Desde Brasilia
Describir con detalles aquello que no ha sucedido. Eso fue lo ocurrido el miércoles pasado cuando la policía atacó con gases lacrimógenos y armas de fuego a la multitud movilizada en Brasilia para exigir elecciones directas mientras las cadenas de noticias reportaban (inventaban) como columnas de “vándalos” avanzaban sobre las fuerzas de seguridad las que se vieron obligadas a “dispersarlas”.
Una meticulosa deformación de los hechos radiodifundida por la tarde y amplificada en los telediarios nocturnos en los que se exhibieron imágenes de grupos de diez a veinte presuntos Black blocs destruyendo las puertas vidriadas de algunos ministerios y lanzando molotovs ante la contemplación (casi incitación) de la policía mientras unas 150 mil personas ocupaban la capital pacíficamente al grito de “Fuera Temer” . El simulacro contado para los televidentes brasileños fue desmentido en menos de 48 horas para la opinión pública internacional.
El viernes el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas (ONU) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) , vinculada a la OEA, censuraron la represión que dejó mas de 40 heridos, entre ellos un jubilado de 61 años que ayer continuaba en terapia intensiva debido a una herida de arma de fuego en el rostro.
El comunicado conjunto de la Alto Comisionado y la CIDH, en el que también se mencionó las “depredaciones” de los manifestantes, recibió una dura respuesta del gobierno que acusó a las entidades de obrar con “mala fe”.
La reacción intempestiva de Brasilia ante dos organismos ligados a la ONU y la OEA, tiende a profundizar el aislamiento del régimen, contra el cual ya fueron presentadas otras denuncias por reprimir manifestaciones y cercenar el derecho de defensa jurídica del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Posiblemente Temer, que lleva apenas un año en el Palacio del Planalto, ya sea el presidente con peor imagen externa desde el fin de la dictadura. La comunidad internacional lo recibió con recelo cuando llegó al poder tras un golpe parlamentario y desde entonces un solo mandatario realizó una visita de Estado a Brasilia, el argentino Mauricio Macri. Muy poco para un país que fue la potencia diplomática de América Latina, y un actor emergente en el tablero global, entre 2003 y 2011.
Las desconfianza mundial hacia Temer continuó debido a las denuncias documentadas de corrupción, como la reciente que lo vincula al frigorífico JBS y posiblemente aumentó el miércoles último con la represión a seguida por el llamado a las fuerzas armadas. El decreto presidencial que ordenó la movilización militar justificada en la necesidad de garantizar la “ley y el orden”, fue otra pieza de ficción similar a las crónicas marcianas sobre las multitudes amenazando a la República. En rigor fue la policía quien puso en riesgo la paz y violó la ley al disparar contra los indignados.
Finalmente, y ante la reacción negativa de dirigentes opositores y algunos legisladores oficialistas, el decreto fue dejado sin efecto pocas horas después de que camiones verde oliva y soldados ocuparon la ciudad.
No se sabe cual fue el cálculo político que inspiró esta medida por la cual el régimen se deslizó hacia la militarización, mostrando las tentaciones autoritarias de Temer que también son las del campo conservador . Es evidente que pese a sus divisiones internas el bloque de derechas hace causa común cuando se trata de responder por la fuerza a los que demandan elecciones directas, porque si las hubiera posiblemente Lula sería el ganador.
¿La movilización de tropas fue una medida precipitada o se trató de una advertencia calculada?. Brasil, que en 1964 fue pionero en la implantación de dictaduras ¿está ensayando un modelo de democracia de libre mercado, tutelada por las fuerzas de seguridad y/o de defensa?
El comandante del Ejército, general Eduardo Villas Boas, formuló breves declaraciones en las que pareció disentir con el empleo de soldados para cumplir funciones policiales. Posteriormente el general Sergio Etchegoyen, responsable del Gabinete de Seguridad Institucional, explicó que la pronta desmovilización fue determinada porque se habían disipado las amenazas.
Si en Brasil imperaran realmente la ley y el orden democráticos no le cabría a dos generales manifestarse sobre decisiones relativas al derecho de manifestación, una responsabilidad que les cabe a ministros del área política como son el Jefe de la Casa Civil, Eliseu Padilha, y el Secretario de la Presidencia, Wellington Moreira Franco.
Ocurre que Padilha y Moreira Franco prácticamente dejaron de presentarse ante la prensa para eludir responder sobre los escándalos de corrupción. Esos dos ministros y su jefe Temer están advertidos de que este gobierno perdió prácticamente todos los fundamentos de poder por lo que probablemente no llegará al fin del mandato en diciembre de 2018.
La expectativa de Temer es prolongar la agonía para ganar tiempo y negociar alguna forma de inmunidad legal que le permita continuar en libertad cuando haya dejado el gobierno y perdido el foro especial.
Ese objetivo puede verse frustrado si, como afirmaron los diarios de este sábado, en los próximos días uno de sus hombres de confianza, Rodrigo Rocha Loures, decide convertirse en un delator en el proceso abierto luego de que la Corte recibió una cinta que registró la voz del gobernante mientras al parecer pactaba el pago de sobornos con Joesley Batista, dueño del frigorífico JBS. Esas coimas fueron entregadas en valijas cuyo transporte fue confiado Rocha Loures, que fue filmado por la policía.
Arrinconado por las evidencias el “hombre del maletín” habría iniciado negociaciones para contar todo lo que sabe de su jefe y convertirse en una suerte de “garganta profunda” como la que reveló los secretos que terminaron en la renuncia de Richard Nixon en 1974.
Claro que los casos no son calcados: en Estados Unidos tuvieron que aguardar más de tres décadas para saber que el agente Mark Felt era “garganta profunda”, mientras en Brasil ya se conoce el nombre del potencial confesor. Y esa exposición pública puede inhibir a Rocha Loures de realizar una delación que tiene a Temer y los suyos con el corazón en la mano. Y también tendría un efecto letal para los políticos que continúan negociando una salida controlada de la crisis para garantizar la continuidad del golpe en elecciones indirectas.