Quienes compran una impresora pronto comprenden que se han transformado en rehenes de una marca que les venderá cartuchos a precios exorbitantes. El modelo de negocios usado para atrapar clientes dentro de una tecnología, por muy burdo que parezca, funciona y no es privativo de las impresoras ni mucho menos: “El año pasado se hizo una licitación en CABA por 30.000 luminarias LED para iluminar las calles”, explica Ariel Lutenberg, docente de la UBA e investigador del CONICET. “La ganó Philips. Este año cuando se hizo la nueva licitación, la nuevas lumnarias tenían que ser compatibles con las anteriores pero eso no era posible porque el protocolo que usan, es cerrado y nadie más sabe cómo funciona. Es decir que el único que podía ganar esa licitación era el mismo del año anterior. Ahora podía cobrar las lámparas, para peor importadas, a mucho más”. 

Cuando los fabricantes argentinos comprendieron que se quedarían afuera, pidieron tiempo al Gobierno de la Ciudad para hacer un desarrollo propio; como ninguno podía hacerlo solo, se reunieron para trabajar en conjunto en un diseño que todos pudieran usar: “Eran quince PyMES competidoras trabajando juntas para crear un estándar abierto para sistemas de iluminación pública. Ahí me contactaron a mí, porque ya me conocían por el desarrollo de la Computadora Industrial Abierta Argentina”.

El primer trabajo de Lutenberg con la lógica abierta fue la CIAA (Computador Industrial Abierta Argentina), una computadora capaz de transformarse en el “cerebro” de todo tipo de maquinaria, ya que permite correr distintos tipos de software, agregarle sensores y actuadores para operar desde una inyectora hasta el dosificador de semillas de un tractor. Este desarrollo, articulado por la Cámara Argentina de Industrias Electrónicas, Electromecánicas y Luminotécnicas (CADIEEL) y la Asociación Civil de Sistemas Embebidos (ACSE) que preside Lutenberg, es llevado adelante por especialistas de numerosas universidades de todo el país, además del INTI y otros actores. La CIAA fue presentada hace ya tres años (Ver “Academia e Industria” en Cash del 3/8/14), pero sigue mejorando sus diseños, multiplicando sus usos e inspirando a otras industrias.

Un desarrollo de esa envergadura requería mucha inversión y gente dedicada a tiempo completo o un cambio de paradigma.  A la manera que ocurre con el hardware libre, por ejemplo con placas del tipo Raspberry o Arduino, el proyecto CIAA abrió el desarrollo para que todos los especialistas del país pudieran aportar y, sobre todo, diversos productores se beneficiaran con su uso para no quedar en manos de un solo proveedor. “El resultado fue impresionante” explicaba Lutenberg, “Teníamos a gente que sabía mucho de cada uno de los aspectos que implica el desarrollo de una computadora industrial y de esta manera siempre se lograba una propuesta superadora de la que surgían otras propuestas”. En el sitio de la CIAA (www.proyecto-ciaa.com.ar) se puede ver en un mapa la cantidad de empresas y universidades que colaboraron para hacerla realidad.

Luego de tres años ya hay una familia de CIAA con distintas características: para educación, para sistemas críticos que requieren más confiabilidad, para la industria común. Es que cada fabricante, Universidad o industria puede modificar las características de la CIAA para adaptarla a sus necesidades particulares, algo que con el conocimiento cerrado por patentes privativas sería difícil o directamente imposible. Esa flexibilidad ha permitido a empresas agropecuarias, automotrices, de salud, implementarla en sus dispositivos. Además, el proyecto está en permanente evolución: “Ahora estamos simplificando el entorno de programación para hacerlo más amigable a quienes no son expertos y estamos armando cursos online para capacitar sobre su desarrollo y potencialidades”, explica Lutenberg. 

La computadora industrial es ideal para que los estudiantes investiguen y se apropien de la tecnología, aportando a su vez al conocimiento común. Por otro lado, un conocimiento profundo de sus atributos y potencialidades puede permitir a los futuros ingenieros automatizar tareas en la industria una vez que comiencen a trabajar profesionalmente. “Desde fines de 2015 la Provincia de Buenos Aires se empezó a interesar en usarla para dar clases en todos los niveles de educación técnica”, se entusiasma el ingeniero. “En marzo del 2016 nos contactaron del INET para usar la CIAA. La idea es empezar a capacitar a los docentes de todo el país de forma presencial y a distancia”.

Proveedores

En un contexto donde muchas empresas locales carecen de recursos para hacer desarrollos propios y prefieren no depender de proveedores extranjeros (además de las fluctuaciones repentinas en el valor de las divisas), la CIAA demuestra el potencial del conocimiento libre para beneficio de todos. “En muchos casos seguimos importando tecnologías que tiene cincuenta años de antigüedad” continúa el investigador. Mucha de esas piezas pueden fabricarse en el país si los productores unen fuerzas y saberes al de las universidades, comparten conocimiento y lo protegen con patentes abiertas.

Recientemente la dirección de alumbrado de CABA hizo una prueba de varios días de las luminarias desarrolladas por empresas argentinas. El resultado fue exitoso y el sistema abierto formará parte del pliego de una próxima licitación por varios miles de luminarias y permitirá participar a diversas empresas, un mecanismo que podría extenderse a licitaciones en el resto del país. Incluso Philips o cualquier otra empresa multinacional podría presentarse a la licitación, ya que el estándar diseñado por las empresas argentinas es abierto. 

Este tipo de experiencias demuestra que el conocimiento liberado de patentes, con un correcto apoyo del Estado y de una academia conectada con las necesidades de la industria, puede facilitar el desarrollo tecnológico local.