Dennis Smith y Laura Oliva leyeron en un fin de semana el libro Chicos de Varsovia, de Ana Wajszczuk, porque la autora se los había regalado luego de una función. Allí cuenta la participación de parte de su familia en el Levantamiento de Varsovia, un movimiento poco conocido de resistencia a la ocupación nazi de Polonia que duró dos meses en 1944. Tres tíos abuelos adolescentes que tomaron las armas, si es que tenían, en el AK (Armia Krajowa), ejército popular, y dieron su vida para defender a su país de la ocupación. Y se dijeron que tenían que llevar ese texto a las tablas.
“Algo en el libro me conmovió muchísimo. Estaba en el colectivo yendo a buscar una lámpara y me puse a llorar leyendo el testimonio de una sobreviviente”, recuerda en diálogo con Página/12 Smith, dramaturgo y director de la obra que lleva el mismo nombre del libro y se presenta en el marco del FIBA el sábado a las 21 y el domingo a las 20 en el C. C. San Martín (Sarmiento 1551).
En esa familia de origen polaco, los silencios encubren un pasado de horror, una tragedia familiar que ocultó su recorrido en la represión del no decir, como si eso enterrara también el dolor. Pero, como síntoma, retorna para recordar que todos tenemos un pasado que nos determina antes de nuestro propio recorrido. “Entendí que tenía que contarle a mi mamá su propia historia”, dice el personaje de Ana (Laura Oliva) para dar comienzo al viaje que la llevará a Polonia a buscar a esos antepasados que murieron en su tierra pero que pesan a miles de kilómetros, muchos años después: Antoni, de veinte años; Barbara, de dieciocho; y Wojtek, de quince. Apenas unos adolescentes que quisieron torcer el rumbo de la (su) historia y murieron casi sin dejar rastros, acaso unas miguitas de información dispersa, inferencial, en vagos recuerdos o en rumores expresados en voz baja. “Esto no es un rompecabezas, son escombros”, reflexiona la madre de Ana (Cristina Dramisino) cuando su hija duda sobre si va a poder reconstruir la historia familiar.
-¿Qué nos puede decir un texto casi autobiográfico adaptado al teatro sobre un hecho que sucedió hace casi 80 años?
-La obra la escribí en base al libro, que es muy hermoso, y el anteúltimo borrador se lo pasé a Fernando Losada, que hace la música en vivo. Trabajo hace muchos años con él y siempre le doy los textos porque tiene una mirada muy desde la confianza y súper sincera. Y me dijo que le gustaba mucho, pero me preguntó por qué tanto sufrimiento. Había algo que yo no terminaba de ver, y me dijo que el texto era sobre la identidad. Tenía razón. Es sobre recuperar la identidad, por eso la línea de Laura que dice “yo soy por todas las esperanzas, las pesadillas y las tragedias de los que ya no son”. Pienso en mi abuela, en mi mamá... En lo bueno y lo malo. Somos quienes somos por todas esas historias. Hay algo que uno necesita entender, de dónde venís para entenderte a vos y sufrir un poquito menos. Que los problemas no se sepan, que no se compartan, hace mal. Las cosas hay que decirlas, verlas y mirarlas a la cara para entenderlas y sacarlas. La palabra tranquiliza, ordena, porque ya no está en tu cabeza.
La puesta en escena construye distintos espacios a través de un dispositivo de sillas manipulables con contrapesos y luces que construyen ambientes por luminosidad y color. La música en vivo y las canciones (que el propio Smith interpreta) se complementan con pistas que acercan a los jóvenes polacos que enfrentaban a los nazis al siglo XXI, y las coreografías de Aymará Abramovich (que en la obra interpreta a Wanda Felicja Lurie) le aportan potencia y delicadeza a la interpretación de esos jóvenes dispuestos a dar la vida por cosas que tal vez no comprenden del todo, pero que reconocen como propias. Y los testimonios, tomados del libro que se armó a partir de las voces recuperadas en Polonia por Wajszczuk, se reproducen a través de un dispositivo de video, que figura una especie de documental sobre los hechos y que por momentos construye un sinfín, porque cada historia contada representa a miles que fueron silenciadas, a la vez que viste el escenario con imágenes de Varsovia.
-¿Qué le aporta el dispositivo tecnológico a la narración?
-Hay algo que está absolutamente anclado en lo real. No es surrealista, es una obra realista con un tratamiento escénico. Es teatro. Para mí, lo que está sucediendo en la ficción es que ellas se van a Varsovia con un tipo que es camarógrafo. Ellas están haciendo un registro documental de este viaje. La obra es el registro documental de ella, la cámara cumple la función de traer un poco a tierra esa historia. Por eso le habla a cámara. El video es necesario para narrar. El dispositivo es el de un falso documental, que igual está basado en un libro que es documental, y para mí hay algo visualmente que fuimos investigando de los planos abiertos, se empiezan a replicar hasta el infinito. Me parece que eso habla de la multiplicidad de historias en un mar de escombros, en los que hay seiscientos años de historia que es imposible reconstruir del todo. Es un rompecabezas y a la vez un laberinto.
-El texto cuenta una historia muy fuerte. Y parte de la obra es a través de la música, el canto y el baile. ¿Por qué narrar estos hechos casi como un musical?
-Lo que hago últimamente lo llamo ópera pop. Creo que los artistas somos intérpretes, no somos solo herramientas expresivas. Los artistas son personas que filtran las cosas a través de sí mismos, y yo me considero más intérprete. Entonces, si me llaman para hacer una obra de teatro va a estar filtrada a través de mi mirada y mi vida, por mis propias experiencias. Yo hago música desde muy chiquito, cantante media vida, entonces la música para mí es una forma total de expresión. Tiene algo que conecta emocionalmente muy rápido, sin pensar. Te lleva a un lugar emocional. Acá la música sostiene todo el tiempo, genera climas, tiene colores distintos... Lo que hace es envolverte en un cuento. Yo necesito la sensación de cuento. Hay algo de la seducción con el espectador, estoy todo el tiempo pensando en eso. Le hablo mucho al público. Ahí hay algo del cuento, y la música es la plasticola que hace que te vayas de viaje, que salgas de lo cotidiano. Medio Disney, un Disney macabro, pero Disney al fin (risas).
A pesar de la tragedia, de la guerra, de las muertes, en su viaje Ana conoce retazos de su historia, y comprende un poco más su presente. Objetivos que se cumplen pero que duelen; la alegría de hallar el hilo de Ariadna, pero nunca del todo. Siluetas de la historia que señalan posibilidades donde antes había vacío. Para Smith, esta obra es una especie de “celebración fallida” porque “averigua mucho de lo que quería saber, pero son cosas terribles. Es las dos cosas. Es una celebración y es algo que falla. El libro en particular es mucho más desolador, es estar todo el tiempo buscando sin saber si van a poder armar el rompecabezas porque es medio imposible”, compara, y reflexiona: “La esperanza también es no callar las cosas, y tratar de verte lo más sinceramente posible. En un punto, el libro es más triste. Ella triunfa, pero no sabe todo. Lo que descubre la deja medio torcida. En la obra, y esto sí tiene que ver con mi deseo, hay algo al final del espectáculo porque quiero que la gente se vaya pensando que a pesar de todo hay esperanza”, concluye.
* A partir del próximo fin de semana, sábados a las 20 y domingos a las 19.