Pablo Casado, presidente del conservador Partido Popular (PP), la principal fuerza de oposición en España, aceptó dejar su cargo tras cinco años de liderazgo debido a una crisis partidaria que lo dejó casi en soledad. La crisis estalló la semana pasada, cuando trascendió que desde la dirección nacional del partido se pudo haber espiado al entorno familiar de la presidenta del gobierno regional en Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en relación a un contrato de su administración con una empresa vinculada a un hermano suyo.
Mientras Casado y Feijóo mantenían una reunión a puertas cerradas, los líderes regionales del PP anticipaban al ingresar a la reunión su disposición de encumbrar al dirigente gallego Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia, que representa al ala tradicional del partido y tiene un fuerte prestigio interno. Uno de esos dirigentes, el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, defendió ante la prensa la necesidad de dar "tiempo y espacio" a Casado, quien trabajó "muy duro" en los últimos tres años.
Sin embargo, los caciques del PP accedieron a que Casado continúe en su cargo hasta el próximo congreso extraordinario del partido que se celebrará los días dos y tres de abril, según consta en el comunicado que los líderes regionales pactaron entrada la madrugada del jueves en España.
Casado, quien con 41 años fue el líder más joven de la historia del PP, compareció el miércoles por la mañana ante el Congreso de los Diputados, en Madrid, para la sesión semanal en la que los líderes de las bancadas hacen preguntas al jefe de gobierno sobre el estado de las cuestiones públicas. En su intervención, Casado se limitó a dar un discurso en el que defendió la trayectoria del PP y su deber de "devolver la tranquilidad a nuestros mayores, la esperanza a nuestras familias, y la ilusión a nuestros jóvenes".
El calendario quiso que la sesión se celebrara un 23 de febrero, aniversario del intento de golpe de Estado de 1981, cuando un grupo de guardias civiles, apoyados por algunos militares, tomó el Congreso con la intención de hacer revertir la recién estrenada democracia en España tras la dictadura franquista. Casado, en esta efeméride, defendió una democracia construida desde la "concordia y la reconciliación" y pidió al gobierno que "se ponga al servicio del interés general".
El presidente del gobierno, el socialista Pedro Sánchez, con quien en los últimos años Casado ha mantenido duros debates, le deseó "lo mejor en lo personal (...) desde la diferencia y la discrepancia política". Sánchez aprovechó su intervención para anunciar que no adelantará las elecciones generales, previstas para finales de 2023, como desde algunos sectores se especulaba.
El todavía líder del PP salió del hemiciclo con el aplauso de los diputados de su grupo, el mismo que el martes, por mayoría, le pidió que abandonara su cargo de presidente del partido y convocara un congreso extraordinario del partido. Casado se despidió volviéndose hacia sus diputados con la cara descubierta, sin mascarilla y saludando con la mano.
El terremoto en el PP empezó la semana pasada, cuando Casado se enfrentó a Díaz Ayuso, la política más valorada del partido conservador, por un contrato de compra de barbijos por el que el hermano de la presidenta de la Comunidad de Madrid se benefició con una comisión de al menos 55 mil euros.
Casado llegó a sugerir que Díaz Ayuso podría haber incurrido en tráfico de influencias y le abrió un expediente interno, pero apenas horas más tarde lo cerró luego de conversar con ella y considerar que había resuelto sus dudas. Pero desde entonces, Casado vio como buena parte de los líderes de su formación le retiraban su apoyo, sobre todo después de que la prensa denunciara que las autoridades partidarias quisieron espiar al hermano de Díaz Ayuso a través de una agencia privada de detectives.