El influencer Santiago Maratea, que recaudó más de 180 millones de pesos para ayudar a combatir los incendios forestales en la provincia de Corrientes, fue cuestionado por “fomentar la antipolítica” entre los jóvenes que lo siguen. “No hago antipolítica...puede ser un efecto de las cosas que yo hago y yo como ciudadano puedo tener indignaciones. Pero no estoy en ningún partido político, no recibo plata de nadie, no recibo votos, no me quiero dedicar a la política...Es obvio que lo que hago no es antipolítica”, aclaró el joven influencer de 29 años, reconocido por sus acciones solidarias en las redes sociales. Lo paradójico es que se convirtió en un héroe de los militantes mediáticos de la antipolítica, entre los que se podría mencionar a Mirtha Legrand y Baby Etchecopar.
“¿Cómo un chico de 29 años junta casi 200 millones de pesos para el bien de otros y lo masacran? Es increíble; si San Martín hubiera cruzado los Andes ahora, lo habrían hecho mierda en Twitter”, dice Juan Carr, creador de la Red Solidaria que fue postulado para el Premio Nobel de la Paz en siete oportunidades. “Que la solidaridad es maravillosa y lo que hace el Estado es una porquería tiene 200 años de historia -continúa Carr-. Hay una solidaridad del pueblo, la de la gente en los barrios que se ayudan todo el tiempo. Después está el sector medio --el clásico voluntariado, las ONGs, las fundaciones-- que tiene una relación histórica más con lo privado que lo público. Los sectores antipolítica multiplican la idea de que lo que hace Maratea es lo que tendría que hacer el Estado. El Estado hace un montón de cosas, pero esta batalla tal vez viene desde Rivadavia y las damas de Beneficiencia, o desde morenistas y saavedristas. La novedad es la aparición de un emergente, un joven que hace una cosa genial, y remueve el debate”.
Intervención en lo público
“Lo más interesante no es tanto detenerse en la acusación de antipolítica sino en los argumentos que esgrimen quienes defienden a Maratea de esa acusación”, dice la socióloga Micaela Cuesta, doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. “En esas explicaciones simplificadoras se suelen encontrar los discursos e ideologías que circulan en torno a la (anti) política: el ciudadano confía en Santiago Maratea porque él es transparente en tanto las instituciones del Estado son opacas, corruptas. Él se preocupa y ocupa; los funcionarios no se hacen cargo; él actúa sin interés; los políticos son interesados. Él es solidario y despierta a la solidaridad; los políticos son egoístas”, compara la socióloga. “La antipolítica se nutre de estos argumentos que están más allá y más acá de Maratea. Él expresa una forma antipolítica de entender la política”, argumenta Cuesta.
Beatriz Busaniche, activista y académica argentina por la cultura libre, docente de la UBA y de FLACSO y presidenta de la Fundación Vía Libre, observa que el concepto de sociedad civil entra a terciar en esta cuestión de quién resuelve los asuntos de lo público. “La mala noticia para aquellos que se embanderan en la antipolítica es que no hay nada más político que el discurso de la antipolítica; la acción de lo público es política. Lo que hace Maratea, Juan Carr y las ONGs, es política, es intervención en lo público. Embanderar este tipo de acciones con la antipolítica me parece un despropósito, una manipulación antojadiza que no es inocente en ese tratar de denigrar el rol del Estado”.
La presidenta de la Fundación Vía Libre propone una distinción fundamental. “El rol de tomar acción en las políticas públicas es del Estado; la sociedad civil marca líneas para que las políticas públicas vayan en un sentido y no en otro, hace incidencia en lo público -aclara-. Lo digital habilita a las y los influencers como una nueva figura de la política; son sectores que disputan un espacio en la comunicación pública y muchas veces emergen con un discurso que abona la antipolítica. Pero lejos está de ser antipolítica. No hay nada más político que asumir un rol en la vida pública”. Carr también se posiciona. “Cuando me preguntan ¿ustedes reemplazan al Estado? No, de ninguna manera, les digo. Nosotros complementamos lo que hace el Estado. Yo soy recontra súper pro Estado, como soy recontra súper pro empresas que generan trabajo”, subraya el creador de la Red Solidaria.
“El rol del Estado burocrático racional es la previsión; en las emergencias aparece la dificultad”, precisa Busaniche. “Quizá habría que tener un Estado no más chico sino más eficiente. Esta idea de hacer un sinónimo de Estado eficiente y Estado chico también es una tropelía ideológica del sector antipolítica que, insisto, hace más política que muchos otros sectores que se reconocen parte de la política. Soy de la idea de que el Estado tiene que ser más eficiente y esto no es un Estado más chico ni menos gastador. Todo lo contrario; es un Estado más profesionalizado, con la capacidad de pagar sueldos mejores que los que paga. Muchas veces en áreas altamente especializadas el Estado no consigue gente que pueda ir a trabajar porque el sector privado paga mejor”.
Altruismo individualista
Cuesta reflexiona sobre la matriz de la narrativa antipolítica. “Por contraste con el héroe ágil y solit(d)ario, se sitúa un Estado elefantiásico. A la eficacia recaudatoria y la feliz disposición de los argentinos a entregar parte de su dinero a causas urgentes, se opone la imagen de un Estado confiscador y chupa sangre que pide, pero nunca da… o siempre reparte entre los mismos: los políticos”, explica la socióloga. “Maratea provoca indentificaciones en aquellos que, como él, se quieren con iniciativa, sin cargas pesadas ni responsabilidades institucionales, pero con buenas intenciones y destreza para realizarlas”, analiza Cuesta y agrega que para quienes lo erigen en héroe “representa la fantasía de poder vivir por fuera de un orden normativo, político y social, sin trabas burocráticas de ningún tipo, sin obligaciones legales ni fiscales, con la posibilidad de poder elegir cuándo y dónde actuar con todas las ventajas tecnológicas disponibles”.
¿Por qué la solidaridad queda como una bandera de la antipolítica? “Hay un sentido de la solidaridad asociado al individuo aislado, a cierto altruismo que siendo profundamente individualista se articula muy bien con la antipolítica”, responde Cuesta y señala que hay un concepto sociológico de la solidaridad que reclama a la política y reconoce su valor. “La solidaridad, ya lo dijo Durkheim, es un mecanismo de cooperación, las más de las veces nada espontáneo, que, dada la heterogeneidad y complejidad de las sociedades modernas, estamos constreñidos a sostener si queremos sobrevivir bajo ciertas condiciones de paz y orden social. La política es una acción social humana imprescindible y co-originaria dada nuestra condición de interdependencia, tanto de otros seres humanos cuanto de múltiples instancias sociales, técnicas, económicas y culturales. La política es, en un sentido amplio, una forma de relacionarnos con otros en tanto sociedad”.