En diciembre de 1981, cuando Pedro Aznar sorprendió con su famoso "me voy a estudiar a la Berklee", se armó uno de los líos más resonantes de la historia del rock argentino. Era lo más punk que el bajista había hecho, estaba haciendo y haría en su vida. Seru Giran estaba surcando orondo la cresta de la ola. La banda que compartía con David Lebón, Charly García y Oscar Moro incluso tenía pensado incursionar en Europa, y ya poseía como prenda de presentación versiones en inglés de “Peperina”, “Seminare” y “Esperando nacer”, además de los contactos transoceánicos que había tejido el representante Daniel Grinbank con paciencia de araña.
Puertas adentro, en tanto, la realidad impulsaba la exportación de una música que había llegado a la cima de su popularidad. Sobraban pruebas, pero los masivos conciertos de Navidad de diciembre del '81 -en los que el circunspecto Aznar bailó el twist- bastaron para no contradecir lo que la empiria cantaba: una vida por delante.
Pero no. Aznar, autopercibido entonces como un joven “esnob e insoportable” a quien el rock le quedaba chico, empezó a carburar la idea de enfilar para el norte cuando un año antes, durante el festival de jazz de Río de Janeiro al que viajó con Seru, le entregó un demo a Pat Metheny. El cassette tenía versiones de The Beatles grabadas por el bajista en su casa de Liniers y la ficha grande cayó al momento en que Metheny hizo una devolución que sumió a Pedro en un mar de orgullo: “Toca como Pastorius”, dijo el guitarrista y lo convocó a integrarse a su banda de jazz.
No había vuelta atrás, claro. La decisión de Pedro fue irrevocable y generó el lío antedicho: la inmediata reunión post decisión en la oficina de Grinbank fue un infierno. Lebón quería matar al joven Aznar, Moro no entendía nada, y Charly se debatía entre soltarlo o no, pero caso no hubo. Pedro se asentó en el deseo y el grupo entró en trance de incertidumbre. En una especie de "¿qué hacer?" Primero había que cumplir con los compromisos pactados: el festival de La Falda y la gira por la costa del verano del '82. Después con el concierto que, atinadamente, fue presentado como la despedida de Pedro. Y luego se vería. Los melones se acomodarían con el camión andando. ¿Impasse? ¿Año sabático? ¿Seguir como trío y contratar un bajista? En caso de hacerlo, ¿sería Beto Satragni? Preguntas que se barajaban en el seno de una banda arremolinada, desacomodada.
Los conciertos despedida de Pedro -que por supuesto no habían sido concebidos como la de Seru Giran- se organizaron para el sábado 6 y el domingo 7 de marzo de 1982. O sea, hace hoy 40 años del primer día de los recitales en que el grupo, sin saberlo, dijo "chau"... al menos hasta la controvertida vuelta del '92. Y tan bueno, emotivo y festivo resultó que Charly lo tomó como una revancha de lo que había pasado en La Falda.
Hubo bemoles, claro. La guardia de hierro rockera de la época recibió mal la versión de “Popotitos”, por caso, y la saturada visita a “Peperina” perforó oídos. Pero en líneas generales, sobre todo hacia dentro del grupo, el concierto resonó impecable. Hubo ocho canciones -casi la mitad del total- que no quedaron en el disco. Entre ellas, una balada al mini moog que Charly anunció como un tema nuevo hecho por la dupla “Lennon-Lebón” (¿?), llamado “Oh Dios, ¿qué puedo hacer?” y que junto a “Yo no quiero volverme tan loco” la banda ya había tocado los Coliseos Navideños (ambas verían la luz en un tardío disco en vivo publicado en el año 2000). Pero la extraña versión “a lo Virus” de “Yo no quiero…”, en este caso fue en tándem con “Pena en mi corazón”. También sonaron “María Navidad”, que trocó aplausos por las agresiones contra el ruso que tal tema había provocado en La Falda, una bellísima visita a “Cinema Verité” que también quedó fuera del disco, al igual que la apoteósica “Viernes 3 AM” con García diciendo "me enteré que le gustaba a Pedro por la Expreso Imaginario”.
Fuera de lo estrictamente musical, resaltaron varias secuencias. Entre ellas, el “¡Viva Virus!” que Charly -compungido por el maltrato que venía sufriendo la banda platense- lanzó entremedio de “Mientras miro las nuevas olas” y el público gritaba "no nos vamos, no nos vamos". Otro bramido colectivo -"Pedro no se va, y Pedro no se va"- y la dedicatoria de “Cuanto más llevará” a Osvaldo Fattoruso fueron otras fuertes huellas emotivas de la noche.
El disco en vivo, primero y último en esta clave de la primera época de Seru Giran, se publicó finalmente en junio del '82 como No llores por mí argentina. Hacía tres meses que Pedro estaba en Boston -se fue días después de los Obras-, y la idea de seguir como trío nunca prosperó más allá de un especial que se grabó para ATC, con pistas sacadas de la despedida, o de las versiones de “Música del alma” y “San Francisco y el lobo”, que Lebón y García compartieron el 16 mayo, durante el Festival de la Solidaridad Latinoamericana.
Por contario, el día del desembarco en Malvinas Charly empezó a surfear la incertidumbre y se concentró en la grabación a cuatro canales de la banda de sonido de Pubis angelical, en la que se hizo cargo de todos los instrumentos. Daba así un paso más en la “competencia de egos creativos” que tenía con Pedro, quien había tirado la primera piedra en su disco debut como solista (con excepción de la batería a cargo del “Mono” Fontana, su viejo compañero de base en Madre Atómica, y de “Pomo” Lorenzo). Lebón, tras un descanso en Punta del Este, se abocaría por su parte al estupendo El tiempo es veloz, mientras que al gran “Morito” no le quedó otra que sumarse a uno de los bajistas-relevo que había pensado Seru Giran (Satragni) para armar juntos un dúo y publicar un disco que no tuvo mayor trascendencia.
En eso estaban todos cuando finalmente vio la luz No llores por mí… No fue un disco muy festejado, más allá de las resonancias sensibles de los Obras, y la mezcla de sentimientos que había provocado en los seguidores la separación. De los dieciocho temas que se tocaron el primer día, quedaron diez: “Eiti Leda” y “Seminare”, del primer disco; “Cuánto tiempo más llevará”, “Canción de Alicia”, “Mientras miro las nuevas olas” y “Encuentro con el diablo”, de Bicicleta; “Esperando nacer”, “Salir de la melancolía” y “En la vereda del sol”, de Peperina… Todos calcos de las versiones originales, a excepción de las introducciones de “Canción de Alicia” y “Seminare”. De entre las piezas hasta entonces inéditas quedaron “Popotitos” y el tema epónimo.
La principal crítica provino de Gustavo Gauvry. El monitorista había registrado las tomas en vivo en su flamante estudio móvil Del Cielito, y su dardo apuntó -y pegó- en lo que en la contratapa de la edición en vinilo figura como “maquillado en ION”. Un maquillado que, según palabras del técnico, modificó todo menos la batería y las voces del público. Conclusión: el trabajo de postproducción, alentado así incluso por Charly -obseso declarado de los estudios de grabación- quedó sobreproducido en exceso. Y tanto "rouge", paradójicamente, le quitó alguito el color genuino a una banda cuyo fuerte estaba en vivo.