El spot para promocionar la Liga Femenina de básquet, recién creada, generó hace unos días más críticas que entusiasmo, por su tinte machista y sexista. Con el slogan “te van a dar ganas de seguirla”, la publicidad muestra a una modelo –que además, no es jugadora– que lo único que hace es posar sensualmente junto a una pelota en una cancha de básquet. La cámara enfoca su cuerpo. Sus zapatillas. No se la ve haciendo jugadas osadas más que picar la pelota. Ni siquiera emboca una vez en el aro. Parece más una promoción de ropa deportiva que un aviso para difundir un torneo de básquet femenino –que por primera vez será televisado–, y al mismo tiempo poder incentivar el deporte entre las chicas.
El spot condensó en pocos minutos la forma en que los medios suelen mirar el deporte femenino: el foco puesto en información sobre aspectos que nada tienen que ver con el mundo del deporte y abundancia de referencias a la belleza y el aspecto físico, como lo señala la profesora de Filosofía de la Universidad de Málaga, Susana Guerrero en su último libro, Sexismo lingüístico y discursivo en la prensa deportiva. Guerrero apunta otro rasgo característico del discurso mediático que hace evidente que el tratamiento que reciben las mujeres deportistas, si es que aparecen, es desigual respecto a sus pares varones: la constante comparación a la que se ven sometidas cuando sus actuaciones se valoran en relación con el deporte masculino.
“Pedíamos publicidad del básquet femenino pero el spot de la Liga no era lo que esperábamos, hay miles de formas de mostrar el deporte que no eran esa, con una modelo. Las propias jugadoras tendrían que haber mostrado como pican y embocan la pelota”, opina Carolina Sánchez, jugadora de la selección de básquet por dos décadas y ahora dirigente de las divisiones inferiores, ya de regreso al país y a su Mendoza natal, después de vivir casi veinte años en Europa como jugadora profesional en España e Italia, entre otros países, adonde suelen emigrar para poder combinar pasión y bolsillo las que se destacan en el básquet local. “La intención fue buena pero tendrían que haber hecho una publicidad más real”, coincide Natacha “Nacha” Pérez, jugadora del club Lanús, también mendocina, y convocada a la selección desde los 15 años. “Estamos llenas de moretones, la mayoría trabaja o estudia, o las dos cosas”, describe Nacha, en diálogo con PáginaI12. Ella tiene 26 años, trabaja y está terminando la licenciatura en Nutrición. Duerme cinco horas para poder combinar estudio, trabajo y entrenamiento.
Muchas jugadoras no se animaron a comentar el spot a viva voz, por temor a represalias o sanciones encubiertas en los clubes, y prefirieron expresar su bronca en redes sociales. Para ellas, la publicidad expresa y refuerza la discriminación que sufren de parte de la dirigencia, conformada en tu totalidad por hombres. Pero paradójicamente, aun con ese enfoque machista, el aviso destapó la olla, y permitió que se hablara –un poco– del lugar de las mujeres en ese deporte y de lo que les cuesta el apoyo económico en el alto rendimiento.
“Si no ganás, no figurás. Si no lográs prestigio por ganar un mundial, una medalla olímpica, no hay respaldo económico”, dice Carolina Sánchez a este diario. Recuerda épocas en las que el seleccionado femenino viajaba a torneos internacionales sin utilero ni médico, por falta de fondos, mientras que el equipo nacional masculino –con estrellas de renombre–, dormía en hoteles cinco estrellas. ¿Es posible lograr éxito deportivo sin respaldo económico? Desde 2008, las jugadoras reciben becas del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard). Viajan con médico y utilero. Pero no alcanza.
Hace tres años, aproximadamente, la Confederación Argentina de Basquet Ball (CABB) asumió la responsabilidad de impulsar la rama femenina, lo cual significo un gran avance para las mujeres, sobre todo porque se abría la posibilidad de encontrar un desarrollo coordinado con el masculino. Primero se hizo el torneo Federal y luego la “Superliga”, lo que significó contar por primera vez con la presencia de jugadoras extranjeras cuyos gastos corrían por cuenta de la CABB, un gran apoyo a los clubes que apostaban a su desarrollo. Al mismo tiempo empezaron a llevarse adelante clínicas y encuentros en el interior del país que dan a miles de pibas la posibilidad de mostrarse. “La conformación de la Liga Nacional, a cargo de la Asociación de Clubes, tiene un gran impacto en aquellas que practicamos el deporte y que construimos nuestras referencias a partir de modelos masculinos. Significa la posibilidad de referenciarnos entre nosotras, de mostrarnos, de ampliar el público y sobre todo, de demostrar que las mujeres contamos con el mismo talento, pasión, esfuerzo y garra que los varones. Sin embargo, hay algo que no contamos, y eso es importante de remarcar: no contamos con la posibilidad de desarrollarnos profesionalmente en el deporte. Todas buscan actividades para mantenerse económicamente, algunas son madres y además tienen la rutina de entrenamiento de la disciplina deportiva a la que se dedican. Podríamos decir que tienen triple jornada laboral, porque a esta altura, el deporte es una actividad más que no encuentra la remuneración adecuada. Pero ¿por qué las mujeres no podemos vivir del deporte en Argentina, como sí sucede en España, Italia o Estados Unidos por nombrar algunos?”, comenta otra ex seleccionada.
La mirada masculina tiñe tanto al básquet que incluso las chicas usaban el mismo tipo de vestimenta, ropa grande, de los varones, aunque les resultaban poco funcional. Recién hace un par de años y a pedido de las jugadoras, cambiaron el equipo por shorts y remeras más ajustadas, que les resultan más cómodas para desplazarse. ¿Qué pasa con la altura de las jugadoras en el país? ¿Es un obstáculo para el desarrollo deportivo? ¿Cuánto debe medir una basquetbolista para tener chances? Es relativo, claro. Melissa Gretter, base estrella del seleccionado femenino en el país, ronda 1,60 metros. Es talentosa, agresiva en el juego. Durante años tuvo que entrenarse con varones en su club de Rafaela, porque no había equipo femenino. “A nivel de la Selección se está haciendo el trabajo de buscar jugadoras altas en los clubes, que tengan entre 1,75 y 1,90, de entre 13 y 18 años, que es la edad justa para empezar a formar a las inferiores de la Selección”, cuenta Sánchez.
Las primeras notas periodísticas que salieron al confirmarse la creación de la Liga Nacional sirven para repasar los supuestos que obstaculizan, tal vez, que el básquet femenino, termine de despegar, apunta otra jugadora, que prefiere mantener su nombre en reserva.
1. Las mujeres hacen deporte para mantenerse “en forma”, “divertirnos” o “despejarnos” de sus tareas habituales. La profesionalización del deporte es una característica masculina.
2. Si bien existen en los clubes de barrio una importante participación de las mujeres en la organización y desarrollo de las instituciones, y muchas llegan a desarrollarse como dirigentes deportivos, los espacios de dirigencia de las competencias más importantes las excluyen.
3. Habiendo tantas jugadoras que se han desarrollado a nivel internacional, deciden reforzar los modelos masculinos por sobre los femeninos.
4. La liga es rosa.
5. Los medios de comunicación, salvo excepciones, no incorporan en las secciones de deportes el desarrollo de las ligas o exponentes femeninas. Las invisibilizan. Para lograr difusión se necesita una medalla en algún certamen internacional o un resultado favorable como selección nacional. El resto no existe.
Las deportistas esperan que las cosas empiecen a cambiar para el básquet femenino. Por empezar, que el próximo aviso publicitario del torneo sea protagonizado por jugadoras.