Lirio John me pregunta si somos solo nosotros dos. Yo creo haber individualizado a Rosa Babel y a Lirio John de detrás del armario. Después aparecen la presentidora, el vecino de la esquina, el perro negro, la dobladora de sombras y algunos más que no logro reconocer en la penumbra. Lirio John se suma al grupo.
¿Era esto, pues?
Flota en el ambiente la sensación de que este capítulo pueda ser un pequeño adelanto del fin del mundo. La luna atrincherada. Toda la serie Rosa Babel en estado de alerta. El perro negro entre la cadena de noticias y el celular. A Lirio John de detrás del armario lo asalta un estremecimiento. Por hermética que sea una prisión tiene su falla. Esto sucede también cuando escucho hablar de los tanques de guerra y de las mujeres tentando los botones. Pienso en los misiles intrauterinos, pienso en la geometría sagrada, en la pierna mutilada de Rimbaud, en la lengua-gallina y el amor-perro de Hélèn Cixous. Por hermética que sea una prisión tiene su falla. Un pensamiento encuentra siempre la manera de salirse del encierro.
Rosa Babel lobotomiza algunos versos del Barco Ebrio. No descarto que este fragmento sea un pequeño adelanto del fin de mi cordura. Cuando alguien dice algo sobre la flauta y el cuerno, pienso en Verlaine, en el balazo, en el estallido de la mano, en la cárcel, en la reconciliación. Cuando alguien pronuncia, en el sótano, la palabra reconciliación, pienso en Kiev. Calamidad otra vez. Pienso en Shevchenko, hijo de esclavos, pienso en los poetas y pintores que le ayudaron a comprar su libertad. Pienso que estos días pueden ser un pedacito del fin del mundo. Las mujeres con sus dedos firmes tentando los botones. El tanque de guerra. Los dedos de las mujeres pueden abrir la falla.
Lirio John de detrás del armario enciende la lámpara contorsionista. La apaga. La vuelve a encender. El paso del tiempo modifica las cosas, dice, y yo pienso en el desertor. Boris Vian, Boris Vian, Boris Vian: Monsieur le Président /Je vous fais une lettre/ Que vous lirez peut-être /Si vous avez le temps/Je viens de recevoir/Mes papiers militaires/ Pour partir à la guerre/Avant mercredi soir.
El caballo de las nieves monta en cólera.
Señor Presidente,
pero yo no quiero hacerla.
Yo no estoy aquí en la Tierra
para matar a unos pobres hombres.
Me da igual que usted se enfade
por lo que vengo a decirle.
Mi decisión está tomada,
ya que voy a desertar.
Alguien habla fuera de mis pensamientos. Es la nueva amiga de Rosa Babel que se recuesta sobre el sillón roto y se quita los zapatos, mientras suena Le déserteur en todas las radios de París. Hace mucho tiempo de eso, por supuesto, pero por lineal que sea el tiempo, tiene su falla.
El perro negro sube la escalera. Camina por la casa en sombras. El recuerdo de una sed mortal desprevenida, le sujeta la garganta con firmeza y sin fatalidad. Busca agua en algún charco de Kiev.
La nueva amiga de Rosa Babel sigue hablando fuera de mis pensamientos y se entreteje en el sótano un telar de lenguaje, una entrañable imperfección. Hasta que Lirio John se para en el centro de la noche y desparrama una idea. En el centro de la idea reposa una palabra que coincide con mi palabra aunque esté fuera de mi pensamiento. No hablo porque el vaho de la boca empañaría el aire. Otra prueba de que toda prisión por hermética que sea tiene su falla.
Rosa Babel ya no sabe hablar. Ya no puede hablar. Sale a caminar para ver algo nuevo, para hacer algo nuevo, para respirar un aire nuevo.
¿Qué haremos?
Hace algunos minutos, había cosas que no existían.
Otras sí, porque creíamos en ellas.
Este capítulo puede ser un adelanto de un nuevo mundo. Así como hoy brotan las lágrimas, mañana brotará la risa y brotarán las palabras.
Pero Boris Vian no me suelta, no me soltará:
Si hubiera que dar la sangre,
vaya usted y dé la suya
ya que buen apóstol es,
Señor Presidente.
Por si me quiere buscar,
dé este aviso a sus gendarmes
de que no llevaré armas
y que podrán disparar.
Y esta estrofa final lo mandó a la cárcel. Por hermética que haya sido la prisión tuvo su falla.
Siempre lo supimos. Es esto, todo esto, pues.