Atlas 7 Puntos
Argentina, 2021
Dirección y guion: Ignacio Masllorens y Guadalupe Gaona.
Duración: 86 minutos.
Estreno en el Malba (Av. Pres. Figueroa Alcorta 3415), los viernes de marzo a las 20 horas.
Las primeras imágenes de Atlas podrían formar parte de algún policial noir o un film de terror con un científico loco y peligroso haciendo de las suyas. Entre sombras apenas iluminadas por los flashes de una cámara fotográfica, una hilera de frascos rellenos de un líquido verdoso mantienen en conservación animales que sufrieron una vivisección en el pasado remoto. De pronto, ya no se trata de sapos y ratones, sino de rostros inconfundiblemente humanos que le ofrecen al espectador sus gestos congelados, debajo de cráneos abiertos que permiten admirar la intrincada morfología del cerebro. Pero el nuevo largometraje de Ignacio Masllorens (El teorema de Santiago, Martín Blaszko) y la debutante Guadalupe Gaona nunca ingresa en los territorios de la ficción. Documental de creación recubierto de una capa investigativa, la película utiliza como excusa la figura del neurobiólogo alemán Christofredo Jakob para reflexionar sobre las prácticas médicas como parte del entramado social, la relación cambiante entre humanos y animales y la memoria personal y colectiva.
Nacido en el estado de Baviera en 1866, Jakob se instaló en Argentina a comienzos del siglo XX invitado por el gobierno de nuestro país. En el entonces llamado Hospital de Alienadas, hoy Hospital Moyano, el científico construyó un laboratorio que supo brillar con un orden riguroso y hoy sobrevive en semi ruinas (algunas imágenes de archivo filmadas en los años 20 describen esos fulgores). En cámara, la nieta y la bisnieta de Jakob elaboran recuerdos en una entrevista con los directores, contradiciéndose, a veces recordando a medias, interrumpiéndose y retándose mutuamente. La inestimable publicación del Atlas del cerebro de los mamíferos de la República Argentina, coescrito junto al naturalista Clemente Onelli y dado a conocer en 1913, es acompañado de anécdotas personales y profesionales, algunas vagas, otras vívidas, otras tantas transformadas en leyenda, como ese portero de noche que, según dicen, se bebía de los frascos el formol condimentado por los fragmentos anatómicos.
La deriva es uno de los secretos del éxito creativo de Atlas. Cuando la cámara registra escenas de la vida cotidiana en el ex zoológico de Buenos Aires, que todavía es refugio de muchos animales, encuentra ironías en un extenso plano protagonizado por un pavo real, cuyas bellas plumas extendidas apenas si acaparan la atención de los trabajadores del lugar. De pronto, la búsqueda de viejas placas tomadas en el hospital (Gaona es fotógrafa e historiadora de la fotografía) prologa uno de los momentos más potentes del film. Sin música ni voces explicativas, una serie de imágenes de internas del hospicio, tomadas a la manera de una foto carné en 1920, permite que el espectador viaje a otra era en la historia de la psiquiatría. ¿Qué trastornos sufrirían esas mujeres? ¿Tendrían todas ellas realmente problemas psicológicos? La sonrisa de algunas se cruza con la mirada perdida de otras, e incluso en varias ocasiones manos y brazos ajenos sostienen el rostro o la totalidad del cuerpo, para evitar movimientos bruscos que arruinen la exposición.
El estado edilicio de la institución, de bella arquitectura francesa, señala precisas funcionalidades pasadas y decadencias presentes. Alguien sueña con transformar el laboratorio en un centro de consulta abierto a los estudiantes, mientras los profesionales discuten sobre las decisiones a tomar respecto de un puñado de pacientes. La nieta de Jakob y acompañante siguen discutiendo y recuerdan los viajes del antepasado a Bariloche, donde un mirador lleva indirectamente su nombre. Por momentos, Masllorens y Gaona logran que el positivismo y sus ideales puedan palparse, antes de retroceder y afirmar, sin decirlo explícitamente, que esa corriente filosófica fue apenas una entre tantas. Mientras las ideas de Jakob y sus famosos cortes cerebrales continúan estudiándose en las escuelas de medicina, fantasmas sin nombre ni silueta recorren los pabellones abandonados del hospital.