Si no hubieran peleado Justo Suárez, Luis Angel Firpo, José María Gatica, Alfredo Prada, Pascual Pérez, Eduardo Lausse, Ringo Bonavena, Nicolino Locche, Carlos Monzón y Víctor Galíndez, si no hubieran cantado Frank Sinatra, Sandro, Mercedes Sosa y Serrat y no hubiera dicho adios Sui Generis, si Astor Piazzolla y Horacio Ferrer no hubieran estrenado en 1969 su Balada para un Loco, si no hubieran bailado Rudolph Nureyev, Maia Plissetskaia, Jorge Donn y Julio Bocca, si el básquet argentino no hubiera ganado allí su primer y único título del mundo en 1950, si no hubieran luchado Martín Karadagian y sus Titanes, si generaciones enteras no se hubieran entretenido con el patinaje sobre hielo, el Circo de Moscú, los Globetrotters y los Seis Días en Bicicleta y tantísimos otros espectáculos, el Luna Park igualmente sería una marca registrada de la cultura popular porteña y argentina. Y merecerían recordarse con orgullo los 90 años que cumple este sábado.
No sólo deporte y espectáculos
Que en 1944, Perón y Evita hayan iniciado la historia de amor y poder que cambió para siempre la historia del país, que allí mismo el pueblo le haya dado el adiós final a ídolos como Carlos Gardel, Julio Sosa y Bonavena, que en 1987 le haya abierto sus puertas al Papa Juan Pablo II y que en 1989, Diego Maradona y Claudia Villafañe hayan celebrado una boda más propia de las mil y una noches que de la Argentina le otorga a esa mole encallada desde 1932 en la manzana comprendida por las Avenidas Corrientes y Madero y las calles Bouchard y Lavalle, una consistencia histórica incomparable. El deporte, la política, la música, la danza, el show, la cultura, todas las ideologías y todos los credos pasaron por lo que Ismael Pace y José Lectoure idearon a principios de la década del 30 como un estadio deportivo y Juan Carlos Lectoure transformó a principios de los '90 en lo que es hoy: el teatro más grande de la ciudad, que desde 2013 es propiedad de la Sociedad Salesiana Don Bosco y administra el arzobispado de la ciudad de Buenos Aires.
La actual ubicación del Luna Park fue inaugurada con los bailes de carnaval de 1932 y la primera función boxística sucedió el 5 de marzo de ese año con tres tribunas (no había graderías sobre la calle Lavalle) y sin techo, que recién se construyó en 1934. Pace y Lectoure (el tío de Tito) le alquilaron el descampado por 700 pesos mensuales al ferrocarril de Buenos Aires al Pacífico y después de mucho andar, decidieron levantar allí un estadio para sostener las actividades que habían iniciado en 1916 en una dirección que ya no existe (Corrientes 1065) y que debieron dejar en 1926 para la construcción de la Avenida Nueve de Julio y la diagonal Norte. Ese viejo Luna Park era más un parque de espectáculos de variedades al aire libre que un estadio deportivo y funcionaba donde hoy se levanta el Obelisco, en una calle Corrientes angosta que ya vibraba al conjuro de dos pasiones populares, el tango y el teatro.
El boxeo fue lo que hizo grande al Luna Park de Corrientes y Bouchard y cuando los fundadores fallecieron (Lectoure casi ciego en 1950, Pace en un accidente automovilístico en 1956), las peleas y las multitudes que poblaban sus tribunas los miércoles y los domingos ya lo habían convertido en el estadio mas cerrado más importante de Sudamérica y en un dato emotivo insustituible de la argentinidad. Tito Lectoure asumió ese legado en 1956 y lo potenció. Diez años más tarde, Horacio Accavallo fue el primer campeón mundial de su gestión y luego consagró doce más (el último fue Pedro Décima en 1990). Pero además convirtió al Luna Park en una marca prestigiosa y reconocida. Los '60 y los '70 fueron los años dorados del boxeo argentino, por la cantidad y calidad de las figuras que coexistían. Locche fue el ídolo mayor pero cada verano,el boxeo se paraba y miles de familias disfrutaban de Holiday on Ice, los Circos (el de Moscú y el Tihany), los Globetrotters y de grandes shows musicales, los espectáculos tradicionales del Luna.
Adiós al boxeo
Lectoure le cerró las puertas al pugilismo en 1987,cuando el negocio dejó de ser lo que era y demasiadas ingratitudes lo habían desgastado, y se las abrió al show. Invirtió una fortuna en modernizar el viejo estadio y transformarlo en el teatro más grande de Buenos Aires y las multitudes volvieron, pero para ver los grandes musicales de Pepito Cibrián. El corazón ajado de Tito Lectoure arrojó la toalla en marzo de 2002 y ya no fue lo mismo. Un grupo de abogados cercanos a Ernestina Devecchi de Lectoure (esposa de José y tía de Tito) tomó el control del estadio y cuando la dueña falleció en 2013, en su testamento legó el Luna Park en partes iguales a la Sociedad Salesiana Don Bosco y al Arzobispado de la ciudad de Buenos Aires en representación de Cáritas Argentinas.
La historia del estadio sigue siendo acechada por desarrolladores inmobiliarios nacionales e internacionales dispuestos a demolerlo para construir allí torres y oficinas de alta gama con vistas a Puerto Madero. Pero el viejo Luna resiste: en 2007, Néstor Kirchner lo declaró monumento histórico nacional y forma parte del área de protección histórica de la ciudad de Buenos Aires, por lo cual tirarlo abajo hoy depende de un acuerdo político improbable. El boxeo reapareció a fines del año pasado impulsado por TyC Sports y el promotor Osvaldo Rivero y volverá dentro de tres semanas con una eliminatoria por un título del mundo. Hace 90 años que el ir y venir de los puños enguantados es el alma misma del Luna Park. Y no se puede parar. Aunque la música sigue sonando, con el coro de una bandada de recuerdos y emociones.