Human Factors                                6 Puntos

Alemania/Italia/Dinamarca, 2021

Dirección y guion: Ronny Trocker

Duración: 102 minutos

Intérpretes: Mark Waschke, Sabine Timoteo, Jule Hermann, W. Valentin Kube.

Estreno exclusivo en la plataforma Mubi.

La idea de un agente catalizador que hace aflorar todo lo que había permanecido reprimido en un sistema (una familia, para el caso), no es nueva, y fue seguramente el austríaco Michael Haneke quien la llevó, en Caché (2005), a su máxima expresión hasta la fecha. En Human Factors la inquietud es más vaga, lo que había permanecido fuera de la vista no genera la sensación de peligro del que posiblemente sea el mejor film de Haneke, y la paranoia y, en definitiva, la idea de “fantasma” familiar cala menos hondo. Porque los fantasmas están, pero son más pequeños. Una presunta intrusión (una suerte de Funny Games atenuadísimos, para seguir con el símil) perturba la calma perfecta de la familia protagónica, que de allí en más comenzará a mostrar sus grietas.

Exhibida en los festivales de Berlín y de Sundance y escrita y dirigida por el insospechable cineasta italiano Ronny Trocker, Human Factors transcurre en la clase de ambiente que uno imagina si le dicen “clase acomodada europea”. El matrimonio integrado por Jan (Mark Waschke) y Nina (Sabine Timoteo, actriz francesa de fuerte máscara) trabaja en una agencia de publicidad cuyos clientes pueden ser, por ejemplo, candidatos políticos. Viven en unas de esas casas de inmensos ventanales, donde da la sensación de que la mujer de la limpieza debe terminar exhausta de tanta aspiradora, trapo y plumero. Jan y Nina tienen además una cabaña de fin de semana en los Alpes franceses, donde seguramente habrá otra empleada doméstica semejante a la anterior.

Que a pesar de todo eso la familia no es del todo feliz lo demuestran los hijos, la adolescente Emma, que no sonríe ni una vez (Jule Hermann), y el pequeño Max (Wanja Valentin Kube), que no se separa ni un segundo de su ratita Zorro. Cuando Jan regresa a casa encuentra a Nina con una lastimadura en la nariz, ocasionada por el portazo que le dio uno de los intrusos, a los que ni ella ni nadie lograron identificar. Mucho menos la policía alpina. En realidad, los conflictos familiares son los propios de cualquier familia de clase media-alta (de clase media, incluso). Jan traiciona a Nina con una decisión laboral que ella no aprueba (parecería que él es éticamente más laxo que ella), Emma está harta de sus padres y Max no piensa en otra relación familiar que no sea la que tiene Zorro. Jan no mira con simpatía a su cuñado, que viene a pasar unos días con su novio. Tampoco le hace gracia un amigo de su esposa. Por lo visto, Jan es algo celoso. Homofóbico, por qué no.

Hay un par de incidentes más, que podrían tener o no vinculación o no con el inicial, mientras la familia se va corroyendo por dentro, pero de modo sumamente latente, perdiendo rara vez su germánica estabilidad. Dos decisiones demuestran que el director Ronny Trocker ha decidido utilizar a los protagonistas como emblemas. Uno es al comienzo, cuando Max está viendo la tele y su padre pide ver el noticiero, en el momento justo en que una autoridad continental habla de “una Europa unida y solidaria”. El viejo truco de utilizar a un medio de comunicación como clave de sentido. El otro son los reiterados trenes que pueden verse pasar a través del límpido ventanal, y que nos “hacen ver” que por fuera de esa prístina inmutabilidad burguesa “pasan cosas”.