Fueron tan malos los números de la economía en los últimos dos años del macrismo, que cualquier comparación con los actuales muestra un salto espectacular en casi todoslos rubros. Y la exposición estaba obligada a referirse al 2019, el último año de Mauricio Macri, porque después estuvo la pandemia.
Los legisladores del PRO gritaban “¡mentiroso!”, pero era lo único que podían hacer porque las cifras eran reales. La gestión macrista tuvo que pedir el préstamo monstruo con el FMI, porque los prestamistas particulares ya no le prestaban. Y tuvo que pedir semejante respaldo, porque ningún índice de la economía le daba bien: la inflación duplicó la que había recibido, el consumo cayó, cerraron miles de pymes. No hay mentira en esas cifras. Y dan vergüenza porque no tuvo pandemia, ni guerra ni crisis internacional. Fundió al país en un contexto bastante tranquilo.
El radical Alfredo Cornejo y el PRO Waldo Wolf, fueron los que más gritaban. “Alfredo, vos me conocés, yo no soy un mentiroso” le dijo el presidente. Ni el PRO ni los radicales pueden explicar el tremendo fracaso que fue el gobierno de Cambiemos. Para defenderse dicen en forma genérica que fue el mejor gobierno desde la dictadura, pero no tienen una sola prueba de lo que afirman. Es pura consigna y propaganda. Ellos son los que mienten y acusan a los demás de hacerlo.
Pero el punto crítico fue cuando se retiraron del recinto justo en el momento en que el presidente enfatizó que mantendrá el juicio contra Macri y los demás responsables de un endeudamiento que perjudicará a varias generaciones de argentinos. Los del PRO se pararon y se fueron.
El retiro no fue espontáneo. Fue evidente que estaba preparado, nadie dudó y los radicales se quedaron. En la historia parlamentaria solamente en dos oportunidades la oposición fue tan intolerante que dejó sin presupuesto al gobierno. Las únicas dos veces, como lo subrayó Alberto Fernández, fue el macrismo, y los perjudicados fueron él y Cristina Kirchner.
El calificativo más justo sería el de destituyente. Cambiemos se formó como una fuerza de derecha que desprecia el pensamiento diferente. Y al considerarlo inferior, vulgar o simplote, impone sus posiciones con actitudes agresivas, desplantes y hasta violentas. Interacciona con sus seguidores que, cuando discuten, se expresan como si tuvieran superioridad. Como dijo otro personaje de la derecha como Javier Milei: “somos superiores a ellos en todo, incluso en lo estético”. Ellos son bellos y los demás unos grasas.
Sería patético si no fuera que en esa línea de declaraciones y actitudes promueven una cultura violenta y discriminatoria en la sociedad, por lo menos en la parte que ellos influencian. Es una forma de hacer política. Una forma nefasta, que descarta el argumento y lo reemplaza con la superioridad del que dice lo que ellos piensan. No es una derecha democrática. Lo cual reafirma el viejo apotegma de que no puede haber una derecha democrática. Ojalá la hubiera.
Sobreactuar el gesto ofendido cuando el presidente calificó el contrato de la deuda con el FMI como delito y afirmó que promoverá la causa judicial contra Mauricio Macri, implica que defienden esa decisión que empujó a la miseria a miles de argentinos y condicionó por muchos años el despegue económico.
Retirarse fue una forma de defender el contrato de esa enorme e impagable deuda, realizado en forma irregular. Defienden que de toda esa deuda no quedó un solo peso en el país, ni se construyó un sólo camino, ni un puente ni escuela ni hospitales. “Este acuerdo tampoco releva al Poder Judicial de avanzar en la investigación del endeudamiento con el FMI” dijo el presidente, y allí se fueron. Consideran que todo fue bien, “que había que pagar la deuda que dejó el kirchnerismo”, que la culpa es del kirchnerismo, lo cual es falso. En la historia del país, el lapso entre 2016 y 2018 batió todos los récords de toma de deuda en menos tiempo. Por eso Macri se había quedado sin crédito en todo el planeta.
Cuanto más violenta o agresiva es la acción del macrismo, es cuando tiene menos argumentos. La polarización que generaron con esa forma de hacer política creó compartimentos informativos estancos, en una sociedad que de por sí está muy fragmentada. La derecha puede no ser democrática sin costo, porque el respaldo de las grandes corporaciones de la información la respaldan y muchas veces inducen esas acciones. Es muy difícil en esta realidad establecer reglas de juego para la convivencia democrática.
Esta actitud de los legisladores del PRO dejó en segundo plano otros temas relacionados con el informe presidencial. Es preocupante que no exista una oposición democrática y responsable. Pero también son preocupante otros temas incluidos en el informe presidencial. Por señalar uno de ellos: sería importante aclarar que cuando se dice que los salarios le ganaron a la inflación, se habla del promedio para arriba, igual que las jubilaciones. Los salarios bajos y los jubilados de la mínima no le ganaron a nada y, en cambio, perdieron capacidad adquisitiva. En ese nivel se requieren medidas especiales.