El fenómeno editorial ya fue cubierto en diversas notas periodísticas: los libros sobre rock son una tendencia que lleva años y se desliza por la huella ancha formada entre una urgente máquina editorial de hacer chorizos y trabajos que revisten como mínimo una pátina de seriedad. Entre los últimos, están los anecdóticos, los enciclopédicos, los periodísticos y los analíticos, y los que combinan algunos de estos cuatro elementos. Julián Delgado nació en 1987, es historiador y en Tu tiempo es hoy. Una historia de Almendra, se tira de cabeza en la breve vida de la banda y, en ese gesto audaz y a fondo, revela con paciencia académica y atando cabos a más no poder la interrelación del cuarteto con su época. Su texto es decididamente analítico, pero el análisis se apoya en aspectos biográficos muy precisos y detallados.
Hay que recordar: en apenas dos años (1968-1970) y dos discos bien diferentes (un elepé y un álbum doble) Almendra cambió radicalmente la música popular argentina. Fue un rayo misterioso que se integró desde el ámbito barrial del Bajo Belgrano a los gestos bohemios de los pelilargos contraculturales del triángulo Plaza Francia–La Cueva–La Perla. Los contenidos que se agolpan en esos dos discos son abrumadores. Delgado vivisecciona canción por canción y levanta la alfombra preciosista y abstracta de la poesía de Luis Alberto Spinetta y también la de los sinuosos versos siempre un poco más tendientes a lo social y a lo folklórico de Emilio Del Guercio, para poner el foco en la dictadura de Onganía, las esquirlas del asesinato del Che Guevara, las organizaciones armadas, el Di Tella, el folklore de proyección, los grupos vocales y el movimiento del Nuevo Cancionero, la revolución piazzolliana y la novedad de la poética de Horacio Ferrer y Los Beatles y el situacionismo y el Mayo Francés…
La hipótesis del libro, escribe Delgado, es que Almendra expresó a través de un proyecto musical las potencias y las tensiones de su propia época. Si bien hay referencias al regreso de 1979/80 y, también, a la reunión de 2009 circunscripta al marco de las Bandas Eternas de Spinetta, el arco que cubre el trabajo expone el vértigo del proceso de la banda. Para decirlo de un modo claro y reduccionista: Almendra fue de ser considerada apenas el fichaje en RCA de un grupo beat aparentemente inofensivo a transformarse en un grupo capaz de impactar con temas más o menos extremos como el manifiesto hippie de “Toma el tren hacia el sur” o el elocuente y militante “Camino difícil”. Es decir: el trayecto de ser una banda que compartía espacio con Pintura Fresca o Palito Ortega a la decisión de encabezar con actitud vanguardista una revolución estética –que en muy contados casos también fue política– que sintetizó muchas de las corrientes artísticas argentinas y que procesó muchas de las del planeta, con Los Beatles a la cabeza.
En el medio Spinetta, Del Guercio, Edelmiro Molinari y Rodolfo García trajinaron carnavales, clubes de mala muerte, boites y festivales, con un sonido pésimo y una autoestima alta: sabían la solidez de la música que se definía mientras sus cabezas estallaban en intereses múltiples. Esponjas voraces, en apenas un puñado de meses elaboraron temas de una sencillez desarmante (“Final”) o de una complejidad admirable (“Color humano”, “Laura va”) para ir más allá, cruzar límites, seguir dialogando con su tiempo y cranear una ópera rock, fracasar en el intento y disolverse al fin en esa sentencia que cumplieron a rajatabla: Almendra no se separa, se multiplica.
Es realmente sorprendente cómo una propuesta musical tan volada, tan audaz, tan intransigente detonó en un público que sintió, tal vez –y es una de las hipótesis del libro– la tremenda contemporaneidad de esa música. Delgado examina cada uno de los meandros y pasos de la banda y los pone mano a mano, en un duelo de altísimo nivel, a confrontar con un universo de ideas en el cual parecía que los sueños podían convertirse en realidad. Sin embargo los Almendra, como todos los pioneros del rock argentino, quedaron atrapados entre el fuego bipolar del poder establecido –tanto en dictadura como en democracia– y las organizaciones armadas. Desde el Estado lo corrían por hippies o por extravagantes; desde las organizaciones los acusaban de ingenuos y de imperialistas. Almendra talla cuando Los Beatles se despedazan entre abogados, libras esterlinas, esposas y acusaciones mediáticas; cuando Lennon determina, precisamente, que el sueño había terminado. Aquí los tiempos políticos dictaban que estaba todo por hacerse. En ese delay aparecen las canciones de Almendra. Aquí los sesenta, de alguna manera, ocurrieron en la primera mitad de los setenta. Hubo, pues, dos revoluciones: la del rock, heredera de la contracultura; y las políticas, provenientes de una serie de ideas desprendidas de Cuba, del Mayo francés, de la influencia del comprimiso de Sartre. Nada es lineal, pero resulta tentador pensar que una triunfó en los usos y costumbres –y que, como contracara, degeneró en la juventud como producto– y que la otra fracasó estrepitosamente.
Es destacable cierta tercera posición que parece inherente a la esencia de Almendra. Ya sea estéticamente –escuchando los dos discos, no está mal ubicar a la banda entre el beat de Los Gatos y el blues de Manal–, como por la simpatía por el peronismo de García y Del Guercio o por las búsquedas poéticas y espirituales siempre singulares de Spinetta, Almendra destacaba en una originalidad peculiar. Delgado cita al libro de Theodore Roszak, El nacimiento de una contracultura, de 1969: “Construir la sociedad buena no es, fundamentalmente, una tarea social, sino psíquica. Lo que hace de esta desafiliación juvenil de nuestro tiempo un fenómeno cultural más que un simple movimiento político es que trasciende el nivel de la ideología para llegar al nivel de la consciencia”. Y pegado, cita un textual de Spinetta: “La música es un lenguaje que está en el cosmos, como todo lo que nos rodea. El músico que se pone en contacto con el cosmos, que sabe indagarlo con amor, que consigue la comunicación con los otros seres y con Dios, ese hombre-músico podrá apoderarse y utilizar ese lenguaje como si leyera una clave que para los demás es indescifrable. Y hará su música, sin detenerse jamás. No tendrá fronteras ni limitaciones”. Lenguaje, cosmos, Dios, amor, comunicación… Spinetta, con Almendra, empezaba a leer sus propias claves “para los demás indescifrables”, que encastraron en la época.
Tu tiempo es hoy atrapa, hace reflexionar, arroja datos, rastrilla fuentes, le da la voz a Rodolfo García y Emilio Del Guercio, refuta supuestos y tiende puentes a los cuatro vientos. Escanea a una banda que, como el título del libro (una frase de “Muchacha ojos de papel”)– se conjuga –misteriosa, eternamente–, en tiempo presente.