¿Existe el crimen perfecto? ¿Cuáles son los secretos para esclarecer científicamente un crimen? ¿Qué método --y cuáles indicios-- se siguen en la instancia de investigación? ¿Hay margen para el error? Donde todo parece certero, aparecen dudas de todo tipo acerca de las posibilidades de encontrar el dato preciso y el resultado inequívoco. Estas y otras inquietudes guían el recorrido de este diálogo que Página/12 mantuvo con Gastón Intelisano, licenciado en criminalística, docente y oficial del Poder Judicial de la Argentina. Durante cuatro años, Intelisano trabajó junto a la Unidad Médico Forense de Investigación Criminalística (UMFIC). Allí pudo observar, muy de cerca y persistentemente, el trabajo de médicos y peritos forenses en numerosas escenas de crímenes y autopsias.
En Elemental, mi querida ciencia (forense) (Siglo XXI), este experto pone el foco en la cientificidad y el poco margen de error que hay en el proceso de investigación de cualquier tipo de crimen; “que luego el fiscal le otorgue un sentido a esos indicios que se hayan encontrado” exime de culpa y cargo a los investigadores forenses. Allí, en su trabajo más reciente, Intelisano sostiene que “el crimen perfecto no existe” y explica cuáles son los límites de la ciencia forense.
Previamente escribió las novelas La navaja de Ockham (2020); Principio de intercambio (2016); Error de Cálculo (2014); Epicrisis (2013); y Modus Operandi (2011). En todos sus libros aparecen los rastros de su pasión por la criminalística.
--¿Qué lo llevó a escribir Elemental, mi querida ciencia (forense)?
--Me interesaba tomar un tema que no es de conocimiento público y bajarlo a un lenguaje que fuera entendible para cualquier persona; hablar sobre ciencia forense siendo parte del tema. Quise desmitificar, también, la idea de que la ciencia forense lo resuelve todo. Porque, en verdad, la ciencia forense tiene sus límites.
--¿Cómo cuáles?
--Por ejemplo, si uno levanta una mancha de sangre de una manera equivocada, cuando esa sangre llega al laboratorio ya no sirve para hacer el análisis. Si eso sucede, entonces perdemos todo lo hecho hasta ese momento. Cuando hablo de los límites de la ciencia forense me refiero a que, aun cuando se ha avanzado mucho --y ese avance continuará por el desarrollo de la tecnología--, si no hay recurso humano preparado para utilizar toda la aparatología o no hay gente que sepa leer los resultados que derivan de un determinado aparato, estamos en el horno. De allí que resulte fundamental la formación de los técnicos, los peritos. Ése es un aspecto esencial que remarco en el libro y en mis novelas.
--¿Qué es la ciencia forense?
--Es la que se ocupa de investigar los hechos delictivos, aportando pruebas para acusar o descartar a un sospechoso, valiéndose de los conocimientos de distintas disciplinas.
--¿En qué medida el crimen dialoga con el contexto? ¿La definición de crimen cambia a través de los años?
--El crimen va mutando con el tiempo, no solo en nuestro país sino en el mundo. Por caso, suelo poner el ejemplo de Estados Unidos: la principal preocupación en los ‘80 y en los ‘90 eran los asesinatos en serie; hoy, esa preocupación está enfocada en estas personas que llegan a un lugar con un arma y hacen un desastre. Ese crimen que va mutando requiere que la investigación en la materia se actualice de manera permanente.
--En nuestro país, ¿también es posible identificar mutaciones?
--En nuestro país, el tipo de crímenes que encontramos en las grandes ciudades se distingue de aquellos crímenes que resultan más frecuentes en pueblos o localidades más pequeñas. Estos crímenes suelen tener más que ver con el robo de ganado, con la cosa rural. En una ciudad se presentan homicidios más complejos. En paralelo, ha cambiado la evidencia informática y se ha incrementado la cantidad de trabajo durante la última década. Una de las divisiones que más ha crecido es la de informática forense porque, en cada hecho, hay cinco, seis celulares, computadoras, todo tipo de dispositivos que hay que analizar para evaluar si la información que proveen se inscribe en el contexto de ese crimen. Cuando hablo de crimen no siempre me refiero a un asesinato y tampoco es que siempre haya un cadáver; puede ser un tema de pornografía infantil, por ejemplo. En esos casos interviene mucho la informática forense. Todas las ciencias que forman parte de la criminalística y de la ciencia forense en general han evolucionado a la par del crimen y la tecnología.
--¿El crimen capitaliza los avances de la tecnología?
--Claro que sí. Por ejemplo, creció mucho la estafa que se vale de la actividad virtual. Y en ese ámbito, el problema es que sigue habiendo un gran vacío legal. O sea, ¿hasta dónde puede llegar la justicia? Muchas veces el problema es que las pruebas no son tangibles sino que están en un universo de softwares. Por eso sostengo que muchas veces el crimen va de la mano de la tecnología, tanto para hacer el bien --cómo resolvemos un determinado crimen con nueva tecnología-- como cuando los delincuentes la usan para cometer crímenes.
--¿Cuáles son los secretos para esclarecer crímenes científicamente?
--La criminalística se nutre de distintas ciencias --en particular, de las llamadas ciencias “duras”-- aunque también, de muchas artes y oficios. La criminalística es una gran reunión de científicos de distintas especialidades que trabajan para la justicia; lo que ellos hacen es aportar su conocimiento para que ese conocimiento sirva en un juicio, en una causa. El perito, de la ciencia que sea, emite un dictamen en potencial: “estaríamos en presencia de”... En el imaginario popular, la palabra “forense” remite al médico forense. Pero, así como está el médico forense, también hay antropólogos forenses, psicólogos forenses. El término “forense” significa “aplicado a los tribunales”. En relación con los secretos para esclarecer crímenes científicamente, hay que saber dónde buscar y qué buscar. Otra cosa importantísima es el lugar del hecho.
--¿Qué aporta el lugar del hecho?
--El lugar del hecho aporta mucha información si uno sabe cómo recolectarla. Siempre se dice que la resolución de un crimen depende en un 50% de lo que se encuentra en el lugar del hecho y en el 50% restante, de lo que se encuentra en la autopsia; ésas son las dos fuentes más importantes de información en una investigación. Entonces es muy importante que la primera persona que llegue al lugar del hecho, aun cuando no sepa hacer un relevamiento, tenga la conciencia de cerrar ese lugar, precintarlo para que nadie entre y nadie salga, es decir que nada se mueva. Luego de esa primera preservación, entra el trabajo de cada uno de los peritos, tales como levantar un proyectil de arma de fuego, una mancha de sangre o de cualquier otro tipo, una huella latente de calzado o de otro tipo. Estos procesos deben hacerse siguiendo los protocolos. Hay protocolos para todo. Si hay algún tipo de fractura en lo que hacemos o algo que no se hizo bien en ese momento, esa pericia puede ser descartada y se vuelve a foja cero. Eso puede ocasionar que un hecho no se resuelva.
--¿Hay algún caso que haya sido particularmente emblemático?
--El caso de O. J. Simpson marcó un antes y un después en el tratamiento de la evidencia. Allí se puso en duda el procedimiento para levantar esa evidencia; ese cuestionamiento permitió que O. J. Simpson pudiera quedar impune. Como en esa ocasión no se había levantado la evidencia de forma correcta, a partir de allí, los protocolos, que ya existían, se volvieron más específicos y se tuvieron que seguir al pie de la letra. A veces la gente me pregunta: “¿cómo puede ser que, con tanta tecnología, los crímenes no se resuelvan?”. Muchas veces está el cuchillo con el que se apuñaló a una persona, está la sangre de la persona herida, están las huellas en el mango del cuchillo... Uno lo aporta como prueba, pero cuando eso llega a la instancia de juicio, hay abogados defensores que se especializan en buscar --y logran encontrar-- esos errores que pudo haber tenido la investigación; eso hace que una pericia se derrumbe y se vuelva al inicio.
--¿Cómo juegan los posibles sesgos de confirmación de quienes investigan un crimen?
--Lo ideal sería que los peritos aportemos lo que encontramos en el lugar y que luego el fiscal le otorgue un sentido a esos indicios que se hayan encontrado. Nosotros no podemos hacer juicios de valor ni sugerencias de ningún tipo. Como peritos, nosotros acudimos al lugar del hecho o presenciamos el momento de la autopsia. Aportamos información, fotografías, todo lo que se encuentra. Después pasa a ser tarea del fiscal que la investigación vaya en una dirección o en otra. Por ejemplo, cuando aportamos información no decimos: “estamos hablando de una puñalada que se dio a gran velocidad”. No, lo que decimos es: “encontramos en el cuerpo una herida compatible con una producida por arma blanca, de una cierta profundidad”. Si fue con saña o no lo va a tener que evaluar el fiscal. Nosotros solo aportamos las evidencias que se encuentren.
--¿Pero todos y cada uno de los investigadores encontrarán lo mismo en la escena de un crimen?
--En teoría, todos deberíamos encontrar lo mismo porque estamos entrenados para buscar ciertas cosas. Se sigue un patrón; lo científico no deja mucho librado al azar. La autopsia tiene que ser completa, ordenada, representativa, ilustrada. Si llega alguien a la mesa de autopsias con un disparo en la cabeza, uno tiene la idea de que va a estar todo en el cráneo y se buscará el proyectil, aunque después se analice todo el cuerpo. En más de una ocasión tuvimos que realizar la autopsia de un suicidio con un disparo en la cabeza, por ejemplo. Al hacer el examen de tórax y abdomen encontramos que la persona tenía algún tipo de cáncer. Eso te puede dar una idea acerca del origen del suicidio. Sin hacer una aseveración, se lo informamos al fiscal, porque lo puede llevar a pensar que eso derivó en el suicidio. Pero nosotros, desde lo estrictamente científico, buscamos qué dice ese cuerpo, qué aparece en ese cuerpo más allá de ese disparo. Tanto el médico que hizo la autopsia conmigo como otro médico, o si la autopsia se hizo en China, en Estados Unidos o donde fuere, todos llegaremos a la misma conclusión: esa persona murió por esa herida de arma de fuego en la cabeza y, además, presentaba síntomas de algún tipo de cáncer. Es decir que todos llegaremos a un mismo resultado, que debería ser el que informemos.
--A partir de la pandemia, ¿observa cambios en las características del crimen?
--En un principio, cuando solo los esenciales podíamos salir de nuestros hogares, el crimen había bajado muchísimo y de manera precipitada, producto del aislamiento. Es más, hubo una o dos semanas en las que no hubo hechos de ningún tipo. Yo llegaba a mi guardia y veía la pizarra limpia; esto tenía mucho que ver con que estábamos todos en nuestras casas, no había gente dando vueltas en la calle, por lo que no había robos ni asesinatos ni suicidios. A medida que el encierro fue aflojando y comenzó a haber mayores niveles de interacción social, nuevamente subió el número de muertes en ocasión de robo. Con el encierro creció mucho la violencia intrafamiliar --las peleas entre familiares que terminaban en muerte-- y, en paralelo, los suicidios. Según las estadísticas que manejamos todos los años, el pico de suicidios suele darse en diciembre, entre los días previos a Navidad y los primeros días de enero. Este año empezó antes de diciembre y hasta mediados de febrero tuvimos bastante cantidad de suicidios, de todas las edades y todos los estratos sociales.
--En los últimos tiempos creció considerablemente la producción de series y películas de crímenes y policiales. ¿Por qué atraen tanto estas temáticas?
--Me parece que se relaciona con cierta cosa atávica que llevamos en el inconsciente, de esta relación con la muerte, con lo oscuro, con la locura. Cuando me preguntan si me da impresión mi trabajo, siempre digo que la sangre, el olor, ver un cadáver maltrecho y demás no me afecta tanto como la historia que está detrás de ese cadáver, o sea, por qué esa persona termina en un suicidio o como víctima de un homicidio. Muchas veces la historia que viene detrás nos impacta más que el hecho de enfrentarnos a un cadáver.
--¿A qué se debe ese endurecimiento?
--No lo sé, pero con el tiempo uno se va poniendo un poco más duro y no lo afecta tanto. Sí nos queda girando en la cabeza esa historia que no conocemos. Hay una especie de romantización del crimen, de la muerte. Conozco morgues de nuestro país y de otros países y en ninguna vi un televisor de pantalla plana en la sala de autopsias, como muestran las series; eso es impensado. Hay una cosa glamorosa de la muerte que atrae. Esto es algo que veo mucho en mis alumnos. Muchos me dicen que se decidieron a estudiar criminalística por CSI (Crime Scene Investigation), por ejemplo. También están quienes dicen que es una disciplina que les interesó siempre. En mi caso, crecí viendo los Expedientes-X, El silencio de los inocentes... Recuerdo haber visto El coleccionista de huesos en el cine el día que me inscribí en Criminalística. En ese entonces, me dije: “sí, definitivamente esto es lo que quiero hacer”. Creo que la mayoría llegamos a estos temas a través de las series, los documentales, las novelas.
--¿Qué relación encuentra entre esto que menciona y la idea, expresada en su último libro, de que la realidad supera la ficción?
--Más de una vez, a partir del relato de los hechos o de lo que encontramos en la autopsia, me encuentro diciendo que si escribiera esa historia no me lo creerían. Sí, creo que la realidad supera la ficción y, sobre todo, en lo que respecta a la ficción policial o la novela negra. Mucho de lo que escribo en las novelas se basa en cosas que he vivido y me han pasado. Esto le da más poder a lo que uno cuenta, porque no es algo inventado, sino que es algo vivido de cerca, de primera mano.
--Dice que “no existe el crimen perfecto, existen malas investigaciones”. ¿Por qué?
--Así lo creo. Hoy es muy difícil cometer un crimen “perfecto”. En todo dejamos un rastro biológico, latente, tecnológico. Hay cámaras de seguridad y numerosas formas de ubicar a una persona en cierto lugar a determinada hora. Una mala investigación, tanto por impericia como por ignorancia, puede llevar el caso en una dirección incorrecta y perder indicios fundamentales.
--¿Cuál es su análisis sobre el tratamiento que suelen hacer los medios de los hechos policiales y los crímenes? ¿Cómo es la narración mediática que predomina?
--Noto un creciente interés por las coberturas policiales. Llegan a ser más del 50% de las noticias que vemos a diario. He percibido una formación más académica de los reporteros. La mayoría tiene conocimientos de criminalística y procedimientos forenses. Antes, el periodista se quedaba con lo que le informaba la policía. Hoy conocen los procedimientos y los análisis, y los saben explicar. Es un avance muy importante dentro de este tipo de periodismo.