GAGARIN 7 PUNTOS

Gagarine, Francia, 2020

Dirección y guion: Fanny Liatard y Jérémy Trouilh

Duración: 97 minutos.

Intérpretes: Alseny Bathily, Lyna Khoudry, Jamil McCraven, Finnega, Oldfield , Farida Rahouadj

Estreno exclusivo en la plataforma Mubi.

Mal que le haya pesado a los Estados Unidos, cuando el 12 de abril de 1961 el cosmonauta soviético Yuri Gagarin realizó el primer viaje al espacio exterior, el mundo entero celebró el acontecimiento como propio. El autor de esta nota puede recordarlo: no existía persona en la ciudad de Buenos Aires --almaceneros, canillitas, choferes de Di Tellas 1500-- que no supiera quién era Gagarin. Menos conocido es que en 1963 se fundó en Francia una ciudad de enorme tamaño y ladrillos rojos, cuyo nombre era el del cosmonauta (“cosmonauta” era la designación que los rusos contraponían al occidental “astronauta”). Fue el propio Yuri quien inauguró esa ciudad, rodeado de la felicidad de quienes serían sus vecinos. Con fragmentos de noticieros en blanco y negro de ese día fundacional se inicia Gagarin, ópera prima de Fanny Liatard y Jérémy Trouilh. El protagonista de Gagarin lleva, como podía preverse, el nombre de Yuri. Seleccionada para la edición 2020 del Festival de Cannes, la ópera prima de Liatard y Trouilh cruza la dura realidad política y social de la contemporaneidad con los sueños de este hijo de una ilusión perdida de la humanidad. El resultado es lo que podría llamarse “cuento de hadas político”.

Típico barrio de monoblocks de las afueras de París, habitado por los ciudadanos más desfavorecidos –hijos o nietos de inmigrantes de países árabes o africanos la mayoría de ellos--, la ciudad inaugurada a comienzos de los 60 va a ser derrumbada, para dar paso a un típico emprendimiento inmobiliario del siglo XXI. Sus habitantes no emigran en masa, lo van haciendo de a poco, resignados. No hay reacción popular sino, por lo visto, aceptación: ningún piedrazo contra la sede municipal, ninguna marcha, ningún cartel de protesta. El protagonista, un adolescente negro que por supuesto se llama Yuri (Alseny Bathily) suele tener, sí un gesto adusto, de bronca contenida. Algo que sus amigos no necesariamente comparten, y que incluso la bella, magnética Rom (Lysa Khoudry, protagonista de la muy buena Papicha, vista también en Mubi) trueca en un estado de felicidad que parece venirle de la pura edad.

Pero Yuri, que es huérfano, además de bronca tiene una pasión, que suele desarrollar a solas y por las noches: observar las estrellas con un poderoso telescopio (con el que en algún momento observa también a Rom, algo perfectamente comprensible). Yuri ha confeccionado también un traje de astronauta (¿o cosmonauta?). Liatard y Trouilh no ignoran el sentido político y social de la ¿fábula? ¿docudrama? que construyen, pero no están dispuestos a pisar el charco del pietismo, el miserabilismo y la demagogia. Toman como protagonistas al grupo adolescente, comparten sus tiempos muertos, sus charlas en la azotea y sus paseos en bicicleta, Demoran la love story, no escudriñan el rápido tráfico de sustancias que tiene lugar en las sombras del monoblock.

Gagarin es un triste film social y político, y una alegre, luminosa y hormonal comedia adolescente, en esa tradición francesa fundada en 1967 por Les mistons, de François Truffaut (y que cada vez que un grupo de adolescentes anda en bicicleta no se puede dejar de evocar). Además de contemplar el firmamento de noche, tirado sobre el césped junto a sus amigos, Yuri tiene un proyecto algo más quimérico, el mismo que los protagonistas de Los exploradores, de Joe Dante (1987): armar su propia nave espacial con chatarra. Tal vez para estar a la altura de su nombre de pila, tal vez para elevarse por encima de una realidad en la que lo sólido se desvanece en el aire. Yuri es callado, paciente, ingenioso, y está armado de un tesón de dientes apretados. Tal vez logre ese imposible que los muros de París habían pedido a sus vecinos tiempo atrás, en 1968.