A días del 8 de marzo, la violación de una chica en Palermo por parte de seis jóvenes no hace más que reafirmar y exaltar el reclamo para que las mujeres no sean abusadas, avasalladas, violadas, asesinadas. En esta entrevista, Graciela Morgade, doctora en Educación y especialista en educación sexual integral (ESI), analiza y enmarca el episodio como expresión de un sistema patriarcal todavía fuerte y furioso contra las mujeres y las personas de sexualidad disidente. “Esos mensajes sobre la virilidad que siguen vigentes son el aparato ideológico que tenemos que desmontar. La educación y particularmente la ESI, es una herramienta clave para esto”, planteó.
Morgade fue decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y actualmente es subsecretaria de Participación y Democratización Educativa en el Ministerio de Educación de la Nación. "El Ministerio de Educación Nacional y el propio presidente lo dijo en su discurso, está impulsando con mucha convicción a la ESI", apuntó.
-En estos días se vieron dos las líneas de pensamiento sobre el caso, una punitivista y otra haciendo foco en el problema sociológico, estructural. ¿Cómo lo ve usted?
-Creo que a veces se presenta de manera dilemática porque el punitivismo como reacción primaria habla de ausencia del Estado, pero quienes no estamos enroladas en la vertiente punitivista no decimos que no tiene que haber sanción, que no hay que hacer nada. Lo que decimos es que para comprender la situación, el linchamiento o el escrache tienen patas muy cortas. El enfoque más culturalista, inclusive educativo, lo que trata es de poner estas situaciones como expresión de un sistema, un sistema en el que intervienen el patriarcado, las instituciones patriarcales escolares que todavía hablan de una masculinidad centrada en el dominio en la posesión o en la violencia, también un sistema de instituciones de la justicia que no opera en tiempo y en forma, los medios de comunicación como parte del mercado de la construcción del machismo viril. En este contexto prefiero una y otra vez volver a lo cultural, a la educación, al sistema, a las estructuras pero no como dilema. Si estas personas que abusaron ya están identificadas y están siendo juzgadas con el debido proceso, quiero y exijo que actúe la justicia.
-Vinculado a esto hay un debate entre mostrar o no mostrar la cara de los violadores y de qué manera mostrar.
-Lo que a mí me preocupa es esta sobreactuación, sobrerreacción en el momento, me preocupa como educadora, y después las resistencias para implementar la ESI o las postergaciones en el tratamiento judicial. Cuando me dicen “¿todavía hablan de patriarcado?”, digo: pensemos una imagen, una chica caminando sola en una calle oscura de la ciudad y se enfrenta con cuatro chicos de su edad. Pensemos un chico frente a cuatro mujeres caminando. O una travesti y cuatro hombres. ¿Quién tiene miedo? Las mujeres y las identidades trans. Contra eso tenemos que trabajar. Cómo puede ser que todavía siga habiendo esa división binaria, que esté concentrada la violencia en el machismo. Es que el machismo sigue vigente.
-Todavía se habla de violadores como monstruos, de animales, de enfermos…
-Coincido en que la palabra manada o la palabra animal o la palabra monstruo lo único que hace es correr del eje que son, como dicen otras compañeras, hijos sanos del patriarcado. Creo que son personas responsables de sus actos y en tanto tales tienen que ser juzgadas. Esas metáforas de lo animal o de la manada, no solamente desvían el análisis de que se trata de procesos culturales, sino que de alguna manera buscan justificar. Es como cuando se habla de un joven y dicen “las hormonas lo dominan”. Y las hormonas no dominan a nadie, eso es un mito que la educación tiene que poder tematizar. No hay ninguna práctica humana que tenga que ver con un instinto fuera de la cultura. Si a un varón se le sigue diciendo que su virilidad se demuestra porque tiene muchas mujeres o porque puede tener sexo cuando quiera o con quien quiera, se le dice que tiene que dominar económicamente, que tiene que trasgredir normas... Esos mensajes sobre la virilidad que siguen vigentes son el aparato ideológico que tenemos que desmontar. La educación y particularmente la ESI, es una herramienta clave para esto. La escuela es el lugar donde se pueden tomar estos casos para analizar en grupo, para que se escuchen entre pares de todas las identidades sexo genéricas. La ESI procura esos espacios. Porque si vivimos en una sociedad donde estas prácticas forman parte de "lo habitual" o "lo tolerable”, la escuela puede transformarse en un ámbito contracultural para la construcción colectiva de la justicia de género.
-Además de la ESI ¿qué otras herramientas hacen falta?
-Tenemos que encontrarle la vuelta a la justicia. Hay algo en la justicia que tiene que ver con que es lenta, con la falta de recursos, pero hay otra parte, que tiene que ver con la falta de formación. Es otro de los ejes importantes tener un sistema judicial que rápidamente entienda que una denuncia debe ser atendida, escuchada, que no se ponga en duda.
-El hecho de que los agresores sean jóvenes no deja de sorprender.
-¿Por qué nos impacta? Porque tenemos todavía un espejismo, el espejismo de la marea verde fue pensar que los jóvenes estaban al mismo nivel en la discusión, en la mirada, en la transformación. No es verdad que todos los jóvenes y todas las jóvenes compartan aun esa mirada por la igualdad y la justicia. Haber tenido cientos de miles de jóvenes en las calles tal vez nos hace pensar que el tema de la juventud ya está saldado y no está para nada saldado y estos son los episodios que lo confirman. Todavía el aparato ideológico que es el patriarcado sigue con mucha salud. Falta mucho todavía para construir relaciones fundamentadas en el respeto. Relaciones de todo tipo. Porque el patriarcado mata, pero no solo mata mujeres, también mata varones. Esa masculinidad es violenta contra todo el resto de la humanidad, no solo con mujeres y disidencias. Es una tarea para la familia también. Tenemos que pensar los modos en que esos hijos varones mueren mucho más frecuentemente que las mujeres por muertes violentas cuando son jóvenes, esto no está en los genes está en la cultura. Tenemos que trabajar no solo en las escuelas sino en las casas para que la identidad de los varones no esté fundada en la violencia.
-¿Cómo se construye otro tipo de varones?
-Visibilizar la afectividad y el cuidado como una potencialidad humana, respetable y valorable. Formar varones para que asuman tareas del cuidado porque nos lleva también a otra forma de valorar la vida. Esa es un clave. Menos violencia y más cuidado.