Hoy Lou Reed cumpliría 80 años. El número redondo, siempre tentador, impone una revisión de la figura del gran poeta rockero de Nueva York, ¿no? Pero el asunto es que Lou Reed no cumple 80 años porque murió el 27 de octubre de 2013, cuando el trasplante de hígado que intentó salvarlo no funcionó. Y entonces la pregunta es "qué pasaría si", que en este caso es qué pasaría si el alma mater de The Velvet Undeground estuviera vivo. Imaginarlo no hiperactivo como en los '60, claro, pero sí pensando meticulosamente cada detalle del sonido de su siguiente disco, como en sus últimos años. Justo él, un emblema para la música surgida de las cloacas de su ciudad (el fanzine Punk, que se anticipó a nombrar al movimiento, lo tenía en la tapa). Pensarlo un poco menos cascarrabias, caminando por el Central Park junto a su esposa Laurie Anderson, concentrado haciendo tai chi, sonriendo con algo de ironía ante los Tik Toks de chicos que descubrieran "Walk on the Wild Side", aliviado porque no está Donald Trump en la Casa Blanca y, a la vez, decepcionado porque su sucesor ya se metió en una guerra...
¿Hubiera autorizado el anciano Lou Reed la edición en vinilo de su primera sesión de grabación solista, registrada el 27 de octubre de 1971, y que será publicados para el Record Store Day de abril próximo con el título I’m So Free: The 1971 RCA Demos? Probablemente no, porque el sonido tiene cierta rusticidad que le habría molestado, aunque el disco en cuestión sea una verdadera joya para sus seguidores: Lou solito con una acústica, tocando canciones hasta el momento inéditas, y que luego aparecerían en sus primeros cuatro discos: Lou Reed, Transformer, Berlin y Sally Can't Dance. "Ocean" y "Ride into the Sun" había llegado a grabarlas con The Velvet Underground -en la primera, incluso, había colaborado su excompañero John Cale-, pero esas versiones sólo se conocerían décadas más tarde. "I'm Sticking with You" sí estaba en un disco del cuarteto (el tercero y epónimo), aunque ahí la cantaba la baterista Moe Tucker. El resto del repertorio era como para hacer morir de la envidia a cualquier compositor que da sus primeros pasos: "Perfect Day", "Lisa Says", "Kill Your Sons", "Berlin"...
Es que Lou Reed siempre pareció encontrar las palabras apropiadas, incluso en sus momentos menos inspirados. Que los tuvo, claro, siempre atado a los vaivenes de una vida tan intensa que le costó mucho más que solamente vida. Las múltiples facetas de su personalidad fueron abordadas cientos de veces y hay suficientes biografías como para tratar de entender a un personaje tan complejo (Lou Reed - Una vida, de Anthony DeCurtis, es bien recomendable y fue editada aquí por Planeta). Quizá lo interesante, entonces, es imaginar cómo el propio Lou de 80 vería cada una de esas encarnaciones de su yo, sin el aura mutante de su amigo David Bowie pero sí con marcados contrastes.
El reciente documental The Velvet Underground, de Todd Haynes, vuelve a resaltar la figura de Lou Reed, aunque en realidad se preocupa más por la de John Cale, su contrapeso musical. Entre ambos -un judío de Nueva York con aspiraciones de poeta y un galés que tocaba avant garde en su viola- surgió una química impensable, cuyas consecuencias todavía están lejos de haberse agotado. Sí, aún queda alguna vuelta de rosca para la influencia que el cuarteto plantó en el rock a finales de los '60, y que después recogieron desde Talking Heads hasta The Strokes, con Jesus and Mary Chain y Sonic Youth en el medio. En la película de Haynes -todo un retrato de época en sí mismo-, Merrill Reed, la hermana del artista, insiste en desmentir la historia de que los padres intentaron "curar" la homosexualidad y la adicción a las drogas del joven Lewis Allan mediante el electroshock. Historia, claro, divulgada por el propio Lou, quien incluso la convirtió en "Kill Your Sons".
La otra figura omnipresente en el documental -a ambos lados de la cámara- es Andy Warhol, artista multimedia y mentor de Reed, el que le insistía con que debía trabajar más y más para dejar una obra. ¿Cómo lo recordaría hoy Lou? La elegía que dejó junto a John Cale en el disco Songs for Drella (1990) pintaba al autor de la banana despegable de la tapa de The Velvet Underground and Nico (1967) con una mirada reconciliatoria, después de mil idas e igual cantidad de vueltas. Y hablando de Cale, ¿habría sido posible una reunión más, como aquella que finalmente desembocó en la gira de 1993 de The Velvet Underground, o la de 1996 para la entrada del cuarteto al Salón de la Fama del Rock and Roll? El galés, por lo prontó, también está a punto de cumplir 80 años y se apresta a salir de gira por Europa. "Nací el 9 de marzo de 1942 en Garnant, entre Swansea y Carmarthen, Gales del Sur. A unas 3000 millas de distancia, en Brooklyn, Louis Reed había nacido una semana antes, el 2. ¡Siempre supe que tenía una ventaja sobre mí!" La frase es el inicio de What's Welsh for Zen, la autobiografía de Cale, y marca con elocuencia lo que fue la relación entre ambos.
¿Habría sobrevivido la figura de Reed a la cultura de la cancelación? Se sabe que golpeaba a Rachel, su novia trans de los '70, y algunas de sus parejas lo tildaron de misógino y manipulador. Poner en contexto siempre ayuda, por supuesto. Y el último Lou, el amoroso marido de Laurie Anderson -que incluso viajó con ella a Buenos Aires para tocar de invitado en un tema-, quizá también haga pensar en el camino de modesta redención de un tipo de otra era. Una en la que caminar por el lado salvaje tenía tanto de atracción por el peligro como riesgo de hundir las patas en la mierda.
Hubo otros Lou. El desenfrenado de los '70, que simulaba inyectarse heroína sobre el escenario mientras intentaba convencer a los seguidores glam de Bowie. El pendenciero de lengua afilada, que hizo de un disco en vivo como Take No Prisioners casi una obra maestra del stand up. El hombre de su hogar, durante los '80, al lado de su entonces esposa Sylvia. El Lou político de fines de esa década, que con New York le sacó la ficha a un fin de era tanto para la ciudad como para sí mismo (el álbum, una verdadera joya, terminaba en el funeral de Andy Warhol). El literato, que recordaba su título de Licenciado en Letras de la Universidad de Siracusa y decía que su ambición era escribir "la gran novela americana". Arrogante como pocos, incluso sugería leer sus canciones en orden y fijarse si no había cumplido ya con su cometido. Un despropósito, ¿no? Bueno, quizá su libro de letras Atraviesa el fuego sirva para asombrarse.
¡Si hasta hubo un Lou Reed que grabó un disco con Metallica! ¿El mismo tipo que había hecho Metal Machine Music, ese álbum doble con cuatro sesiones de ruido que los fans corrieron a devolver... hasta que empezaron a comprarlo de nuevo? No cuesta nada imaginar la sonrisa torcida de ese Lou de 80 que no será, a medias entre el "se lo merecían" con el "no entendieron nada". Pero sólo es imaginación. Lou Reed ya no está y lo de hoy es sólo otro estúpido aniversario, en un presente del rock en el que hay más efemérides y necrológicas que buenas noticias. Sólo que, como ese chico de la canción "Rock and Roll" al que escuchar esa música en una estación de radio le salvó la vida, todavía queda(mos) mucha gente que le debe(mos) demasiado a Lou Reed.