Andrés García nació entre herramientas. Su padre, ingeniero como él, lo introdujo en el mundo de la electrónica. Desde niño, ya jugaba a armar y desarmar aparatos. Le interesaba “crear cosas, hacer”. Y allí, en sus primeros años, comenzó su pasión por la robótica.

Durante 2021 llegó el mayor desafío de su carrera: coordinar el equipo que construyó un robot que permitirá descifrar los misterios de la Antártida. El “Robot de uso científico en el sector antártico” es el nombre oficial del proyecto que fue financiado por la Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF) y desarrollado por la Escuela de Oficiales de la Armada (ESOA).

La plataforma robótica de cuatro ruedas de tracción controlada está equipada con cámaras, sensores, un brazo y paneles solares, y se desplazará por el glaciar Bahía del Diablo de la isla Vega, a 60 kilómetros al norte de la Base Marambio. Allí se realizan trabajos que son usados como parámetro para monitorear la evolución de los hielos ante el impacto del calentamiento terrestre y constituyen un valioso aporte al Servicio de Monitoreo Mundial de Glaciares de la UNEP-UNESCO.

En esta campaña antártica se desplegará el prototipo del robot para probar su movilidad sobre el glaciar y ver su desenvolvimiento en forma autónoma, el funcionamiento de sus cámaras y cómo lo afectan la temperatura y la humedad.

“Tengo entendido que es el primer robot que se lleva hasta un glaciar. Me parece súper emocionante levantar su trayectoria y ver los videos que grabe. Es riquísimo, porque mejorará los diseños a futuro”, se ilusiona García.

A mediados de 2001 se recibió de Ingeniero Electrónico en la Universidad Nacional del Sur (UNS), en su Bahía Blanca natal. Su director de tesis lo contactó en ese momento con el Instituto Superior de Robótica de Portugal, donde concurrió becado para especializarse durante tres años en el campo que tanto lo apasiona y en el que pudo “ver qué es la robótica y qué implica, en una institución enorme que está completamente dedicada a esta disciplina”.

Viajó a Lisboa a fines de ese año, cuando el país se desmoronaba en una crisis económica y social sin precedentes. En 2004 retornó al país con una especialización en robótica móvil terminada y observó “una situación totalmente diferente. Había más plata, más proyectos y desde la UNS necesitaban alumnos de posgrado para tareas de investigación”.

De inmediato comenzó a compatibilizar sus funciones de investigador con las de docente. “Desde mi adolescencia cuando empecé a dar clases particulares de Matemática y Física supe que la docencia era parte mía”, rememora. Su trayectoria en la docencia se inició en la universidad que lo vio nacer, como asistente de la materia Sistemas de Control y Control de Procesos. Luego trabajó en la sede de Bahía Blanca de la Universidad Tecnológica Nacional como docente titular de diversas materias dentro del Departamento de Electrónica.

Desde 2019 es docente e investigador de la ESOA, donde pudo desarrollar la actividad que más lo apasiona: la robótica. Cuando a inicios de 2020 el COVID-19 se extendía en todo el mundo, la UNDEF realizó una convocatoria cuyo objetivo era generar herramientas para colaborar en la lucha contra la pandemia. En ese momento, García presentó el proyecto de un robot que permitía monitorear a distancia a los pacientes internados. El prototipo fue aprobado y utilizado en el Hospital Naval de Puerto Belgrano, y sirvió de plataforma para el desarrollo posterior del “robot de uso científico en el sector antártico”.

Ahora, sus expectativas están puestas en la exploración antártica con su invención: “La robótica en la defensa tiene una utilidad muy importante. Hay mucha necesidad de utilizar estas herramientas. En otras áreas no es tan así. Antes iba realizando prototipos chicos, pero acá en la ESOA pude empezar a aplicar estos conocimientos a una necesidad particular”.