El equipo económico está convencido de las bondades del libre mercado. Ese auto de fe alcanza su cenit en los despachos del Banco Central de la República Argentina. Los informes de política monetaria no hacen más que destacar los beneficios de la libre flotación cambiaria. Según el BCRA, las regulaciones preexistentes “distorsionaban el tipo de cambio … [y] reducían la profundidad del mercado, al acotar el tipo de actores y transacciones que podían concurrir libremente a demandar u ofrecer moneda extranjera”.

En ese marco, los funcionarios rescatan el concepto –acuñado por Milton Friedman– de “especulación estabilizadora”.

 La economista Cecilia Todesca Bocco explica en El experimento de la especulación ¿controlada? que “la definición del concepto de Friedman es relativamente sencilla: los mercados se estabilizan solos, si el precio de un activo financiero es “anormalmente bajo” los especuladores compran y, de forma contraria, cuando los precios son “anormalmente altos” venden”, publicó en Revista FIDE Coyuntura y Desarrollo N°374.

 Esa visión ultraortodoxa del BCRA ignora las lecciones históricas. Las tensiones cambiarias siempre fueron la principal fuente de crisis de la economía argentina. En ese sentido, la drástica reversión del flujo de capitales desestabiliza a las economías afectadas. El carácter procíclico de los capitales especulativos está acreditado en numerosos estudios académicos. Las naciones periféricas siempre son las principales perjudicadas del cambio de “humor” de los mercados. 

 La minimización del riesgo constituye un verdadero desafío para esos países. Por eso, las ventajas de adoptar medidas macroprudenciales (por ejemplo, controles al movimiento de capitales) son reconocidas incluso por algunos autores ortodoxos. 

 El potencial desestabilizador de los flujos de capitales es una preocupación global y “es por ello que el rol de regulación de estos fenómenos ha cobrado relevancia nuevamente en los años recientes. Y los países han vuelto a diseñar un conjunto de medidas con el objeto de reducir su riesgo externo que se deriva de los distintos flujos de capitales, tratando de poner énfasis en los de mayor contenido especulativo. La política prudencial se concentra así en medidas administrativas y en la distorsión de los incentivos a la especulación por medio de impuestos al sector financiero”, sostienen los investigadores del Instituto de Estudios Fiscales y Económicos en ¿Es posible regular y gravar los flujos de capitales?. Experiencia comparada y una simulación para Argentina, publicado en Informe 176 de IEFE.

 Países europeos implementaron diferentes tipos de impuestos a las transferencias financieras. Ese es el caso de Bélgica, Chipre, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Polonia y Reino Unido. La administración macrista marcha a contramano de esa tendencia. La reedición de las condiciones perfectas para el funcionamiento de la “bicicleta financiera” es una bomba de tiempo para la economía. 

 “El esquema macroeconómico del actual Gobierno nos conducirá lenta pero inexorablemente (el deterioro también puede acelerarse si las condiciones internacionales empeoran) a una crisis de balance de pagos. El “experimento controlado” rápidamente va a descontrolarse y la especulación habrá sido lisa y llanamente eso: especulación de pocos y para pocos, mientras la economía real vuelve a contraerse dramáticamente con efectos devastadores sobre la industria, el empleo y el tejido social. Esta vez no será diferente”, concluye Todesca Bocco.

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@diegorubinzal