La bici le quedaba chica, y prestá atención, porque esto va a ser importante, prestá atención y no te pierdas. Sí, dijo, dijo sí sin saber y retuvo ese detalle, se agarró a él como si estuviera ingresando en el ojo de la tormenta, o en esos vientos de todas direcciones que vuelven blando lo duro y donde las referencias se pierden y la gente hace cosas raras como agarrarse de una rama, o meterse debajo de la mesa y rezar.

Bueno, como te dije, la bici le quedaba chica, pero la usaba igual, le gustaba. Era verde, su color preferido, dijo ella desde el fondo. Bueno, el color no es lo importante, salió de su casa, podrían hacer sido las 14 o las 15, porque era la hora de la siesta. Y prestá atención, porque la hora también es importante. ¿Por qué es importante? Le preguntó. Porque el tiempo, el tiempo Sister, el tiempo siempre es importante: tiempo, espacio y un tercero, ya lo vas a entender.

Bueno, como te dije, era la hora de la siesta, pongamos que eran las 14, las 15, seguro no, la 15 ya sería tarde. ¿Tarde para qué? preguntó otra vez. Tarde para eso Sis, eso de lo que te hablé y por lo que estamos acá y dejame seguir, me tenés que dejar seguir, ya vas a ver. Cerca de esa hora salió, porque iba a la clase de manualidades, no me dijo por qué, pero ese día se fue sola. ¿La mamá la miró desde la puerta? Eso se lo preguntó a Liseth, que escuchaba la historia, lejana y presente, silenciosa e inquietante. Liseth no habló, Liseth no necesitaba hablar, solo movió su cabeza hacia un lado y otro, retiró su pelo largo y negro para atrás y sonrió. “Entonces”, dijo y la miró a Liseth, como intentando repasar la secuencia, “la mamá esa vez no salió ¿así?” Y otra vez Liseth, no habló, ya dije que Liseth no necesitaba hablar, Liseth simplemente se pronunciaba y otra vez, movió su cabeza primero en un movimiento leve hacia atrás y después un poco hacía adelante y más abajo, todos entendimos ¿no cierto? Fue un sí.

Cuando ella salió en la bici verde, que le quedaba chica, ¿te acordás de eso? Eso es importante, para ese momento su mamá ya estaba en la cama, no se sacó la ropa, se recostó así como estaba, y eso también es importante. ¿Qué cosa? Preguntó otra vez. Eso Sis, ya te dije que prestés atención y no me interrumpás, si se hubiera sacado la ropa hubiera tardado unos minutos más y ya te dije que el tiempo es importante, no estás prestando atención, necesito que te concentres más. Para las 14 la madre ya estaba acostada -y otra vez, la miró a Liseth, esta vez Liseth solo sonrió- lo último que vio, fueron sus pies y detrás el ropero, el cuerpo se volvió pesado, más pesado que de costumbre, sintió hundirse en la cama, cree que también tuvo esas sensaciones de caerse, pero ahí ya estaba dormida.

Acordate de la nena, ¿la tenés? ¿la viste? No te desconcentrés, con la bici que le quedaba chica, de color verde. ¿La rubia? preguntó. Sí, Sis, dijo, era rubia, muy bien, eso también es importante. ¿Ya la estás viendo? Veo los pies, dijo, bueno, en realidad tiene puesta unas zapatillas. No la pierdas, porque ahora va a pasar algo importante ¿no cierto Sis? La nena mira para adelante, la calle… la calle se va a cortar y va a tener que doblar. Muy bien Sis, no la pierdas. Contame todo lo que vayas viendo, porque ahora está por pasar algo importante. Algo se le aparece de un costado, y le dice algo, pero no se escucha bien. Eso, Sis, eso, necesito que hagas un esfuerzo, gires la cabeza y lo mires. Miralo. Grande, tiene rulos, una camisa a cuadros, roja y negra, hace zigzag en la bici, se acerca, se aleja, no se aleja tanto, vuelve por un costado, después por el otro, dice “¿tenés miedo rubia?”, después “¡ay cómo tiene miedo la rubia!”, después “¿estás asustada?”, va de un costado a otro y dice otra vez, “estás asustada, pero tu mamita no está acá”, “muy mal salir sola a esta hora”, “la nena tiene miedo sin su mamita”. ¿Y ahora Sis, decime, qué ves? Las piernas de la nena, las zapatillas, va lo más fuerte que puede, pero no es suficiente, pobrecita, no puede más, es una bici chiquita y el hombre es grande, con bici grande, el hombre no sé, se acerca mucho, siento el perfume, siento la respiración atrás, está atrás, está… agarra a la nena, ¡Ay no! Bro, por favor, no quiero ver más. ¿Qué más Sis, decime, qué más? La agarra de adelante, la mano le tapa toda la panza y llega hasta el asiento. La nena se tiró para atrás y puso los pies en el piso. Bro, no quiero seguir mirando. No Sis, tenés que seguir. La nena pone los pies en el piso, y grita, grita, grita, bien nena, gritá más fuerte… hay una señora en la vereda, la señora la mira, le dice el nombre, la conoce. El hombre agarró la bici y desapareció. ¿La cara, Sis, la cara se la viste? No sé, no estoy segura.

 

¿Te acordás de la mamá? Se acostó vestida sobre la cama, lo último que vio fueron sus pies, y el cuerpo pesado hundiéndose en la cama, y de la cama, la sensación de caer. ¿Te acordás? Sí, dijo. ¿Y dónde está ahora, Sis? En la casa, en la cama, suena el teléfono. Antes de eso, Sis ¿dónde está? No te entiendo Bro. Pensá bien ¿Dónde está? Pensá en la mamá, mirala bien, pero mirá lo que ella está viendo. ¿Dónde está? Soñando, dijo. Soñando, repitió él, y dijo: a eso le llaman soñar Sis, pero vos y yo, y Liseth, sabemos que eso -hizo como una risita, una risita para adentro-, eso no es soñar. ¿Dónde está Sis? Un lugar con tierra, y pasto, es un camino, una zanja al costado, y muchos eucaliptus, es de día, y el cielo está celeste, sol, no hace mucho calor, en el campo sembraron alfalfa y está todo violeta, qué lindo es el campo con alfalfa. 

¿Y ella? Preguntó él. No sé, no la veo dijo, veo los pies, otra vez, unos zapatitos rojos, chiquitos, son chiquitos para ser de una señora. Y los pies que llevan esos zapatitos, saltan, bailan, esa nena habla sola, canta. Es muy graciosa. Algo la detuvo. No entiendo qué pasa, dejó de bailar, y ella detuvo su relato, como si hubiera perdido la señal, mirando impávida para el frente. ¿Qué pasa Sis? ¿Qué pasa? ¿Estás bien? Estaba quieta, sin hablar, pero en el cuello se le veía pulsar la vena, la respiración comenzó a agitarse y dijo: ahora hay que correr, corré, corré, nena corré. ¿Qué pasa, Sis? Y la miró a Liseth, Liseth no hablaba, ya lo dije, no necesitaba hablar, pero su rostro se transformó, no había sonrisas, ni movimientos leves, no había nada, nada no, Liseth parecía estar tan perdida como asustada. Sis, necesito que me digas lo que está pasando. Un caballo, dijo, un caballo al galope, y un hombre arriba, va detrás de la nena, la nena está sola, no hay casas, no hay nadie, ella corre, pobrecita, pero el caballo es más fuerte, y está casi encima de ella, siento la tierra como vuela, cerca, y el suelo se siente vibrar. Sis, necesito que lo mires. Miralo. ¿qué ves? Un hombre y un caballo, ya te dije. ¿Un hombre cómo…? Un hombre, con una camisa a cuadros, roja y negra. 

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