Desde la comodidad de su cama, Harry McVeigh, frontman de White Lies, cuenta por Zoom que posiblemente regrese este año a Buenos Aires con su banda. “No sabemos aún en qué mes será, pero ya comenzamos a planificarlo”, adelanta el músico inglés. “Estuvimos allá en 2011 (en el Lollapalooza local), frente a unas 70 mil personas. Fue increíble. Nos encantó la experiencia, al igual que la ciudad y su gente. Por eso queremos repetir pronto”. Aunque aclara que venir a esta parte del mundo no es tan fácil para artistas como ellos. “Resulta difícil llegar hasta Sudamérica porque nos cuesta mucho dinero. La vez que estuvimos sólo pudimos alcanzar el punto de equilibrio. Económicamente no ganamos, pero tampoco podemos volver a casa gastando más de lo que podemos”.
Si en aquella ocasión debutaron en el país a pocos meses de la aparición de su segundo disco, Ritual, así como con el estigma de ser otra nueva promesa de la escena musical británica, en esta ocasión el trío de Londres se reencontraría con el público argentino de la mano del álbum que los confirma como redentores de un legado. Lanzado en las plataformas musicales el viernes 18 de febrero, As I Try Not to Fall Apart es un trabajo en el que White Lies sigue bebiendo del Santo Grial de Echo & the Bunnymen, David Bowie, Joy Division y Duran Duran. “No nos avergonzamos de dejar en evidencia los artistas que nos gustan”, reconoce el cantante y guitarrista. “Me parece que es una de las mejores características de nuestra música. Nunca nos jactamos de ser únicos y originales”.
-¿Cómo hacen para que sus influencias no atenten contra su identidad?
-Supongo que tenés que componer música desde un lugar muy honesto. No podés simplemente copiar algo porque no funcionaría. Hay que buscar el equilibrio. A medida que desarrollás la idea, te das cuenta de que tal cosa se parece a Bowie y la otra a Roxy Music. Una vez que la limpiás de la obviedad, tratás de que suene a algo nuevo. Todo depende de lo que se quiera hacer con eso. Estoy convencido de que podemos sonar originales sobre la base de lo que ya existe. A pesar de que llevamos esas influencias en la sangre, las canciones terminan siendo diferentes entre sí.
-Ahora que el disco está en circulación, ¿se parece a lo que inicialmente tenían en mente?
-No, para nada. Cuando comenzamos a escribir música para el álbum, la vida era más difícil. Estábamos bajo presión, no sólo por la pandemia sino también porque necesitábamos tener listo un nuevo disco. Tras acostumbrarnos a componer los tres juntos, ahora debíamos hacerlo por separado, por eso fue difícil amoldar las ideas de cada uno. Al momento de entrar en el estudio, las sesiones se cancelaron a causa del rebrote de la covid. Eso nos dio seis meses más para terminar el repertorio. Antes de retomar la grabación, ya teníamos un montón de canciones. Estoy muy contento con el resultado final porque es una buena combinación de esas dos sesiones.
-Mientras promocionaban Five, su álbum anterior, dijeron que en Ritual se preocuparon más de la producción que de las canciones. ¿Cómo encontraron luego ese equilibrio?
-Después de Ritual nos perdimos un poco. No es el álbum que debería haber sido. Era una situación similar a la que nos encontrábamos antes de hacer As I Try Not to Fall Apart: era como si estuviéramos apurados. A partir del éxito del primer disco, quisimos aferrarnos tanto a ese momento que no nos enfocamos lo suficiente cuando nos tocó componer. No pulimos los temas ni nos aseguramos de que fueran realmente buenos. Nos dedicamos más a producir, y desde ese lugar intentamos que todo sonara loco y salvaje. Aunque no puedo ser injusto con esas canciones porque algunas son buenas, y nos gusta tocarlas. Aprendimos mucho de esa experiencia.
-Se nota lo que decís porque los nuevos temas son más orgánicos.
-Hay algunos momentos del álbum que aún me sorprenden. Estoy pensando en canciones como “Am I Really Going to Die”, “As I Try Not to Fall Apart” o “There Is No Cure for It”. Son muy diferentes a todo lo que hicimos antes. Pareciera que fueran sintéticas o electrónicas, pero al final son muy pop.
-A propósito de los ejemplos que diste, la enfermedad y la muerte parecieran tópicos recurrentes en su cancionero. ¿O es pura casualidad?
-Son temas frecuentes en la banda, aunque al final de lo que queremos hablar es de las cosas que nos pasan a todos. Es apenas un punto de vista sobre cómo se siente alguien acerca de la pérdida, la tristeza o la ruptura. Celebramos el sentimiento de estar abajo y de revolcarnos en él. Algo parecido a una catarsis. Al menos así es como me siento con nuestra música.
-Si bien una pandemia de por medio lo justifica, convengamos que es atípico sacar como primer single de un disco un tema llamado “Am I Really Going to Die?” (“¿Realmente voy a morir?”).
-Por supuesto que es muy dramático. A Charles (se refiere a Charles Cave, bajista del trío) le gustan esos tópicos, siempre desde un punto de vista épico. También tenés canciones como “I Don’t Want to Go to Mars”, que cuenta una historia sobre ir a vivir a otro planeta. Algo así debe ser terrible. Supongo que resume muchos de los sentimientos que tuvimos en la pandemia. El mensaje de fondo de esto es que, por más que te sientas deprimido o desmoronado, hay que ponerse de pie y tratar de seguir adelante.
-En la mitología de la cultura rock, generalmente compone el frontman o comparte ese rol con otro músico de la banda. Este no es el caso…
-La mayoría de las letras son de Charles porque es muy bueno en eso. Mucho mejor que yo y que la mayoría de la gente que conozco. Componer es difícil, es un don con el que se nace.
-Hoy es inminente la necesidad de crear un hit para poder destacar dentro de tanta oferta. ¿Les angustia pensar en eso?
-No es nuestro caso. Admiramos mucho a la gente que trata de escribir algo que conecte con una amplia gama de personas, sobre todo si la propuesta es interesante, aunque eso nos sirve de referencia para intentarlo. No me da ninguna vergüenza reconocerlo. Sin embargo, lo fundamental para nosotros es que nuestras emociones le lleguen al público. Y lo hacemos desde la perspectiva de ese pop maravilloso que se creó en los '80.
-En los '80, el mundo sabía lo que sucedía musicalmente en Inglaterra, a diferencia de hoy. La apertura de más y nuevos canales de información paradójicamente produjo una distorsión de la realidad. ¿Podés contar tu versión de lo que está pasando allá?
-Si algo caracteriza a la escena musical británica es su elegancia y eso se sigue manteniendo en cualquier estilo. Pero para sostenerte en el tiempo tenés que ser parte de una fórmula. Cuando comenzamos en 2009, el indie era aún más popular. Los artistas que éramos catalogados así sonábamos en todas partes, incluso en la lista de éxitos. Al poco tiempo, el mundo puso la mirada en otras músicas. Por más que la pasamos muy bien haciendo lo que hacemos, nunca seremos la banda más grande del Reino Unido. Eso no quiere decir que no ame el pop que se hace hoy. No sabemos si la industria sigue estableciendo tendencias, lo que sé es que somos una consecuencia de los últimos 40 años de la música que se hizo en Inglaterra. Y eso es maravilloso.