En la cuarta audiencia de juicio al obispo emérito Gustavo Zanchetta, acusado por abuso sexual en perjuicio de dos ex seminaristas en Orán, una perito psicóloga del Poder Judicial confirmó que ambos jóvenes tienen indicadores de haber sido víctimas de este delito.
Además, varios testigos declararon haber visto cómo el religioso les daba besos en el cuello y abrazos prolongados, así como también les pedía masajes a los seminaristas. El Tribunal anunció que hoy se recibirán los últimos testimonios y se hará un careo. Luego habrá cuarto intermedio hasta el jueves 3 de marzo, cuando se producirán los alegatos y se dictará la sentencia.
Fuera de la sala de audiencias, un grupo de personas que profesa la religión católica se manifestó con carteles en apoyo a los denunciantes y reclamando una condena para el acusado.
La psicóloga Rossana Brígida Otaiza realizó las pericias de esta causa junto a otrxs dos colegas suyos. Ayer comentó que dirigió la evaluación del denunciante M.C. y estuvo a cargo de la administración de las pruebas en la de G.G. En cuanto al primero, sostuvo que presenta indicadores de haber padecido situaciones de victimización sexual y que fue consistente y coherente en los diferentes momentos y días de las entrevistas.
Señaló que en el relato hubo interferencias de plano anímico emocional, con lagunas, latencias, que había pausas prolongadas y, al darle tiempo para que pudiera expresarse, “había un bloqueo” y era complejo que manifestara “lo que había vivenciado”. La profesional encontró en el joven un “sentimiento de desprotección” y dificultades para el manejo de la angustia y ansiedad, también para establecer vínculos en su realidad actual.
“Al referirse a los hechos, manifiesta que se sentía muy movilizado porque cada vez que hablaba de esto era como revivirlo. Después terminaba somatizando”, sufría de mareos, vértigo, dolores musculares, contracturas. La psicóloga dijo que el joven calificó el tiempo que estuvo en el Seminario Juan XXIII de Orán como “6 años de su vida perdidos”, porque cortó su formación profesional y le implicó un cambio importante en su vida. De hecho, cuando fue entrevistado, estudiaba para gourmet y trabajaba en un restó bar. Contó que era profesor en ciencias religiosas y sentía que este título no le servía para nada. “Se produjo un corte en su vida al salir del Seminario, buscaba como huir”, señaló la testiga.
En cuanto al otro denunciante, la psicóloga detalló que “hablaba mucho" y le permitieron hacerlo porque "veíamos la necesidad de que hiciera esta descarga”. Era “desborde de palabras” y tenía “dificultad para contextualizar lo que había vivenciado”, describió. “Concluimos que sí, G. tenía claros indicios de haber sido víctima de situaciones de abuso sexual”, afirmó Otaiza. Añadió que este hecho incluso reactualizó otra situación vivida por este ahora ex seminarista cuando era un niño.
La psicóloga contó que este joven refirió que el obispo le daba “besos en el cuello” y detalló que en una situación, cuando veían películas de noche, “se sienta a su lado y lo empieza a acariciar por el cuello, y mete su mano debajo de su camisa”.
El obispo incomodaba
Por otro lado, el ex seminarista Iván, dijo ayer que los seminaristas se sentían incómodos con el hecho de que Zanchetta fuera "todos los días” a verlos.
Detalló situaciones en las que la conducta del obispo le provocó sorpresa. En una visita a la parroquia Señor y Virgen del Milagro en el departamento Rivadavia, el obispo les preguntó si notaron lo que había visto, refiriéndose a una mujer que estaba con el sacerdote “¿No se dieron cuenta?, una culiada no se le niega a nadie, más si es con una mujer”, refirió que les dijo. “Quedamos atónitos”, recordó el testigo.
También citó un incidente que el obispo protagonizó en la ruta, negándose a ser revisado por Gendarmería "quería hablar con el superior, gritó, nunca lo habíamos visto tan enojado”, recordó.
El testigo relató que el denunciante G.G. le contó que el obispo “le había besado el cuello, tocado la pierna y que le tenía mucho miedo”. Le recomendó que lo hablara con el rector del Seminario, Martín Alarcón, que sabe que lo hizo y se estaban tomando medidas. Recordó que G.G. estaba “nervioso, con ansiedad, temblaba en clases o cuando lo veía cerca” al obispo.
El testigo también dijo que no vio acercamientos físicos del obispo a seminaristas pero que sabía por comentarios “que (les) solicitaba masajes”. Y sí notó que había favoritismos y que “algunos eran más allegados que otros”.
El defensor oficial Enzo Gianotti, que asiste a Zanchetta, protagonizó un momento llamativo al preguntarle a Iván sobre reuniones en el Seminario. El testigo contestó que solo se reunieron con el actual obispo Luis Scozzina, “que les presentó a un abogado”. Aunque no lo nombró, era el propio Gianotti, quien fue a “asesorar” a los seminaristas que querían denunciar y dijo que fue para “hablar del tema canónico y civil”. Sin más indagaciones, el testimonio se cerró ahí.
A su turno, el diácono Roque R. también dijo que Zanchetta les daba abrazos prolongados a los seminaristas y que lo vió "jugar con el dedo en la boca" de sus compañeros. “Era una situación incómoda, esto del dedo en la boca era como una invitación a un sexo oral”, sostuvo. Relató que cuando estaban de viaje en Esquel, un día despertó con Zanchetta sentado a la orilla de su cama. Luego en el río "él insinuó abrazarme por atrás pero no me dejé". Refirió asimismo que los besos en el cuello eran una “mala costumbre” de Zanchetta.
También recordó que el obispo llegó a amenazarlo “Yo te puedo correr a vos", y le decía que quería darles "el afecto que nunca han tenido en la casa”.
Un preferido del obispo
También declaró Alberto Guerrero, quien fue administrativo del obispado de Orán desde mayo de 2014 y conoce a los denunciantes. Relató que M.C. le contó “lo que pasó” sobre los pedidos de masajes que le hacía Zanchetta y que a él no le gustaba. También sostuvo que vió cuando le hacía estos pedidos: “(M.C.) estaba mal anímicamente, exaltado, cuando me lo contó, no indagué mucho”, sostuvo. Dijo que este joven llegó a preguntarle en una reunión donde se sentaría el obispo para ubicarse lejos. Y que una vez Zanchetta le regaló una campera y M.C. no se la quería poner pero el obispo insistió hasta que tuvo que hacerlo.
El testigo también contó que Zanchetta tenía a un seminarista “preferido”, quien se fue a vivir a la casa del obispo, dormía allí y además le dieron trabajo en la oficina que quedaba abajo. Dijo que el religioso incluso ordenó la compra de una computadora para este joven y lo envió a entregársela como regalo. Después este joven dejó el Seminario, el obispo lo envió dos veces a verlo, una vez con una carta, y su destinario le pidió: “Decile que no me encontraste”.
Por otra parte, Zanchetta tenía como preferido "por los masajes" a M. C., contó Guerrero. Y dijo que el obispo hacía regalos a los seminaristas en sus cumpleaños, que solía enviarlo a comprar champaña para las reuniones. Además mencionó que el obispo también tenía diferencias de trato con los sacerdotes.
Relató otra situación: dijo que otro seminarista le contó que “que alguien (que después supo, era el obispo) le tapó los ojos, se acercó por atrás y se apoyó”.
Guerrero también refirió que una vez le sorprendió ver al obispo “en una habitación” de los seminaristas estando varios de ellos ahí.
Por otra parte el ex seminarista Nicolás relató que una vez cuando estaba en una habitación con otro compañero, llegó Zanchetta, como a las 24, y le pidió a este joven que le hiciera masajes. Dijo que esto era molesto para el seminarista y le pidió que lo acompañe; cuando fueron al la vivienda del obispo "estaba en bóxer".
Este testigo dijo que le resultaba "asqueroso" lo que hacía el obispo, respecto a abrazar de forma prolongada por detrás, las caricias en la mejilla, los besos en el cuello y agarrar por la cintura. Refirió que él solía escapar de los pedidos de masajes y era tratado como "rebelde", y terminó por dejar el Seminario cuando Zanchetta comenzó a requerirlo mucho tiempo. También habló del joven que era señalado como "preferido". Contó que luego de que este muchacho se fuera del Semaniario el obispo lo mandaba con sobres que cree que contenían dinero.
También contó que una vez cuando estaban durmiendo, vió a Zanchetta sentado en la cama de un compañero.
Acompañamiento a los denunciantes
La audiencia se lleva a cabo enmarcada en una manifestación fuera de Tribunales, donde un grupo pequeño se reúne con carteles contra de los abusos eclesiásticos. “Estamos acá pidiendo justicia, que los jueces escuchen a estos jóvenes que sufrieron abusos, que la gente los acompañe, que también acompañen a los tres sacerdotes que se atrevieron a denunciar”, dijo a Salta/12 Sara Araguino.
La joven contó que los denunciantes son cercanos a ella, “los conozco desde que eran chicos, adolescentes. Pude hablar con ellos, estoy en contacto, sé por ellos lo que han pasado, todo lo que han vivido, por eso estoy acá acompañando. Más allá de la amistad esto no le tiene que pasar ni a ellos ni a nadie. Yo también tengo mis hijas, tengo hermanos, hoy les pasó a ellos y mañana me puede pasar también a mí o a cualquier otra persona”, expresó.
Araguino lamentó que “Orán está en silencio” respecto a lo que se está juzgando, aunque reconoció que en el último tiempo han tenido más acompañamiento de los medios. “Soy parte de la Iglesia, participo en las misas. Después de todo lo ocurrido creo en Dios, no en algunos sacerdotes”, señaló. ”Como Iglesia esto nos duele y nos ha afectado mucho”, indicó.
La vecina Stella Maris también dijo que está acompañando el pedido de justicia por los seminaristas porque “vinieron con mucha esperanza, con mucha fe a seguir la vocación que Dios les había dado para llegar al sacerdocio y servir a la comunidad. Esta vocación, elegida y ya decidida, se vió truncada debido a la mala conducta del obispo”.
“Ya es de público conocimiento lo que hacía con los chicos, que le gustaba abrazar, que les insinuaba cosas, que no los dejaba vivir en paz, quizá algunas personas lo tomen como algo leve pero él era una autoridad religiosa”, sostuvo Stella Maris. La vecina dijo que iba a la Iglesia San Antonio de Padua y ahí conoció a Zanchetta. “Estamos en total desacuerdo con su conducta y queremos apoyar a los chicos para que crean en sus declaraciones. También estamos apoyando a los sacerdotes que hicieron la denuncia (canónica)”, indicó.
Stella Maris sostuvo que este juicio “atañe a toda la diócesis de Orán y a toda la feligresía”, porque se trata de un obispo. Refirió que cuando se enteraron de estos delitos, quedaron anodadadxs y ella responsabiliza al ex obispo de Orán por el cierre del Seminario: “Los seminaristas eran como nuestros hijos. Pedimos que lo condenen a este señor. Que la justicia se haga cargo de Zanchetta”.
La vecina dijo que los tres sacerdotes que realizaron las primeras denuncias canónicas “están marcaditos, pero no importa, Dios los va a bendecir y nosotros los vamos a apoyar”. Contó que el cura Martín Alarcón, el ex rector del Seminario, fue quien dio el puntapié inicial para las denuncias “porque estaba en contacto con los chicos”, quienes empezaron a manifestarle sus incomodidades respecto al obispo.