El Papa no recibió ni le envió ninguna carta a ninguna figura de la Argentina, pero ratificó hoy un posicionamiento que bien puede tener lecturas políticas fronteras adentro del país y más en la previa de unas elecciones, cuyo resultado puede ser determinante para la profundización o el freno al ajuste implementado por Mauricio Macri: criticó la idea de la meritocracia y se pronunció contra quienes favorecen a los que especulan.
Francisco reiteró su posición en un encuentro con trabajadores, al iniciar una visita pastoral a Génova que se extenderá durante todo el sábado. En ese marco, usó en un pasaje una expresión que remite al presente argentino: meritocracia. Criticó el concepto de la cultura de la "meritocracia porque usa una palabra bella, el mérito, pero se está transformando en una legitimación ética de la desigualdad". Y fue categórico al afirmar que "el que piensa resolver los problemas de su empresa despidiendo gente no es un buen empresario, es un comerciante: hoy vende su gente, mañana vende la dignidad propia".
Justamente el gobierno de Cambiemos instaló la idea de “meritocracia” como valor en un contexto de despidos y achique del aparato productivo, y con tasas de interés altas que favorecen la especulación. "Paradójicamente, algunas veces el sistema político parece favorecer al que especula sobre el trabajo y no al que invierte y cree en el trabajo", aseguró el Papa en alusión a los gobiernos que fomentan prácticas especulativas.
Jorge Bergoglio se mostró emocionado al recordar que desde el puerto de Génova partió su padre en 1929 rumbo a la Argentina, en un discursó en el que reivindicó el trabajo y la producción por sobre la especulación financiera. "Cuando la economía está habitada por buenos empresarios, las empresas son amigas de la gente y de los pobres. Cuando en vez pasan a las manos de los especuladores, todo empeora. Con ellos la economía pierde los rostros, es una economía abstracta. Detrás de sus decisiones no hay personas y por lo tanto no se ven las personas que se despiden", dijo en la fábrica Ilva.
"El trabajo es el centro de cada contrato social, no un medio para consumir. Hay que amar el trabajo, es un amigo de la oración, está presente en la Eucaristía. Un mundo que no entiende el trabajo, no entiende la Eucaristía. El trabajo es dignidad, y por eso todos deben tenerlo", cerró el Papa, quien luego almorzó con once presos en el santuario de Nuestra Señora de la Guardia.
Francisco advirtió que "una enfermedad de la economía es la progresiva transformación de los empresarios en especuladores. No deben ser confundidos, son dos tipos distintos. El especulador es una figura similar a la que Jesús en el Evangelio llama 'mercenario’". Consideró que es a los especuladores a los que “hay que temerle, no a los empresarios”.