La lectura de relatos de viajes ha impulsado a muchos viajeros a emprender nuevos caminos. Cuando terminé de leer Viaje al país de los Araucanos de Estanislao Zeballos, tuve la certeza de que había encontrado un relato con fotografías de viaje adecuado para analizar representaciones, imaginarios o ideas acerca de la nación argentina.
Me interesó, particularmente, la minuciosa descripción inicial del equipo fotográfico que llevaba en su viaje junto al equipamiento científico. Me atrajo también la fuerza de un discurso que relacionaba el Estado, la Nación y las imágenes. Zeballos comenzaba su libro hablando de las fotos, pero las imágenes que publicó eran grabados. Por lo tanto, me urgía encontrar las fotografías que supuestamente había realizado. Una mañana de 2005 inicié un breve viaje a Luján, ciudad que data de la época colonial, situada a unos 50 km de Buenos Aires. Preparé mi cámara, mis cuadernos, algo para comer y tomé un colectivo. Sentía una agradable expectativa ante este viaje, aunque también me generaba dudas acerca de la posibilidad de encontrar las fotos anheladas.
En la plaza central de Luján se halla la catedral y a un costado el Archivo Estanislao Zeballos. Me atendieron amablemente. Solicité fotografías y me entregaron varias cajas con retratos personales y familiares, así como algunas bien conocidas de la campaña del desierto realizadas por Antonio Pozzo. Era interesante saber que Zeballos había tenido aquellas imágenes, pero no era lo que buscaba. Insistí en mi pedido y entonces me trajeron dos álbumes de las fotografías que habían servido de base para la realización de los grabados del Viaje al país de los Araucanos. Tenía una agradable sensación de satisfacción, había encontrado lo que buscaba, tenía cierta urgencia e intriga por comenzar a analizarlas y saber si realmente serían tan interesantes como esperaba. Con mi cámara digital compacta pude reproducir las imágenes para luego estudiarlas y regresé pensando que lo más probable era que había conseguido un pequeño tesoro, no por su valor estético o económico, sino porque me permitía estudiar el rol de las fotografías y los relatos de viaje en el proceso de consolidación del Estado Nacional.
Las fotografías realizadas a fines del siglo XIX y principios del XX me provocan cierta fascinación. Me gusta mirarlas. Me atrae la variedad de tonos que van del blanco al negro pasando por diversos grises. Me parece increíble que la realidad pueda ser mostrada de esa manera. Me fascina la búsqueda de la perfección en las composiciones, el punto de vista, los temas. No sólo me interesan para entender el pasado, sino que me atraen porque, a pesar de que se ha insistido en la reproducción mimética de la realidad, puedo intuir cómo se presenta una construcción particular de la mirada y de la observación.
Volví a tener esa sensación de satisfacción ante el encuentro de lo que para mi era un codiciado tesoro en el archivo del Instituto Iberoamericano de Berlín. Fue un viaje más largo, toda la experiencia era emocionante y tampoco me habían asegurado que las fotos estuvieran allí. En Buenos Aires había buscado en los archivos del Museo de La Plata y no tuve éxito, me encontré con puertas cerradas, negativas, incongruencias, mala predisposición y evasivas. Sin embargo, en Alemania había un importante archivo al que podía recurrir. No fue fácil, varias veces fallé en mis intentos. pero finalmente conseguí una pequeña beca para ir por un mes, acompañada por mi familia, ya que tenía una beba que no podía dejar por tanto tiempo. Berlín es una ciudad fascinante, cosmopolita. Y la biblioteca del Archivo Iberoamericano, espectacular. ¡Me sentía en la cima del mundo! De modo que el momento en que encontré dos carpetas con las fotografías del viaje a Tierra del Fuego que estaba buscando fue deslumbrante y tranquilizador. El viaje había valido la pena, podía analizar las representaciones de un alemán que había vivido y viajado por la Argentino y compararlas con las de otros viajeros.
Los libros de viajes a la Patagonia publicados con fotografías, fueron entonces las herramientas para comprender las representaciones acerca del espacio, sus habitantes y el tiempo en el proceso de consolidación del Estado nacional argentino, entre 1880 y 1904. A través del análisis histórico de las imágenes, en este libro busco poner de relieve la construcción de la mirada y de la representación fotográfica en la época estudiada y busco mostrar una manera particular de conocer y comprender el mundo, analizando el papel de la observación y de las fotografías en ese conocimiento.
Con el desplazamiento y la eliminación de los grupos indígenas originarios, aumentaron las exploraciones al sur del territorio argentino y, por consiguiente, las imágenes y relatos que daban cuenta de esas incursiones. Algunos de esos relatos de viajes a la Patagonia, editados con fotografías, presentan exploraciones científicas, generalmente vinculadas con trabajos topográficos, aunque no exclusivamente, incluyendo estudios geológicos, etnográficos, de clima y agua, entre otros aspectos.
A fines del siglo XIX, en estas expediciones se fue consolidando la práctica de la fotografía. Entre brújulas, teodolitos, sextantes o barómetros, la cámara fotográfica se convirtió en un instrumento prioritario del equipo científico que llevaban los expedicionarios. Dado el carácter masivo que adquirió la literatura de viajes, estas imágenes se difundieron más allá de los límites de grupos de intelectuales especializados. Por ello, colaboraron a generar representaciones particulares de un país en expansión que también enfrentaba conflictos sociales y culturales.
En un hermoso libro, El elogio de la sombra, escrito en 1933, Junichiro Tanizaki realiza una reflexión sobre la sombra. Afirma que las tonalidades, las texturas o colores adquieren mayor profundidad en la penumbra. La belleza pierde toda su existencia si se suprimen los efectos de la sombra. En la oscuridad se perciben los detalles, hay misterio, ella genera efectos sobre el pensamiento. […]
Para el autor, las sombras, el ennegrecimiento, la pátina, el desgaste o un brillo ligeramente alterado evocan los efectos del tiempo. “Fotografía” quiere decir "escribir con luz", pero junto a Tanizaki se podría decir que es "escribir con sombras". Sin ellas no habría detalles, ni grises, ni contrastes. En este sentido, el título de este libro, Viajeros a la sombra de Darwin, alude a los exploradores que siguieron la senda del gran científico inglés, que recorrió la Patagonia en su viaje alrededor del mundo, entre 1831 y 1835. Ellos leyeron sus textos, lo citaron, buscaron refutarlo o modificar las representaciones que él difundió. En los confines del siglo XIX argentino, ampliaron los detalles, obtuvieron claroscuros y desentrañaron misterios de aquellas regiones.
* Doctora en Historia por el Colegio de México. Profesora de Historia de América Latina y coordinadora de la Licenciatura en Historia de la Escuela de Humanidades de la UNSAM. Entre 2006 y 2015 fue rectora de la Escuela Argentina de Fotografía. Fragmento de la introducción de su libro Viajeros a la sombra de Darwin. Fotografías de la Patagonia a fines del Siglo XIX (ediciones Arte x arte, 178 páginas).