El Pozo de Quilmes, ex centro clandestino de detención y tortura, fue abierto ayer por primera vez como Sitio de Memoria luego de la Legislatura de la provincia de Buenos Aires sancionara la ley 14.895 en diciembre del año pasado. Recorrerlo junto a algunos de los sobrevivientes que estuvieron secuestrados ahí significó una forma más de construcción de la memoria, donde cada palabra, cada frase y cada recuerdo se impuso en el lugar para romper el silencio y poner ante los ojos de los demás lo ocurrido en esa esquina de Garibaldi y Allison Bell, aún antes de marzo de 1976. Y fue también una manera de levantar las voces de quienes ya no están: las víctimas del terrorismo de Estado.
Entre los ex detenidos-desaparecidos que participaron del recorrido estuvieron Alberto Derman, Rubén Schell, Diego Barreda, Osvaldo Abollo, Oscar Duarte y Walter Docters. Antes de entrar al Pozo, Derman expresó: “Para mí esto representa el recuerdo de una serie de compañeros que ya no están y que conocí acá adentro. Es algo muy fuerte y voy a hacer todo lo posible para que la memoria de ellos siga viva”. Derman estuvo secuestrado entre 6 de diciembre de 1977 y el 28 de marzo de 1978. “Estamos viviendo una situación de profunda tristeza por los intentos de deconstrucción por parte del gobierno actual de esa historia que tanto nos costó construir. Entonces los sentimientos son encontrados. Pensábamos que a esta altura ya no habría que luchar por cuestiones que estaban establecidas, pero evidentemente es necesario volver a ese terreno de disputa y dar esa batalla, que es parte de la batalla cultural que nos sigue convocando.”
De la apertura del Pozo de Quilmes como Sitio de Memoria participaron también Sandra Raggio y Roberto Cipriano, miembros de la Comisión Provincial por la Memoria, institución a la cual se le cedió el inmueble en comodato por 99 años.
El recorrido se inició atravesando el portón del edificio de calabozos. Barreda estuvo cinco días en el Pozo de Quilmes. Lo secuestraron el 14 de julio de 1978. Volvió al Pozo por primera vez y definió como reconfortante haber podido volver con el lugar convertido en Sitio de Memoria. “El único plano en el que no nos pudieron derrotar es en derechos humanos. El neoliberalismo caló en todo menos en ese plano”, definió. “El repudio al 2x1 muestra que hay que avanzar con los juicios y seguir, porque lo que buscan es cortar con eso.”
Derman y Barreda eran compañeros en el Astillero Río Santiago y aunque no compartieron cautiverio en el Pozo de Quilmes retornar después de más de cuarenta años fue impactante para ambos. Docters, querellante y testigo en la causa del juicio del Pozo de Quilmes dijo: “El dolor, la angustia y la nostalgia se mezclan con dos alegrías, la alegría de recuperar este lugar como Sitio de Memoria y la alegría por la proximidad del juicio, por eso para mí es una satisfacción estar hoy acá.”
El garaje era la antesala de la tortura. Luego venía el quirófano. “Cuando me repuse de la tortura, me tomaron la presión”, contó Barreda. “Me secuestraron en la calle y en el auto había dos personas más. Estuve cuatro o cinco días y después me trasladaron al Pozo de Banfield, donde estuve más de tres meses. Acá estuve en un patiecito que se llovía todo, tirado en el piso todo mojado. Después me sacaron y me llevaron contra una pared donde me sacaron unas fotos. Un tal coronel El Coro, me dijo: ‘Quién te ha visto y quién te ve’.” “Acá se torturaba las 24 horas del día –agregó Derman–. En el primer piso estábamos los varones y en el tercero, las mujeres.”
Los sobrevivientes recordaron una cocina y un baño chico que ya no están. También reconocieron la escalera que lleva a los tres pisos de celdas y calabozos, la imagen que tenían era de una escalera caracol, por ser angosta y de ángulos cerrados. En el segundo y tercer piso las celdas están distribuidas en forma de L, una celda en un extremo, un baño chico y la hilera de cinco calabozos. “La mayor parte del tiempo estábamos en los calabozos sin los tabiques”, continuó Derman.
Para Abollo, “la sensación es que este lugar ya no nos pertenece personalmente, es algo colectivo. Los recuerdos están vivos. Lo más impactante es pensar en el destino que tuvieron los compañeros que nos faltan, que fueron la mayoría. Nos queda esta construcción, recuperar este lugar es una victoria, ahora queda hacerla valer”.
Al finalizar el recorrido, Raggio habló de la recuperación del lugar: “Esta recuperación tiene que ver también con transformar la realidad. Recién cuando escuchábamos a los sobrevivientes, pensaba qué bueno que hoy se escuchen sus voces diciendo lo que quieren decir, denunciando lo que quieren denunciar, que entren acá porque deciden entrar. Hoy esas palabras circulan con libertad. Es un acto reparador para ellos y es parte de la transformación del lugar. Solo pensar que esto fue un centro de detención hasta marzo de este año, donde el Estado tenía gente bajo su custodia casi en las mismas condiciones que durante la dictadura. Entonces hay que pensar muchas cosas: no solo qué pasó, sino qué pasa, cómo es posible que hoy, con un Estado de derecho se den esas situaciones tan extremas también. Cuando volvemos a ratificar que algo de ese Estado represivo, violento y autoritario se instala en épocas democrática es doble reparación porque sabemos que este lugar tampoco se va a utilizar para la detención de personas”.