El cuerpo sudado de un hombre tamaño XXL embiste como una tromba contra otro hombre, también sudado, aunque de contextura algo más pequeña. El más menudo zafa del topetazo y el público exige una cuota de sangre: "¡No se escucha! ¡No se escucha!", gritan pidiendo un buen golpe a mano abierta que haga tronar alguno de sus pechos. Dedos contra cuero, piel contra piel, carne sobre carne. Es domingo, es verano y hay lucha libre en la sede de Nueva Pompeya del Deportivo Riestra.
Luego del furor provocado por Titanes en el Ring (principalmente en las décadas de los '70 y '80 como paradigmas absolutos), por Lucha Fuerte (1975-1989) y, mucho tiempo después, 100% Lucha (2006-2010), el cosmos de la lucha libre argentina tuvo algunos gestos interesantes: revivals, remakes, fotocopias, epopeyas, vueltas de tuerca. Sin embargo, a pesar de estos intentos de corte heroico, aún no volvió a discutir un espacio pujante como entretenimiento popular y masivo.
En ese sentido, la compañía de lucha Legión Nueva Era Argentina se carga al hombro la difícil tarea de hacer un producto independiente pero profesional. Arrancaron en 2018 como una filial de chilena de Legión, pero ahora estamos en 2022 y ya habrá tiempo para la historia. Es que allí, en el fondo de la sede de Riestra se divisa un ring y los sonidos a cuerdas y colchonetas aumentan su presencia. Se huele a hamburguesa y se oye a Taga Santos, un babyface de 19 años con un notable parecido a Romeo Santos, decir que "los luchadores están estirando".
► Una banda indie lista para luchar
En uno de los costados, un stand con fanzines de la editorial 198X muestra lo mejor del universo del cómic underground. Hay un match entre lo subterráneo y lo pop, y aquí, yuxtapuestos, se potencian. Se ven copias de Pibes Plaga, Kukocam y El regreso del Sol Araña, obras del joven Alen B.
Al costado, otro stand del también pibito Ameba 'n' Destroy, con stickers, fanzines y láminas varias. "Qué agradable sujeto", dice un muchacho con remera de Iron Maiden mientras saluda a Juanma La Volpe, productor y una de las voces del podcast especializado El Tope Suicida, que acompaña el stand de 198X y viene de organizar Bardo en el Mandril, una fecha de wrestling que muchos señalan como "la mejor en mucho tiempo".
Habrá lesiones, habrá patadas, habrá agarres, habrá vuelos pero lo que hay ahora es una buena onda comparable a esas fechas en las que tocan bandas indies y todos los asistentes son amigos o conocidos de las redes sociales. ¿Precios que se ven en los stands? Pósters a $200, calcomanías a 3 x $100 y fanzines a $500.
El luchador Platino, que suele entrar a pelear con canciones de Luis Miguel, regala unos stickers con la leyenda "Fernet, porque el agua es para las plantas" mientras, obviamente, le da un sorbo a un 70/30 en la vida real. "Hoy se pone", suma Taga Santos, que ya asoma como uno de los favoritos del público. Por ahí se lo ve a Frankie Legrand, diseñador gráfico y luchador, charlando algunas cuestiones.
Entretanto, el presentador y ex árbitro Ignacio Carmona cuenta que, cuando se retiró (en la fecha de Bardo en El Mandril), se bajó una tableta entera de Diclofenac para soportar el dolor. Sin más, se levanta el pantalón y muestra un largo tajo zurcido que recorre su pierna. "Me retiré como árbitro por esta lesión, pero sigo como presentador", cuenta.
► Lucha libre autogestiva y popular
Carmona, que ahora anda desempleado y hasta antes de la lesión armaba las computadoras EXO del Plan Juana Manso, está desde el primer día y conoce la historia de Legión Nueva Era al dedillo: "Nuestro primer club fue Primavera, a una cuadra de la Villa Zabaleta. Cuando la mayoría apuntaba al público infantil, nosotros buscamos estar al nivel de la lucha libre independiente norteamericana". Más tarde, con el correr de las fechas, se mudaron al centro de Pompeya, al club Juventud y Armonía.
Pero el crecimiento se vio interrumpido por la pandemia y, después de unos shows grabados y transmitidos vía streaming a comienzos de 2021, Legión Nueva Era fue encuadrando una visión cada vez más afilada del espectáculo, donde independiente no es sinónimo de amateur. "Legión no nació de una escuela, sino que la escuela vino mucho después", sigue Carmona. "Empezamos a armar eventos temáticos con Halloween, los '80 o los campeones de América, donde salimos todos con la camiseta de la Selección. Buscamos generar una experiencia", continúa.
Así las cosas, mientras ganaban adeptos, el show organizado junto a El Tope Suicida (La Volpe y su socia Sofi Diamante) en el Teatro El Mandril logró destrabarles un nuevo horizonte: salir del nicho para empezar a ganar terreno entre el público que no ve luchas (o, por lo menos, no ve lucha argentina). "Quienes vienen a vernos se encuentran con algo diferente a 100% Lucha y Titanes en el Ring", redondea Carmona.
Algunas consideraciones de la autogestión: solamente alquilar un ring cuesta aproximadamente $15.000, los salones otros tantos miles, los sonidistas algo más y el registro de foto y video, otro pucho. No obstante, muchas veces, con tal de brindar un espectáculo a la altura de las expectativas, Legión Nueva Era terminó sus fechas mascullando números rojos. ¿Y por qué lo hacen? "Porque somos felices", explica Carmona, quien también es locutor y estudiante de periodismo deportivo.
► La narración de una Nueva Era
Cada fecha de Legión Nueva Era es autoconclusiva: arranca y termina la historia, aunque los personajes van desarrollando matices, personalidades y, fundamentalmente, rivalidades. Por caso, la de hoy se llama Legión: Into the Legionverse, en una especie de tributo a la nueva película de Spider-Man, Into the Spider-Verse. Va data: 6 son los combates, $450 es el valor de la entrada (anticipada $350), 100 son las personas presentes, unos cuantos son los luchadores y uno el invitado: Rayo Flores, un luchador noruego que vino a visitar a su familia, se trajo su ropa y su máscara y aquí anda, con ganas de repartir hostias a la tropa criolla.
Y la faena arranca con un todos contra todos: Capuchita, Ricky Roca, MC Killer, Matt del Mul, Taga Santos y Jayco dándose murra. "Ca-pu-chi-ta", grita el público mientras mete palmas. Unas chicas gritan eufóricas por Jayco, otro luchador pintón. Piñas, cachetazos, rostros que sufren, cuerpos que vuelan. ¡Plot twist! El árbitro Aníbal, un petiso de porte atlético, aprovecha el mar de cuerpos y se tira contra todos. El público enloquece y le devuelve la gentileza coreando su nombre. Al toque, Ricky Roca, un villano oriundo de Caballito, se pavonea. "Lucha muy bien", lo marca Juanma que no pifia: Roca se lleva la pelea. Hay aplausos para Jayco, que viajará a México a probar suerte en las grandes ligas.
En la segunda pelea, La Kocina de Kuma, con sus poses a lo Fuerzas Especiales Ginyū de Dragon Ball Z, se enfrenta a Los Brody Lovis, unos luchadores oriundos de Merlo. En la tercera, Pandemia y Exodus se miden contra Francisco Rolón (también conocido como "El Líder", que como civil es empleado del 911) y Johnny Fox. Es tiempo de 2 vs. 2 y Pandemia se despacha con un fosforito contra Johnny Fox. "Intentalo aunque sea", grita una chica desde el fondo del salón. Con ese envión, Francisco Rolón revolea a todos y hace el gestito del Dibu Martínez: atroden. Y aunque los empomó por un rato, la pelea será finalmente de sus rivales.
Durante toda la tarde, mientras afuera llueve y adentro explota de excitación, se desarrolla una especie de código implícito: el público también es parte de la fiesta. Acá se grita, se agita, se festeja, se abuchea y se pide. Adiós espectador pasivo, bienvenido espectador experiencial. Llega un ínterin y el anfitrión convoca a Juanma y Sofi, de El Tope, quienes armaron una rifa para ayudar a acondicionar el ring. La rifa cuesta $200 y el premio es una ilustración del Undertaker hecha por La Brea.
► La parte en la que se parten
Es tiempo de tomar una coquita, de darle una seca, de charlar y de comprarle algunos pines de Akira, Mortal Kombat o Los Simpson a Ber Sektor. "Uno por $600, dos por $1000", cuenta el pinmaker. El anfitrión agradece la paciencia, devuelve cariño al público y menciona a los medios presentes. "Canalicé mi Bilardo interno", dice Kuma, que anda tranquilo porque hoy se llevó la victoria. "¿Tenés figuritas de alguno que no esté cancelado?", pregunta en chiste Francisco Rolón, mientras recorre unas fichus noventeras de la WCW y WWE. Todavía faltan tres batallas.
La acción regresa con otro todos contra todos que presenta a Teo Griffin, Mike Brooks, Frankie Legrand y Rayo Flores. Con ayuda de un acompañante trajeado de saco y corbata, Mike Brooks vence a todos, digamos, injustamente. "¡Asesino!", le gritan desde el público. "Es el justo ganador", devuelve su compañero.
Paf!, se oye. ¡Paf!, de nuevo. ¡Paf!, una vez más. La lucha entre Slovak, oriundo de Florencio Varela, y el enorme Guido el Demoledor, un intimidante monster heel, parece una batalla grecorromana. "Sacrificalo", grita una chica. "¡No se escucha!", grita el público. ¡Paf! Ahora sí se escuchó.
La faena cierra con una batalla voladora entre Maikol, el actual campeón de Legión Nueva Era, contra Chuck Dixon, una especie de Johnny Cage nac & pop, quienes se estuvieron trenzando vía redes sociales. Hay pica y se nota. Backstage heat, le dicen a este asunto. Ellos se agarran, se pegan, se empujan: la fiebre sube. Dixon lo saca del ring, Maikol se recupera. Hay en Maikol algo del espíritu de Vicente Viloni: lleva pelo largo, es metalero y fanático de Tool. ¿Se acuerdan de Míster Moto? ¿Por qué los ídolos de la lucha argenta tienen algo medio rockero y medio tuerca?
Después de un rato de murra, Maikol, también conocido como La Torre de Chingolo, con su 1,95m y sus 85kg, finalmente retiene el título después de una batalla reñida. Luego de unos minutos, se retira cojo pero triunfante. El público aplaude, una niña con zapatillas con luces lo mira embelesada. El host da un cierra citando a Gustavo Cerati con su Gracias totales y el público devuelve con un "Nu-e-va-e-ra" acompasado con palmas.
Y como un relámpago, todos los luchadores mancomunan sus fuerzas para desarmar el ring. 1, 2, 3… ya no hay más ring. Ni tampoco público. Apenas queda una especie de gloria que sólo se reconoce estando ahí. De a poquito, volverán a sus casas, a sus trabajos, a sus vidas. Es que, después de darse con un caño, los tipos sublevan su carisma en pos de un héroe colectivo: todos y cada uno de ellos son Legión Nueva Era y saben que, para triunfar, tienen que poner el lomo (en todo sentido).
Porque, como dice La Volpe, "la lucha libre es real, todo lo demás es mentira".