El próximo jueves a las 21, el Teatro del Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río) recibirá los sonidos itinerantes del baterista y percusionista rosarino Alfredo Tosto y su Música de Mundos. Con años de trabajo alrededor del mundo, Tosto vuelve a su ciudad para reunir músicas y amistad junto a las presencias de Julián Cicerchia, Joel Tortul, Cecilia Zabala, Cristian Loza, Emiliano Zamora, Kimey Gómez, Gisela Stival, Leonardo del Canto, Maribel Ramos, Charly Samamé, Laura Nav Nihal y Natasha Barbará (en danza). Como él mismo dice a Rosario/12: “Estoy feliz de reunir toda esta gente, es un sueño que se está cumpliendo”.
También bailarín de tango, Tosto es alguien que sintió de modo temprano el llamado musical: “Ya de chiquito, a los 6 años, bailaba malambo y tocaba el bombo legüero; y a los 12 ingresé a un conservatorio de música, en la zona sur de la ciudad. Pero a viajar empecé en 2011, cuando me fui a Uruguay. Y no paré. Estuve en Brasil tres años, volví luego a Argentina, donde grabé 5 discos (NdR: Las grabaciones fueron junto a Charly Samamé, Joel Tortul, Leonel Capitano, Julián Venegas y Vanina Israel); y luego me fui para España, Italia, Marruecos, Francia, Portugal, Suiza”, explica.
-Y en este camino, ¿qué cuestiones encontraste que te llamaron la atención?
-Al viajar, lo que más me movilizó fue encontrar muchas raíces propias. Después me di cuenta de que nosotros, argentinos y latinoamericanos, tenemos raíces de todos lados: del mundo árabe, europeo, africano. En cada cultura sentí que se reflejaba algo mío, que era parte del lugar. Siempre he encontrado cosas que me tocaban profundamente. Lo que estoy estudiando generalmente son ritmos folklóricos, cuestiones ancestrales, y me llegaban muy rápidamente todas esas cosas, como si fueran propias o de mi linaje. Todo eso me brindó muchísimas herramientas, porque a la hora de tocar algo, lo que siempre quise fue hacer mi propio camino y no presentarme como el alumno de tal o cual. Quisiera que el día de mañana, cuando alguien escuche algo propio, mío, sienta cómo lo que recolecté en tantos sitios diferentes enriquecieron mi propio lenguaje. Yo no soy jazzero ni candombero ni brasilero, pero también soy un poco de todo eso.
Por ejemplo y durante este recorrido, el músico rememora que “en Marruecos, la gente me decía que podía pasar por marroquí si me ponía la vestimenta de allí; en Brasil también me decían algo similar. Hay una ancestralidad de por medio. En realidad, el sur de España estuvo ocho siglos siendo árabe, mucho después vinieron los españoles, y luego todo vino para acá, mestizado; además del Mediterráneo, la Ruta de la Seda que viene de la India, Turquía; estamos todos genéticamente cruzados o mixturados. Creo que eso está en el ADN, en las células del cuerpo, y cuando uno escucha cuestiones tan ancestrales, esas moléculas se empiezan a mover. Creo que toda esa memoria está”.
-Imagino que las ganas de venir a tu ciudad, a compartir lo aprendido, deben incidir.
-Cada vez que aprendía algo nuevo tuve ganas de compartirlo con las músicas y los músicos de la ciudad, de traerlo a mi familia y amigos. Es como encontrar una piedra preciosa y querer compartir lo hermosa que es.
Música de Mundos promete, además, variedad de instrumentos: riq, bendir, pandeiro, tablas indias, dilruba, armonio, contrabajo, flautas del mundo, ewi, saxos, guitarras y piano. Según el músico: “En España estoy tocando en un trio, son unos músicos súper jóvenes y talentosos. Uno de ellos toca laúd árabe y flautas orientales, y el otro tiene una guitarra de siete cuerdas que trajo de Brasil, toca sitar y algo de piano. Esos sonidos te trasladan a otros lugares y la idea era traer eso acá. Conocí algunas personas, hice una búsqueda, y por suerte fueron sumándose músicas y músicos a los ensayos. Estamos muy contentos con todo lo que viene pasando y con cómo se está ensamblando el grupo”.
-Evidentemente, Rosario continúa siendo una cantera artística inagotable.
-Es un lugar que acoge a mucha gente talentosa, hay mucha variedad de talentos y es admirable. Al estar afuera y moverme, siempre pienso lo mismo: cuánto talento hay en Rosario, es hermoso que así sea.
-Y también seguís bailando tango.
-Con mi compañera Natasha (Barbará) estamos bailando, en España tenemos nuestra milonga y damos clases. Eso viene creciendo fuerte, el año pasado fuimos hasta Suiza a dar clase y hacer exhibiciones.
-¿Y cómo manejás las dos facetas?, no dejan de ser diferentes.
-Sí, lo son y es difícil, a veces porque me encuentro repartido. Me faltaría tiempo para dedicar al tango y tiempo para la percusión, pero cuando empecé a tocar afuera en bares y demás, también laburaba. En un momento hice una escuela técnica y trabajaba en fábricas metalúrgicas, y algo loco que rescato es que eran 8 horas donde mi cerebro estaba todo el tiempo pensando en música, a la hora de volver al instrumento lo hacía con unas ganas que podía estar 5 horas tocando sin parar. Por eso, hacer algo diferente de la música también me enriquece y cuando vuelvo lo hago con más ganas; como la danza es parte del arte las dos cosas me aportan mutuamente, el tema es encontrar el tiempo para todo (risas).