Dos vidas que transcurren en paralelo, sin puntos de contacto históricos, ni de experiencias, ni por sus desarrollos. Marie Bonaparte fue la última en llevar ese apellido, se casó con un príncipe griego, fue paciente, discípula y protectora de Sigmund Freud, y dedicó gran parte de su vida a estudiar la anorgasmia femenina a partir de su propio caso. Silvia Pérez ganó un concurso de belleza a los 18 años, luego fue modelo, desde allí saltó a la televisión y a finales de la década del ´80 se convirtió en una sex symbol al ser una de las “chicas Olmedo”. Nada parecen tener en común y sin embargo sus historias están fuertemente entrelazadas en La última Bonaparte (sábados a las 22 en El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960), en donde Pérez hace de sí misma en la filmación de un docudrama sobre Marie y sus estudios sobre el orgasmo femenino. O su ausencia y sus causas.

“Me parece divertido que una persona tan sexual interpreta a una frígida”, dice Pérez cuando en la obra le hacen una pregunta que quedará flotando durante todo el tiempo: ¿por qué quisiste hacer esto? Desde la respuesta obvia, a medida que el espectáculo se desenvuelve van apareciendo otras respuestas, más densas, más personales, más profundas, que despliegan una serie de reflexiones que parten de la vida personal (de Pérez pero también de Bonaparte) y resuenan distinto en el contexto actual: el patriarcado, los cuerpos, la mirada del otro, el deseo y su construcción social, los estereotipos y las disputas por la libertad de decidir y gozar la propia vida y el propio cuerpo. Batallas actuales que arrastran una historia y que apuntan a formar nuevas conciencias sobre el deber ser (y el deber desear) de las personas en el siglo XXI.

Pérez comparte el escenario con Mauro Álvarez, que interpreta al director del documental y también le pone voz al doblaje en vivo de las proyecciones. Es el autor, director y editor del trabajo. Durante el día de grabación, le da infinidad de indicaciones para que ella haga la presentación de Bonaparte y no pierde oportunidad para darle su impresión a la protagonista. Es el contrapeso histriónico que necesita (el personaje de) Pérez para equilibrar la seriedad y el drama de esas dos vidas de aparente disfrute y comodidad signadas por distintos tipos de sufrimiento e imposibilidades de gozar. La obra, así, consigue descargar la tensión del texto con pequeños gags que alivianan las ¿confesiones? que a través de narrar la vida de otra mujer, la propia Pérez va realizando a lo largo del espectáculo. Los límites entre la ficción y la realidad, entre el guión y las confidencias, por momentos parecen borronearse. Una forma de catarsis que se produce a la vez arriba y debajo de las tablas.

La puesta en escena es sencilla: dos escritorios que son los lugares de trabajo para llevar adelante las grabaciones, y una pantalla donde se realizan tomas en vivo o se proyectan videos para hacer los “doblajes”. En La última Bonaparte, la cuarta pared suele desvanecerse por momentos, habilitando la interpelación a un público que no termina de saber si quien le habla es el personaje o los actores despojados de sus máscaras. Pero ¿es eso posible? ¿Acaso es importante en el teatro? La música (en vivo) ayuda a construir el sentido cómico o dramático del texto, y los momentos musicales le dan un toque casi onírico a la obra, un delirio calculado e incluido en el discurso del los personajes, que así se verían a ellos mismos actuando. Un ejercicio de reflexividad textual que colabora en la construcción de un relato de múltiples niveles.

El vestuario de Pérez contrasta con su historia personal, con aquello que la llevó a ser reconocida y recordada hoy, mucho tiempo después de haber saltado a la fama. ¿Cómo (intentar) ser algo distinto de lo que los demás quieren que seamos? Ella arranca cuando se presenta para introducir el documental: “Soy actriz, vedette… No, vedette no. ¿Podemos grabarlo de vuelta? No soy vedette”. La mirada del otro define nuestro deseo. ¿Se puede luchar contra eso? Marie Bonaparte, lejos de los medios (de su época), también sufrió esa mirada. Y buscó una solución en sí misma, a través de la medicina y del psicoanálisis, analizándose, siendo discípula y luego continuando el legado de Freud. Dos historias que transcurren en paralelo, que nada parece unirlas, y sin embargo una misma pregunta inquieta sus existencias: ¿por qué quisiste hacer esto?


La última Bonaparte       7 PUNTOS

Elenco: Silvia Pérez y Mauro Álvarez

Guitarra en vivo y composición: Agustín Buquete

Fotografía: Nahuel Berger

Realización de video: Lucio Bazzalo

Diseño lumínico: Ricky Sica

Libro original: Walter Ghedin

Versión teatral y Dirección: Dennis Smith