Effy Beth se apoyó en el arte performático para construir su afirmación identitaria transexual. Estudió cine, artes, guión, escribió, pintó y realizó intervenciones públicas disruptivas frente al binomio heterosexual, donde la fórmula obra/espectador se disputaba y la comodidad no era lo corriente. Pasó su infancia en Israel y vivió hasta su muerte, a los 25 años, en Buenos Aires, lugar en el que se centraron sus performances y reclamos, que fueron compartidos en varias partes del mundo.
“Artista conceptual, performática y feminista queer”, se dijo Effy. A lo largo de sus producciones se puede ver una y otra vez el paso al acto, casi sin filtro, de una obra chocante, donde la literalidad de los sentidos es excusa para dar respuestas muchas veces incómodas. Entonces, la vemos en una habitación llena de globos para decir que se siente asfixiada, mezclando su menstruación de mujer trans con cera y depilándose, cortándose los brazos, raspándose la panza, corriendo desnuda por la universidad, ofreciendo sexo oral y dando en cambio historias de mujeres ultrajadas.
Gracias a una beca otorgada por el Fondo Nacional de la Artes, el colectivo Opera Periférica, dirigido por Pablo Foladori y Gerardo Cardozo creo un díptico/ópera tan exquisito como potente a partir de la re-significación y apropiación de diversos archivos de Effy que se encontraron después de su muerte. El resultado fue una primera pieza que llamaron “Nunca serás”, que se representó en Proa21, y una segunda denominada “Siempre soy”, que se montó en la sala Dumont4040. “Effy partía desde un no y lo volvía un sí, en el arte, en el activismo y también en su vida personal. Por este motivo, ambas acciones performáticas actúan un ciclo que se retroalimenta y complementa, que invita a dejar de ver la vida, las identidades y personas como en un eje lineal, estanco, con un principio y un final claros, sino entender la necesidad de los cuerpxs e identidades de estar en constante cambio y mutación” dice Pablo Fodalori, uno de los creadores del díptico.
El diario de Effy fue el hilo conductor que permitió al colectivo acercarse para conocer las múltiples experiencias que la artista impulsó hasta el momento de su suicidio en el 2014. A partir de una lectura conjunta y de una puesta en común de ideas y sentimientos que despertaron los diversos documentos, fotografías, registros de performances y experiencias que narran sus conocidos en distintas entrevistas, se trazó una posible hoja de ruta que derivó en estas dos performance distintas pero a la vez complementarias. Las piezas combinan punk noise, free jazz y pop, con canciones barrocas y sefardíes.
Una verdadera monstruosidad performática a la altura de la obra de Effy. “Las performances giran en torno a una pregunta: ¿cómo potenciar la productividad de un archivo para que logre escapar de su tendencia a localizar, contextualizar e historizar las prácticas de artistas intentaron trascender los límites de su tiempo?”, menciona Fodalori. En uno de sus textos Effy dice “Las sirenas son criaturas míticas con las cuales fácilmente se podría asociar a las mujeres trans: mitad mujer, mitad monstruo. Una mujer sin vagina. Femenina, pero para muchos, inexistente. Seductora pero peligrosa, es una bella trampa donde los hombres se advierten entre sí: ‘No las oigas, no te acerques, no son como las mujeres comunes que son pasivas, dejarás de ser hombre si te acercas a ellas, no te dejes seducir”. A casi una década de su muerte, Effy Beth se sigue colando en nuestros oídos y nos hace perder toda certeza.
Siempre soy se puede ver este jueves 24 de febrero en Dumont4040