Erase: 9
Dirección: Gustavo Tarrío
Autoría: Mónica Cabrera, Marcos Krivocapich, Gustavo Tarrío
Intérpretes: Mónica Cabrera, Marcos Krivocapich, Nico Levin, Carolina Saade, Donna Tefa Sanguinetti, Denisse Van Der Ploeg, Milva Leonardi
Voz en off: Gustavo Di Sarro, Cecilia Laratro
Vestuario: Paola Delgado
Iluminación: Fernando Berreta
Diseño sonoro: Pablo Viotti
Realización de escenografía: Hencer Molina
Arte: Mariano Sigal
Asistencia de dirección y coreografía: Juanse Rausch
Contar el origen de la humanidad en una obra de teatro. Pequeña tarea se propusieron Mónica Cabrera, Marcos Krivocapich y Gustavo Tarrío en Erase, pieza que este sábado tendrá otra función en el marco del FIBA y que luego continuará los domingos a las 21 en Quetren Quetren (Av. Olazábal 1784). El mito fundacional representado a través de un recorrido por esa maravillosa cancha tomada por mujeres del barrio de Belgrano que incluye sketches, cuadros musicales, segmentos de danza y monólogos que parodian el estilo didáctico de las charlas TED.
Erase propone el quiebre de varias convenciones y eso está asociado –en gran medida– al espacio: una cancha de fútbol que deviene escenario se adapta a las necesidades de esta puesta dirigida con maestría por Tarrío y desactiva la tendencia de ubicar a lxs espectadorxs en butacas mirando hacia un mismo punto. Al inicio lxs intérpretes se ocupan de reunir al público como si se tratase de un rebaño y, encaramados sobre distintas superficies, enumeran “los 27 cerebros de sabiduría cuantificable que llegaron a nuestras manos de manera ultra simplificada”: el abanico incluye a Linneo, Darwin, Marx, Engels, Levi Strauss, Arendt, Yuval Noah Harari, Terence McKenna y otros tantos.
El listado funciona como antesala de un dispositivo escénico que por momentos adquiere el vértigo de un plató televisivo, donde las cosas ocurren de manera simultánea y la atención del público (como un camarógrafo en busca de la acción) se desvía naturalmente hacia aquellos sitios en los que recae el foco de luz: Cabrera al frente de su monólogo y una presentación musical junto a Pablo Viotti en el teclado o Denisse Van Der Ploeg con ese segmento de danza que es una gran forma de acceder al universo paralelo que propone Erase. Afuera pasa el tren, las alarmas suenan y se escucha la música de los autos que circulan por Olazábal, pero nada de eso entorpece el curso de la obra porque lxs artistas se las rebuscan para incorporarlo de manera orgánica.
El elenco incluye a varios miembros de La guiada, aquella memorable visita por el Cervantes (también dirigida por Tarrío) que agotaba localidades cada semana. La pieza –que tenía su estreno previsto para 2020 en el Teatro del Pueblo, pero ya se sabe lo que pasó– está inspirada en la serie de animación francesa Érase una vez… el hombre, que en Argentina se comercializó en formato cómic y tuvo una versión adaptada e intervenida por la iglesia católica durante la dictadura cívico-militar. ¿El resultado? Un cóctel delirante de creacionismo bíblico, neandertales y homo sapiens fruto del puritanismo y la censura. El espíritu didáctico del original fue reemplazado en este país por el Espíritu Santo, y se llegó a publicar un fascículo extra (el n° 27) que era prácticamente un cuadernillo de catecismo.
En ATC el ciclo televisivo fue presentado por Cecilia Laratro y su voz aparece en la cancha como testimonio documental. La otra voz en off pertenece a Gustavo Di Sarro, quien con el estilo de los locutores de la National Geographic acompaña las contorsiones de esa troupe de cavernícolas que bailan al compás de Lady, Be Good! de Gershwin, se comunican con sonidos guturales y se atacan con garrotes unos a otros. En esa pequeña comunidad y también en la Rita Segato desbocada que compone Cabrera –custodiada por Judith Butler, Simone de Beauvoir, Carla Lonzi y Marie le Jars de Gournay– está la libertad total para abordar lo aparentemente inabarcable desde la irreverencia.
Sin embargo, bajo ese despliegue de habilidades y descubrimientos siempre late el peligro de borrarlo todo (allí el juego del título), de que la humanidad se autodestruya en un abrir y cerrar de ojos: la historia humana puede ser leída como una historia de genocidios y la obra también se ocupa de enumerar las tragedias. Erase revitaliza el campo de las artes escénicas con el desparpajo del espacio de ensayo, la libertad de la experimentación y la potencia de la creación colectiva.