Oda a las curvas femeninas
“Visiones caleidoscópicas de piernas, brazos o curvas indefinidas, retratos en claroscuro, fotografías de uñas barnizadas y bocas lacadas...”, es lo que promete Digital Nudes, fotolibro recientemente editado por la Fondation Cartier Pour L'Art Contemporain, que se centra estrictamente en el desnudo femenino, mayormente a través de planos bien cerrados, donde se adivina un detalle de la columna, una rodilla, un pecho, un ombligo… Enigmáticas, oníricas, insinuantes, casi abstractas, las piezas son obra –dicho sea de paso– de David Lynch, que otrora dijera al respecto de esta temática: “Me fascina la infinita variedad de cuerpos, es asombroso y mágico cómo cada mujer es distinta”. Palabras mentadas con motivo de la salida de Nudes, de 2017, imágenes analógicas con el mismo espíritu que el flamante Digital Nudes, fotolibro donde el cineasta evidentemente apela a la fotografía digital, amén de tomas inéditas que invitan a la contemplación, a la mirada atenta. Artista capaz de tocar muchas cuerdas –música, pintura, films, etcétera–, el polifacético y prolífico autor de clásicos como Twin Peaks, Terciopelo azul o Carretera perdida, por poner unos pocos ejemplos, propone entonces esta segunda parte de una saga fotográfica que lo reencuentra con una de sus tantas pasiones. Y es que, como él mismo ha declarado, “empecé pintando. Para mí, la pintura es la actividad más privada del mundo: estás solo con el lienzo, con el pincel. El cine, en cambio, es la actividad más pública: trabajás en equipo. Y entre los dos, está la fotografía”. Experimental en su caso, como no podía ser de otra manera, para pergeñar esta oda al cuerpo femenino y, como apunta la edición, a la libertad creativa, a partir de fotos sacadas a mujeres en Polonia y Los Ángeles.
Jonny Greenwood, ese pillo
Es por muchos conocido aquel dicho en inglés que dicta “Fake It Till You Make It”, sugiriendo andarse confiado y optimista por la vida, aún cuando se está alicaído, en pos de triunfar. Un aforismo que tiene su máxima expresión –o al menos, la más literal– en Jonny Greenwood, músico de Radiohead, a partir de la anécdota que compartió en una reciente interviú con el medio NPR. Hablando de sus humildes comienzos, recordó el guitarrista y compositor haberse unido a la reverenciada, virtuosa banda en los años 80, como tecladista. O, más bien, fingiendo serlo: “El grupo de Thom (Yorke) tenía un teclista; creo que no se llevaban demasiado bien porque el tipo tocaba muy alto. Entonces, cuando tuve la oportunidad de unirme al grupo, lo primero que hice fue... apagar el teclado. Debo haber ensayado unos cuantos meses así”, confesó el británico. Si la imagen de un Greenwood emulando darle a las teclas ya es graciosa, cobra nuevos ribetes humorísticos con la siguiente parte de la historia: no solo nadie notó su ardid, ¡lo felicitaban! “Todo era guitarras y distorsión, un gran alboroto, mucho ruido. Thom me decía: ‘No puedo escuchar realmente lo que estás haciendo, pero creo que estás sumando una textura realmente interesante a la música, ya que puedo notar cuando no estás tocando’. Y yo pensaba: ‘No, no podés darte cuenta, porque jamás he tocado’”, tal la revelación de un Jonny desternillado, que igualmente iba a su casa por las noches y practicaba rigurosamente. “Los meses siguiente, me di caña para averiguar cómo sacar acordes y, con suma cautela, con el correr del tiempo, conecté el teclado y empecé a subirle el volumen en los ensayos. Así fue cómo empecé en Radiohead”. Mal no le ha ido, evidentemente; mucha agua ha corrido desde aquellos sonidos inexistentes: además de figura clave de la banda, el simulador es hoy reputado compositor de soundtracks, incluida la banda sonora de El poder del perro, de Jane Campion, por la que acaba de ser nominado a los Oscar.
Ver para conocer
Al recorrer entradas de Wikipedia, no es extraño toparse con artículos sobre personas que carecen de retrato, ya sean pinturas o fotografías; de hecho, según afirma la propia Wikipedia Foundation, solo un 35 por ciento de las biografías en inglés gozan de imágenes, y las que sí tienen, reciben más tráfico, más clicks. A sabiendas de que este aspecto es fundamental para despertar el interés y la participación del público lector, la fundación ha decidido subsanar cantidad de ausencias visuales con un flamante proyecto, Wiki Unseen, orientado a ilustrar las bíos de científicos, activistas, poetas, en fin, pioneros de distintas ramas, de la comunidad afro y de pueblos originarios. Y es que, conforme explican desde las propias filas del sitio, en los últimos años han estado prestando mayor atención a la demografía sesgada, en tanto los editores de la web colaborativa son predominantemente blancos, cisgénero, norteamericanos, que mejoran las entradas sobre... hombres blancos, cisgénero, norteamericanos. Ergo, este intento por empezar a dar más relevancia a grupos subrepresentados. Para hacerlo, de momento han fichado a los artistas megacalificados Enam Bosokah (de Ghana), Esther Griffith (de Trinidad y Tobago) y la neoyorkina Bukhtawar Malik para que den forma a los primeros retratos ilustrados de la iniciativa. Más precisamente, los del prolífico productor y documentalista William Greaves (1926-2014), que exploró en sus films la vida política y cultural de los afroestadounidenses; de la científica Marian Ewurama Addy (1942-2014), bioquímica ghanesa que profundizó la medicina herbal tradicional; de May Miller (1899-1995), dramaturga y poeta del Harlem Renaissance, ampliamente publicada; por mentar unos pocos ejemplos de Wiki Unseen, que busca “representar la amplitud de culturas, experiencias e idiomas globales”.
Rumbo al millón de amigos
“Mi esposa dice que me estoy volviendo un tipo raro, que necesito urgente hacer amigos. Así que voy a preparar panqueques. Pasen a saludarme y cómanse unos conmigo”, podía leerse en los volantes que Curtis Kimball, residente de San Francisco, pegó en su barrio a fines de enero. Con aclaración pertinente, dicho sea de paso: “Traigan café”. En los afiches, la invitación –peculiar, como mínimo– precisaba día, horario y lugar de encuentro, y contra todo pronóstico, prendió entre locales, ¡casi 100!, que aceptaron el convite a la hora señalada, en la vereda, frente a la casa de Kimball. Ataviado con un gorro de chef, el hombre de 43 años sirvió panqueques a vecinos hambrientos de todas las edades, que hicieron fila para degustar ¡gratarola! el rico postre. Aún más, fue tal el suceso de su Pancake Party que a mediados de febrero volvió a colgarse el delantal, batir la mezcla, precalentar su plancha eléctrica, recibiendo a nuevos amigos –unos 300-– en la segunda edición de lo que se está convirtiendo en una tradición en el vecindario de Bernal Heights. “No esperaba que apareciera nadie porque creía que ya nadie leía los volantes pegados con cinta adhesiva en los postes de luz”, reconoce el tipo, raro pero la mar de amable, aún sorprendido porque tanta gente se enganchara con su idea. No solo degustar un panqueque sino, principalmente, volver a agarrarle la práctica al asunto de socializar con extraños, oxidada en él y en tantos a causa de la pandemia. “No me importa parecer tonto ni exponerme públicamente con este gesto extravagante. Siempre me han tomado por loco”, se carcajea el popular varón, dueño de un foodtrack llamado The Crème Brûlée Cart, que probó varias recetas antes de perfeccionar su masa para panqueques. “Deliciosos y livianos”, aseguraron varios presentes. “A la fórmula clásica de harina, huevos y leche, le aumenté un poco el contenido de grasa y le agregué más vainilla de la habitual”, confiesa el cocinero, que planea publicar su versión vía web a modo de guía, “para que otra gente haga sus propias Pancake Parties”. Su objetivo final, reconoce con excesivo entusiasmo, “es que fundemos un día nacional del panqueque para que todos llenemos al país de carbohidratos en simultáneo”. Hasta entonces, se conforma con que otras personas saquen partido de su receta en pequeñas fiestas locales, de distintas regiones, y que su empujón “motive a otros para que esta cosa pequeña se vuelva gigante”. Por lo pronto, a pedido de los golosos que esperan con ansias el próximo encuentro, aportando –eso sí– su granito de arena, ha abierto una campaña en GoFundMe para compartir los gastos, que se sostenga la propuesta en el tiempo.