La visión monetarista de la inflación supone que la evolución de los precios está determinada por la emisión monetaria. Bajo esa mirada, el alza de los precios globales es un fenómeno pasajero que sólo requerirá un temporal endurecimiento de la política monetaria. Ello contrasta con la idea de los economistas estructuralistas que analizaron fenómenos inflacionarios de larga duración en América latina y, especialmente, en Argentina. Para ellos, la inflación es un fenómeno acumulativo donde la historia pesa.

El estructuralismo señala que un shock temporal de precios puede generar una inflación elevada que permanezca a lo largo de varios años, aún cuando el fenómeno que la originó se haya extinguido y prevalezca una política monetaria ortodoxa. 

La clave son los mecanismos de propagación de los aumentos de precios (pujas salariales e intersectoriales, política cambiaria, monetaria) y, cuando la inflación se vuelve crónica, su inercia. Este último fenómeno, preponderante en la dinámica actual de los precios, hace que la inflación del pasado se proyecte por sí misma hacia adelante, al estar incorporada en expectativas salariales, contratos de alquiler y crédito, acuerdos de precios con proveedores.

La salida de la pandemia generó una importante aceleración del aumento de los precios a nivel global. La fuerte inyección de liquidez por los Estados para sostener ingresos cuando se paralizaban sectores de la producción, alimentaron los ahorros de quienes debieron reducir su consumo a bienes esenciales por las restricciones a la producción. Cuando la economía retornó a la normalidad, esos excedentes se volcaron al consumo y generaron una presión al alza de los precios al enfrentarse con restricciones de la oferta. Influyó en ese fenómeno la caída de la productividad por ausentismo asociados a contagios y la reorganización de los procesos a nuevos hábitos como el teletrabajo. 

Otro impulso al alza de los precios estuvo asociado a las bajas tasas de interés que mantuvieron los países centrales para apoyar la reactivación pospandemia. Los bajos rendimientos de los bonos del Tesoro de Estados Unidos incentivaron inversiones en futuros de materias primas, dando un impulso adicional a sus precios. 

La suba de los precios de los commodities se acelera ahora por el conflicto entre Rusia y Ucrania, dos grandes proveedores mundiales de alimentos y energía.

Desde la perspectiva estructuralista, los mencionados shocks de precios probablemente cristalizarán en una etapa global de elevada inflación que perdurará por varios años. 

Para tener una referencia, el shock de precios asociado al alza del petróleo a comienzos de los setenta en el siglo pasado generó una década de elevada inflación en los países centrales. Las drásticas políticas ortodoxas que lograron disminuir la inflación en los países centrales en los años ochenta derivaron en una crisis de balanza de pagos del Tercer Mundo, que generó una aceleración de su inflación hasta llegar, en algunos casos, a picos hiperinflacionarios.

@AndresAsiain