La Guerra 2.0 que hoy se dirime en Ucrania no empezó con la invasión rusa. Tampoco con las imágenes de los tanques camino a Kiev. Esa es apenas una parte, la que se ve por televisión. La mirada global que priva sobre los hechos que sacuden al mundo es unidireccional. Condena a Moscú, al presidente Vladimir Putin y sus ínfulas de nuevo zar. Sobre esa visión sesgada donde la OTAN parece un actor de reparto, se montan operaciones virtuales que quedan en evidencia como las que difundió la agencia AFP. Las llamó: “Desinformación sobre el conflicto ruso-ucraniano”
Pero hay datos – si hablamos del periodismo de datos que los medios occidentales experimentan poco y exploran menos – que están a la vista y se soslayan. La operación especial sin anestesia sobre los 603.548 km2 de Ucrania – casi el equivalente a dos provincias de Buenos Aires – es la consecuencia de múltiples causas. Una perogrullada que minimiza la dimensión del papel que juega Estados Unidos. Su intromisión sotto voce en un conflicto que se ha desmadrado. La propia información aportada por una agencia de EE.UU, la NED (Fundación Nacional para la Democracia) es la mejor evidencia de cómo se construye una subjetividad geopolítica para desestabilizar a una potencia enemiga. Con los dólares que siempre aporta el Departamento del Tesoro norteamericano.
La NED creada en 1983 durante el gobierno de Ronald Reagan se pronunció esta semana sobre la crisis, incluso antes de que Putin decidiera movilizar su maquinaria bélica: “Ucrania representa hoy el epicentro de la lucha por la libertad. Como tal, NED continúa brindando asistencia a grupos civiles independientes y medios de comunicación para ayudar a fortalecer la capacidad del pueblo ucraniano para determinar su propio futuro”.
Un casus belli que pasó inadvertido para la prensa embelesada por la estela que dejan los misiles cuando procuran su objetivo. En ese caso una mirada acotada al terreno militar. Aunque existen otras. Una y clave es cómo se gana a la opinión pública cuando se desata una operación de gran envergadura como la que desplegó Rusia en Ucrania. Recuérdese a la Guerra de Irak y “las armas de destrucción masiva” atribuidas a Saddam Hussein.
La organización de EE.UU que depende del financiamiento del Congreso no es formalmente gubernamental, pero tiene la envergadura de un organismo del Estado. La preside Damon Wilson desde junio del 2021, ex funcionario de la embajada en Irak durante la invasión de Estados Unidos y del Consejo de Seguridad Nacional. De su currículum se desprende que ayudó a “ampliar la OTAN, a asociarse con Alemania y a apoyar una Ucrania democrática”. No es un improvisado, como tampoco lo son la NED y la USAID –su alma gemela– que inyectan millones de dólares para apoyar gobiernos dóciles a Washington o socavar a los que no lo son.
En América Latina pueden dar fe Cuba, Venezuela, Nicaragua y la Bolivia que gobernaba Evo Morales. La NED rinde cuentas de sus actos ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense. Un hecho insólito para una ONG o fundación, como se autoproclama.
En Ucrania ha cumplido un papel influyente. Su propia información, solo si se toma 2021, reveló el 2 de febrero los fondos millonarios aportados a organizaciones de la sociedad civil. Sobre todo a medios periodísticos afines al gobierno de Kiev, veteranos de guerra ucranianos que actuaron en la región de Donbass y otras instituciones que bregan por la “buena gobernanza” o “la democracia”, con base en los dos oblast de Donetsk y Lugansk.
Es la zona en disputa donde comenzó el conflicto armado en 2014 – invisibilizado hasta hoy - después de un golpe de Estado en la capital con apoyo de grupos neonazis. El 2 de mayo de ese año, militantes de extrema derecha atacaron la casa de los sindicatos en Odessa y quemaron vivos a 42 ucranianos prorrusos. La abrumadora mayoría de la población en las repúblicas separatistas no se sometió al gobierno que emergió después de derrocar al presidente Víktor Yanukóvich, condenado en ausencia a 13 años de prisión. Por eso Putin habló de desnazificar al país vecino.
La NED pagó fondos por 96 mil dólares para la promoción y protección de los derechos de veteranos que actuaron en Donbass. Lo hizo con el objeto de “ayudar en la reintegración social de la población considerable, pero cada vez más marginada, que luchó en el conflicto”. También aportó 91 mil dólares a un llamado Centro Internacional de Asuntos Políticos para “promover la investigación y el debate público sobre la influencia del gobierno chino en Ucrania y los países vecinos”. Ni Beijing quedó al margen aunque no es parte del conflicto. A ésa y otras contribuciones la NED suele justificarlas en que el beneficiario “creará conciencia pública sobre el programa a través de publicaciones en los medios, incluidos artículos, blogs, videos y programas de televisión”.
De sus páginas se desprende lo generosa que ha sido con los medios, sobre todo en la zona donde Rusia tiene más influencia. Al Instituto de Información de Donetsk le dio 100 mil dólares bajo el pretexto de “fomentar los medios independientes en el este de Ucrania”. Del receptor de los fondos dice que “continuará monitoreando los medios impresos y en línea en las áreas controladas por los separatistas para contrarrestar la desinformación”. También que “producirá y transmitirá episodios de su programa de televisión semanal Donbass Today, promocionándolo a través de videoclips en las redes sociales”.
La NED además financió a una radio comunitaria de Crimea con 16 mil dólares, que emite desde la península de mayoría rusa que Moscú se anexó en 2014. “El programa llegará a una audiencia de hasta 1,2 millones de personas” sostiene la organización de EE.UU en su relevamiento de aportes. La discrecionalidad en el reparto alcanzó a la Asociación Nacional de Medios con 51,5 mil dólares con el propósito de que “los gerentes, editores y directores de ventas de los medios de comunicación locales y regionales” puedan monetizar los contenidos.
La lluvia de dólares refrescó también al Centro de Investigación sobre las Perspectivas Sociales de Donbass. Los 50,5 mil dólares pagados, como declara la NED, le permitieron fijarse un objetivo mediático: “el popular sitio web de noticias de la organización ampliará sus informes analíticos sobre el conflicto, continuará monitoreando los medios y eventos dentro de los territorios controlados por los separatistas y desacreditará las narrativas propagandísticas”.
En el país de Hollywood el cine tampoco es ajeno a la NED y la influencia que puede tener sobre Ucrania. Destinó 62 mil dólares en 2021 a mantener “una red de cineclubes” y crear “una nueva colección de documentales sobre reformas democráticas y derechos humanos. Los cineclubes albergarán proyecciones de documentales seguidas de debates públicos sobre temas de democracia”.
Son apenas algunos ejemplos de cómo una organización que responde por sus actos ante el Senado de EE.UU, se involucró en Ucrania mucho antes de que los tanques rusos cruzaran la frontera.