Dos directores técnicos que han dejado una huella honda en la historia del fútbol argentino, Carlos Bilardo y Marcelo Bielsa, vienen siendo noticia en los últimos días. El estreno de una serie que documenta la vida y obra futbolística y personal de Bilardo y el reciente despido de Bielsa de la conducción del Leeds United han vuelto a poner el foco en dos figuras que, no obstante el paso del tiempo, siguen concitando acuerdos y desacuerdos en torno de ellos.

En el caso de Bilardo parece haber una revalorización positiva de su perfil como entrenador y de su tarea al frente de la Selección Argentina entre 1983 y 1990. Incluso por algunos que lo enfrentaron en esa época turbulenta y apasionada. Acaso, porque con el correr de los años se ha tomado conciencia de que no fue poca cosa lo que consiguió: jugar dos finales del mundo consecutivas. Todo lo que en su momento fue objeto de una crítica en muchos casos justificada y a veces desproporcionada (su resultadismo extremo, su temor a la derrota, sus obsesiones, el poner al fútbol por encima de todo y de todos) ahora es mirado bajo una luz mucho más favorable. Se presenta a Bilardo como alguien que se entregó al fútbol con pasión desbordante, primero como jugador y luego como entrenador. Y se reivindica su mensaje. Hay un camino marcado y un mensaje moral en todo ello.

Las generaciones que vinieron luego de los Mundiales de México '86 e Italia '90 tienen una visión mucho más práctica y concreta del fútbol que la que había en los años '80 entre los hinchas y los periodistas. Primero quieren ganar y después, preguntarse cómo (en algunos casos, ni siquiera eso). Y esa ha sido la gran victoria cultural de Bilardo y los medios que multiplicaron su discurso utilitario. El documental estrenado por estas días es el testimonio visual de esa victoria. La reivindicación de alguien que ganó en un país que muchas veces perdió. 

El despido de Bielsa también es un triunfo de esas ideas utilitarias. El Leeds es un gran sentimiento popular que el entrenador rosarino supo interpretar y liderar desde su cargo. Pero también un gran negocio que no puede flaquear. Al lado de los mensajes de los jugadores que Bielsa supo descubrir y potenciar (Kalvin Philips, Raphinha, Bamford y tantos otros), el presidente y dueño del club, el magnate italiano Andrea Radrizzani, justifica el cambio en la necesidad de asegurar el estatus del equipo en la Premier League. Reconoce que Bielsa les cambió la cultura y les insufló una mentalidad ganadora. Pero establece que primero están los números y recién después, las emociones. 

En un fútbol hiperprofesional en el que está en disputa, un dinero mucho mas veces obsceno, Bielsa se prestó a ese juego tratando de no traicionarse y de ser fiel a sí mismo. Lo mismo que hace desde siempre. Cuando no le quedó más remedio, debió dar un paso al costado. En cuestiones de negocios, los dueños de la pelota no le hacen concesiones al sentimentalismo.