Hace unos meses se hizo viral en twitter una foto tomada en 1969 en la que se podía ver a un grupo de adolescentes vestidos de traje, era la promoción de la Escuela Técnica N° 1, Otto Krause (CABA). Lo llamativo de la imagen es que en el centro hay una joven sonriente que se lleva todas las miradas del curso. La protagonista es Silvia Lozar, primera mujer que egresó de la institución conocida popularmente como Escuela Industrial de La Nación fundada en 1899. Un hecho que sentó precedente y permitió que muchas se animen poco a poco, a ingresar a un mundo construido por y para varones.
“Fui sola a inscribirme y me echaron, me dijeron que no se permitían mujeres”, recuerda Silvia que hoy tiene 71 años y vive en Río Negro. Su respuesta fue que la ley establecía la educación mixta en ese tipo de instituciones. Al día siguiente volvió con su madre y su padre. Fueron varias las excusas en una primera instancia “el gran problema fue la falta de baños, entonces propuse ir al de profesoras”. Su perseverancia hizo que el establecimiento la aceptara como estudiante.
“Lo que más recuerdo es la lucha por ser igual. Lograr inscribirme y que después todos me respeten. En ese momento no lo hice como una bandera, sentía que era lo que me correspondía”, agrega Silvia y relata que comenzó la cursada unos días más tarde porque la escuela quiso “prepararse” para recibirla. Dieron una charla informativa a quiénes iban a ser sus compañeros y le impusieron algunas reglas: tenía prohibido ir al recreo, debía entrar por la puerta de profesores y “tampoco me dejaban ir a la cantina, tenía que almorzar afuera en la Facultad de Ingeniería que quedaba cerca”.
Silvia terminó el secundario en 1969, tras su egreso 10 mujeres se anotaron para empezar el primer año, manifiesta con orgullo. Ella estaba sola, pudo acceder a ese derecho gracias a su convicción, decisión y una familia que acompañó ese deseo.
Más de cincuenta años después en las escuelas técnicas dejó de ser novedad que las mujeres estén en las aulas como estudiantes, docentes, directivas, jefas de talleres y coordinadoras de proyectos. Sin embargo la brecha de género se mantiene. En 2005 la ley de Educación Técnica Profesional (ETP) abrió camino a varias líneas de acción para promover la incorporación de alumnas, financiando adecuaciones edilicias y actividades para “expandir la igualdad de oportunidades”.
Recién en 2018 se dieron las condiciones para que dentro del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET) se conforme el área de equidad de género para materializar esas acciones e incorporar la perspectiva de género de manera transversal en las escuelas.
Sin presupuesto asignado, pero con la convicción de que es una problemática que se repite en todos los distritos del país comenzaron a trabajar con dos objetivos concretos: incrementar el número de mujeres que se inscriben en las escuelas secundarias, el nivel con mayor brecha de género en las inscripciones, e incorporar perspectiva de género en las escuelas “necesitamos que estén acondicionadas y que lxs docentes estén concientizados”, explica Ana Rappaport coordinadora del área. Un espacio que fue bisagra para comenzar a tender lazos entre las escuelas que ya venían trabajando la perspectiva de género y brindar herramientas en los lugares en los que aún no se hablaba del tema.
“Arañando de donde sea hicimos capacitaciones para docentes en 2018 y 2019, y en el 2020 empezamos a trabajar directamente con estudiantes con propuestas lúdicas y competitivas”, aclara. Según Ana, el objetivo era que las adolescentes sean las protagonistas y se sintieran escuchadas. También, poder generar lazos, espacios de formación e intercambio. Como ejemplo comparte la experiencia de Programando Futuro, una serie de encuentros virtuales en los que participaron escuelas de todo el país, “se presentaron proyectos tecnológicos y teníamos todo un eje sobre la ESI (educación sexual integral), proyectos, producciones, conversatorios, talleres e hicimos una gran feria” y sigue “también participaron universidades, organizaciones de la sociedad civil y empresas que contaron cuáles son las posibilidades laborales”.
El eje trabajo es primordial en este tipo de educación, ya que en la mayoría de los casos lxs estudiantes pueden terminar el secundario con un empleo. Otro punto importante es la promoción de las carreras técnicas “las chicas que terminan la secundaria son pocas, pero además una vez que esas poquitas terminan son menos las que siguen estudiando, hay algo de de sentir que es seguir estando en minoría, peleando contra molinos de viento y que al final se sienten en desventaja”, reflexiona Ana.
Los números
“Desde que empezamos a trabajar sobre la perspectiva de género, en 2018, la matrícula femenina aumentó, pero no es suficiente, necesitamos políticas que acompañen e incentiven a las pibas a estudiar en las escuelas técnicas”, señala Silvina Brites, maestra de enseñanza práctica de la ET N° 25. Según el último informe realizado por el INET en 2020, representan un tercio en la matrícula total de las secundarias técnicas de gestión estatal y privada, sobre un total de 680.000 alumnxs.
Córdoba, La Rioja, San Luis y Santiago del Estero son las provincias que llegan a casi el 40% en las inscripciones. Datos que revelan proporciones inimaginables una década atrás. Los números también indican que hay orientaciones que siguen masculinizadas como son mecánica, electrónica, automatización, metalurgia “todo lo relacionado con la industria pesada más tradicional ahí tenes una diferencia de 10 a 90, algo que no pasa en las de servicios, las más blandas dónde volves a tener 50 y 50”, suma Ana Rapopport. Estos datos reflejan lo que históricamente se esperaba de unos y de otras y también una impresión de lo que sigue siendo la industria.
“Cuando era estudiante ni siquiera se hablaba del tema. Cuando entré como docente en el 2007, el marco normativo de la ESI nos brindó un respaldo para empezar a trabajar algunas cuestiones”, dice Silvina y coincide con Ana en que hoy la discusión pasa por visibilizar las desigualdades que se sostienen y ampliar las redes entre profesoras y estudiantes. Menciona también que en los cargos de mando siguen siendo mayoría los varones “se trata de un modelo de varón cis que se pretende construir en la escuela técnica, que la habita y que toma la decisiones, cosas básicas como la ubicación y el uso de las herramientas, los materiales, las actividades en los talleres, la división de tareas”. Como profesora considera que fue clave la creación de la Comisión de Género del INET ya que les dio un aval para poder realizar proyectos y trabajar en conjunto con otras escuelas. El año pasado realizaron encuentros con referentes de todas las provincias, armaron una mesa de género y ETP, lo que significó un salto cualitativo para el área, comenzaron a tener reuniones mensuales y a pensar una política común de género a nivel nacional.
Reunirse les permitió tomar nota de violencias explícitas y simbólicas que aún siguen naturalizadas y se repiten en instituciones de todas las provincias: la falta de baños, el lugar que ocupan en ciertas ramas, el acceso a los talleres. También la distancia entre las expectativas de las estudiantes, las propuestas institucionales y el mercado laboral “para las prácticas profesionalizantes hay empresas que piden solo varones, y la escuela por no perder la posibilidad de trabajar con esa firma, no cuestiona esa modalidad. Eso no puede pasar más”, revela Ana.
Esto recién empieza
Mia Civilotti cursaba en el turno vespertino de una escuela técnica en la Ciudad de Buenos Aires, es mamá y ese horario le permitía organizarse. La pandemia y los encuentros virtuales complicaron la continuidad de sus estudios ya que al estar en su casa las tareas de cuidado se superpusieron con la cursada online.
Mia cuenta que muchxs docentes le facilitaron materiales y posibilidades para que pueda cursar. Hasta que un profesor la acusó de irresponsable por no poder criar a su hijo y estudiar al mismo tiempo “yo entregaba todos los trabajos, pero este profesor me dijo que no me podía aprobar porque era injusto para los demás y si yo no tenía la responsabilidad como para poder tener a mi hijo y conectarme, directamente que deje el colegio”, una situación que la desmotivó y resolvió dejar la cursada a finales del 2020. Un caso que demuestra la necesidad de que lxs profesores tengan formación en perspectiva de género, para poder contener y acompañar algunas situaciones.
“Es una cultura que hay que modificar en la primaria, la educación científica desde la primera infancia, no se resuelve con una campaña”, apunta Ana. Todas las consultadas coinciden que hay un currículum implícito que persiste, relacionado con los roles de género marcados, la discriminación, los estereotipos y una concepción de la escuela técnica tal como fue concebida un espacio de oficios para varones. Incluso sigue pasando que en algunas escuelas faltan vestuarios o baños para las estudiantes, “cada vez son menos pero pasa, hace muchos años no se realiza un censo de infraestructura a nivel nacional y en el último no había perspectiva de género”, plantea Ana.
En la Beltran, escuela para la que trabaja Silvina, la comunidad educativa está reclamando hace tiempo la construcción de un nuevo baño para las alumnas, hay uno solo en una población muy grande y deben compartirlo con las profesoras. “Es primordial el trabajo que venimos haciendo muchos profesores y profesoras, cada integrante de la escuela. Pero necesitamos también una bajada desde arriba, sino queda solo en las buenas voluntades de unxs pocxs”
No estamos solas, no somos tan pocas
Los días previos al primer paro del 8M (2017), en la Escuela Técnica N° 25, un grupo de profesoras se organizó para sumarse a la marcha. “Se lo planteamos a todos los jefes, cada una a su manera, como pudimos. Más allá de algunas burlas, conseguimos participar. Ahí empezamos a juntarnos”, recuerda Silvina y cita “no estamos solas, no somos tan pocas”, una frase de Elvira Rawson, una de las primeras que accedió a un título universitario, convirtiéndose en la segunda médica argentina en 1892.
El desafío es hablar de las identidades que están invisibilizadas “sabemos que falta muchísimo para esos cambios, pero necesitamos hablar de trans, travestis y lesbianas en las escuelas técnicas”, lanza Silvina. El saber técnico te brinda el poder de la autonomía, “poder hacer una instalación eléctrica completa con 14 años, o con 15 hacer soldadura y construir mi propia parrilla, y en sexto ya poder gestionar un taller de forma independiente”
Recargadas
“Cuando empecé el secundario no la pasé muy bien, era bastante incómodo la mayoría de mis compañeros eran varones y había profesores que, a las pocas que éramos, nos mandaban a barrer y no nos dejaban usar algunas herramientas”, revive Lourdes Rosano, estudiante de la ET Manuel Belgrano. Su experiencia es la de muchas jóvenes que se cruzan con maestros que aún mantienen una concepción antigua de la educación técnica.
Lurdes asevera que fue muy importante participar de proyectos interescolares, así pudo sentirse capaz y fuerte: “hace 4 años soy piloto de la Escudería Recargadas, un espacio de trabajo que se armó para incluir a más chicas en el taller, porque somos muy pocas”. Se trata de la primera escudería formada por alumnas de escuelas técnicas porteñas que trabajan en el armado de autos eléctricos.
En 2018 se presentaron por primera vez en el Desafío Eco YPF, una competencia con autos eléctricos diseñados y construidos por estudiantes de escuelas de todo el país. Tenía 15 años cuando se lanzó el proyecto. Durante el recreo una de las coordinadoras la invita a participar, se anima a manejar uno de los autos que usaba la escuela para competir “me subí y empecé a dar un montón de vueltas, me volvió loca, me encantó”, expresa.
El plan incluía el diseño, armado del auto y luego la carrera. “Era rarísimo ver a muchas chicas en el taller. Trabajar en ese ambiente fue muy distinto, ya no me sentía presionada, vigilada, se sentía muy bien armamos como una familia”. Los talleres funcionaron como espacios comunes de charla, contención y complicidad. “Fuimos el primer equipo femenino, algunos nos miraban, otros decían que se nos iba a desarmar el auto o cosas así, nosotras no le dimos importancia”, expresa Lurdes que también se ocupa de gestionar las redes sociales del proyecto @escudería_recargadas y ve como las atacan constantemente con comentarios negativos.
“La sociedad todavía no está deconstruida y hay gente que sigue pensando así, pero por suerte hay otras que no”. Lurdes está muy contenta y satisfecha, terminó de cursar el año pasado (2021) y asegura que casi todo lo que aprendió durante la cursada fue gracias al trabajo en equipo con sus docentes y compañeras. Ahora quiere terminar las materias que le quedan, estudiar Ingeniería Automotriz en la UTN y seguir siendo piloto.
Las reglas empezaron a cuestionarse hace tiempo. Desde que Silvia Lozar se acercó al Otto Krause para pedir una vacante. Desarmar los estereotipos, los roles en los talleres y la necesidad de cambiar ese paradigma que quedó obsoleto “queremos que nos vean como iguales, no como personas más débiles”, afirma Lurdes. Para lograrlo es necesario el incentivo y acompañamiento de docentes, el encuentro y los proyectos con otras. Lxs estudiantes ponen el tema en relieve todo el tiempo, son los primeros que denuncian cuando hay discriminación, son quiénes advierten si hay abusos “ellxs la tienen clarisima no tienen problemas en decirlo”, resume Ana.
Por último, Silvina destaca el trabajo que vienen haciendo lxs profesores, las acciones que trascienden las decisiones políticas “desde el acompañamiento en el programa de alumnas madres y padres, hasta atender situaciones familiares, la contención de las pibas que deciden abortar. Me emociona ver todo este proceso”, concluye.
Todas coinciden en que falta mucho por desandar. Por eso las propuestas se siguen expandiendo. Hoy las pibas están en las aulas, producen, generan desarrollo técnico y luchan para romper el techo de cristal que limita sus carreras profesionales.