, pero yo no lo voy a poder ver.