A fines de 2021, Sydney Sweeney fue señalada por The New York Times como la más aterradora chica de la TV. No por interpretar a una asesina violenta o a una villana sádica, sino por algo mucho más atemorizador: una niña rica que leía a Nietzsche al borde de la piscina y que podía destruir tu autoconfianza con solo una mirada. "Lo amo", dice ella sobre ese dudoso honor. "Definitivamente no es un título que pensé que fuera a recibir, pero lo tomo."
La niña rica en cuestión es Olivia Mossbacher, una de las piezas del ensamble de maravillosamente monstruosos personajes de The White Lotus. La sátira de HBO sobre el mundo de los ricos, ambientada en un suntuoso club de vacaciones de Hawaii, se convirtió en un éxito gracias a su magnífico retrato del mundo de los privilegiados. Olivia era una estudiante secundaria arrastrada al viaje por sus acomodados padres, que pasa sus días asoleándose junto a su amiga Paula, juzgando de manera salvaje a otros huéspedes entre capítulos de textos filosóficos. Como los tiburones que acechan en las aguas vecinas, este terrible dúo puede oler a su próxima víctima a un kilómetro de distancia. Y lo despedazan con gusto.
Pero la propia Sweeney no está ni cerca de ser aterradora. Al teléfono desde Los Angeles, la actriz de 24 años es energética y liviana. Las palabras brotan naturalmente: chismes, opiniones, anécdotas. Si se le pregunta por su perro Tank -"está en el jardín mirando ardillas"- prácticamente entra en combustión de alegría. A ella también le asusta Olivia. "No he tenido muchas Olivias cerca, pero tuve un par de breves encuentros con algunas y me asustaron."
A Sweeney ya se la vio antes de The White Lotus, usualmente interpretando personajes que fingen dureza pero que en realidad son profundamente inseguros. Estaba la niña novia Eden en El cuento de la criada; la intensa, suicida adolescente Alice en Sharp Objects; y, en el drama teen Euphoria, la sensible Cassie, que en un momento se quita coquetamente las zapatillas y al siguiente se desintegra de ansiedad en el baño. Ella está particularmente orgullosa de esa performance... aunque los críticos no la registraron mucho.
"Con The White Lotus sentí que la gente finalmente estaba reconociendo el duro trabajo que estuve haciendo", dice. "Es algo que durante un tiempo me molestó. Estoy muy orgullosa de mi trabajo en Euphoria. Pensé que era una gran actuación. Pero nadie habla de eso porque hice un desnudo. Hice The White Lotus y de pronto todos los críticos estaban prestando atención. La gente me ama. Se pregunta qué voy a hacer después. Y yo me decía 'Bueno, ¿no viste eso en Euphoria? No viste eso en El cuento de la criada'?" Cree que hay "un estigma contra las actrices que se desnudan en pantalla". "Cuando un tipo tiene una escena de sexo o muestra su cuerpo, sigue ganando premios y recibe elogios. Pero en el momento en que lo hace una chica, es completamente diferente."
En la primera temporada de Euphoria -una Sex Education en Los Angeles, reforzada con drogas y OxyContin y alcohol en una neblina de neón-, Cassie estaba en el centro de una historia en la que se la tildaba de puta. Abandonada en la infancia por su padre adicto a la heroína, había pasado su adolescencia buscando la validación de los muchachos a través del sexo. Cuando los novios le preguntan si la pueden filmar ella acepta, pensando que un día una de esas relaciones será duradera. No pasa demasiado tiempo antes que esos videos se diseminen en la escuela.
En un cruel caso de la vida imitando al arte, luego de la emisión de la serie capturas de pantalla de las escenas de desnudo de Cassie aparecieron en las redes sociales. Sweeney lo descubrió cuando su hermano menor fue etiquetado en los posteos. "Eso fue la cosa más hiriente que alguien podría hacer", dice. "Lo que hago es algo completamente separado de mi familia. Mi personaje está completamente separado de mí. Es algo irrespetuoso y estresante." ¿Cómo lidia con ello? "Para ser honesta, no creo que haya un mecanismo para lidiar con eso. Simplemente te acostumbrás."
Sweeney nunca se sintió incómoda filmando Euphoria, que tenía en el set un coordinador de escenas íntimas. "Sam Levinson, el guionista, es asombroso", dice. En la nueva temporada "hay momentos en los que se supone que Cassie esté con el torso desnudo y yo le podía decir a Sam 'no creo que sea necesario', y él coincidía, 'OK, no lo necesitamos'. Nunca sentí que me presionara o que intentara meter un desnudo en HBO. Cuando no quería hacerlo no me obligaba."
No todos los proyectos fluyeron tan bien. "He tenido experiencias en las que quería irme a casa y sacudirme todo porque me sentía asqueada", dice Sweeney. Cuenta de una situación en la que un director no se comunicaba con propiedad y se negaba a hacer cambios al guión. "No me sentía cómoda con mi compañero de elenco o el equipo, y no sentía que mi personaje debiera hacerlo. Eso me hizo aún más consciente. No sentía que pudiera expresarlo."
En el final de la primera temporada de Euphoria, Cassie se practicaba un aborto y era abandonada por su novio McKay. En la apertura de la segunda, está luchando con el hecho de ser soltera por primera vez y se engancha con Nate, un violento acosador que antes estranguló a su mejor amiga Maddy. La cosa no anda bien. Cassie cae en una depresión y llega a su punto más bajo en una fiesta en la que se emborracha y vomita en un jacuzzi. Fue algo horrible de filmar. "Diseñaron esta cosa que se veía horrible", dice. "Estaba enganchada a un tubo pegado a mi pelo y mi espalda, conectada a un tanque fuera de cámara. Durante la escena se llenaba el tanque y llegaba a mi boca. No sé qué era. No se sentía bien, tenía un gusto horrible. Tuve que lucir como si nada pasara y contenerlo hasta que fuera el momento. Fue espantoso."
En esta temporada, Cassie es exprimida. En otra escena agotadora, Sweeney es arrojada a un auto enganchado a un camión en una ruta desierta de Santa Clarita. Más tarde, prácticamente se derrite de miedo tras una puerta mientras Maddy, que ssopecha de las acciones de Nate, trata de tirarla abajo.
Los años adolescentes de Sweeney no podrían haber sido más diferentes. Creció en suburbios de Washington e Idaho. Su familia vivió en el mismo lago por cinco generaciones, en una casa sin internet pero llena de murciélagos y ratones. "Es un modo diferente de vida", dice. "Muy simple: la familia es todo. Me metí en todo deporte posible. Estuve en el equipo de fútbol, el equipo de béisbol, el equipo de esquí..." A los 11 tuvo un terrible accidente de esquí acuático. "Me golpeé la cara con una tabla y se me abrió cerca del ojo izquierdo", dice. "Me dieron 19 puntadas, y quedé aterrada de volver a hacerlo. Pero en el momento que me sacaron los puntos mi madre me llevó de nuevo al lago, me dijo que me metiera al agua con la tabla y no me dejó salir hasta que me parara."
Fue alrededor de ese momento que Sweeney se dio cuenta que quería actuar. Quizá pareció una opción más segura que el esquí acuático profesional. Una pequeña película independiente de zombies vino a filmarse al pueblo y ella le rogó a sus padres que la dejaran hacer una audición, armando un plan de negocios para convencerlos. El plan funcionó. "Estoy muy agradecida a mis padres", dice. "Sacrificaron casi todo. Tuvieron que dejar el hogar en el que habían vivido siempre. Los Angeles es diez veces más caro que donde crecí. Todo el estrés financiero, el estrés familiar, puso mucho peso en nosotros y mis padres terminaron divorciándose. No fue un camino feliz llegar hasta aquí, pero trato de devolverles todo lo que puedo."
Es fácil creerle. Sweeney es una hacedora. Cuando puede encajar clases alrededor de la agenda de filmación de Euphoria, estudia para un posgrado en negocios. A los 24, montó su propia productora, Fifty-Fifty, que se enfoca en historias protagonizadas por mujeres. Durante la pandemia se entretuvo en restaurar el auto de sus sueños, un Ford Bronco 1969 rojo furioso. Nunca se detiene, y vive con una valija. "Me siento un poco como una nómade. Nunca me quedo demasiado en un lugar", dice. "Y me encanta."
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.