Según los últimos datos publicados por el Indec, en diciembre pasado la actividad económica registró un crecimiento del 9,8 por ciento interanual, con lo cual acumuló en el año una expansión del 10,3 por ciento en relación al 2020. Esto implica que la economía argentina produjo en dicho mes un 7,2 por ciento más que en diciembre de 2019 y un 6,7 por ciento más que en el mismo período de 2018.
Por su parte, la producción industrial registró en diciembre una suba del 10,1 por ciento respecto a igual mes de 2020, de forma tal que en el acumulado de todo el 2021 mostró un crecimiento del 15,8 por ciento respecto del año previo. De este modo, la industria anotó en diciembre su mayor nivel de producción en los últimos cinco años, superando en un 15,9 por ciento el nivel alcanzado en el mismo mes de 2019 y en un 17,6 por ciento el registro de 2018.
En igual sentido, la actividad de la construcción marcó en diciembre una suba del 4,6 por ciento respecto al último mes de 2020. Así, en el acumulado de los doce meses de 2021 registró una suba del 30,8 por ciento respecto a igual lapso de 2020 y comparado con diciembre de 2019 se ubicó un 33 por ciento por arriba.
En este marco de crecimiento de la actividad, según la última medición publicada también por el Indec la tasa de desempleo bajó a 8,2 por ciento en el tercer trimestre de 2021 y se ubicó en el menor nivel desde 2017. El dato muestra una caída de 3,5 puntos porcentuales en relación al mismo período del año anterior y una merma de 1,4 puntos porcentuales frente al trimestre previo.
Señales
Este compendio de datos macroeconómicos, habitualmente solapados en la discusión pública, muestra claramente que aún en pandemia la economía argentina registra robustas señales de recuperación, marcando un claro contraste con el desempeño registrado en los cuatro años de gestión macrista. En ese período, sin pandemia, la actividad económica acumuló una caída del 4,3 por ciento, la producción industrial cayó un 8,3 por ciento y el desempleo llegó al 9,7 por ciento en el tercer trimestre de 2019.
Sin embargo, a pesar de los alentadores indicadores de actividad, Argentina enfrenta una serie de desafíos recurrentes. A la consabida restricción externa, resultado de una matriz productiva desequilibrada, escasamente integrada y poco diversificada en sus exportaciones, que opera como escollo al desarrollo en tanto país periférico; se le adiciona la titánica tarea de la renegociación de la deuda con el FMI, que opera también agravando tal restricción por la vía del canal financiero.
Reparando sobre este último aspecto y a modo de clarificar el escenario de tal negociación, vale detenerse en una serie de consideraciones. El primer elemento que debe ponerse en entredicho es la supuesta prioridad del Fondo respecto al cobro de sus acreencias. Si ello fuera así, no hubieran violado sistemáticamente sus propios estatutos a la hora de conceder el préstamo y tampoco se hubieran desentendido absolutamente del destino de los recursos, a saber, la financiación de la salida de divisas.
El FMI
La presencia del Fondo, en cambio, implica enormes dificultades para el despliegue de un proceso de desarrollo autónomo e inclusivo, ya que es socio de una alianza de clases vinculada a ventajas comparativas estáticas y/o conglomerados industriales transnacionalizados. Es por ello que su presencia satisface tanto la voluntad de países centrales, al sostener la presente división internacional del trabajo, como la de las clases domésticas también beneficiadas de tal orden.
Defoltear con el FMI no era un escenario deseable, porque eso hubiera agravado aún más la ya difícil situación financiera del país a partir de una mayor presión sobre el tipo de cambio, dificultando todavía más las posibilidades de financiamiento para las empresas locales. En su conjunto, ello hubiera impactado de lleno en la presente recuperación económica obturando toda posibilidad de recomposición del ya muy derruido entramado social.
De la misma forma, ceder a las presiones del FMI y repetir las tradicionales recetas de ajuste como propone una muy significativa parte del arco político, condenaría los intereses de la mayoría de los argentinos no solo en lo inmediato, sino fundamentalmente en el mediano y largo plazo. En este muy complejo escenario, el principio de acuerdo anunciado recientemente con el organismo representa una salida razonable, considerando la devastadora herencia recibida a manos de la gestión anterior.
De todas formas, el tránsito de lo que se avecina no estará libre de dificultades. En efecto, las relaciones históricas de países periféricos con el Fondo dan cuenta que la firma de acuerdos, la imposibilidad de sostenerlos y la renegociación constituyen la moneda corriente. En ese contexto, el resultado frecuente también es la fractura de las coaliciones gobernantes que suelen comenzar sus gobiernos discutiendo las propias recetas del FMI. El desafío es que no haya una fractura antes de que se logre quitar al organismo de la escena.
De cara a los difíciles momentos que se avecinan en esta renegociación que recién comienza y que penosamente durará muchos años, la mejor forma de afrontar este proceso es amalgamando las voluntades políticas nacionales detrás del objetivo común de defender un Estado vigoroso y planificador, que a partir de sus intervenciones propicie el crecimiento sustentable e inclusivo mediante la administración del comercio exterior, la regulación de la cuenta capital, el fomento de la demanda interna, la inversión en infraestructura y el impulso a la educación, ciencia y tecnología.
* Economista (UBA).
** Economista (UNRC).