Evita saca músculos. Luce sensual. La cobija un enterito calce profundo a rayas celestes, blancas y horizontales. Mira de costado. La rodea el “aro de la abundancia” que da nombre a la pintura. Sonríe fuerte, mucho. Y de fondo emergen los audaces colores del arco iris, que son los de la diversidad. Pues así de lumínica se la verá durante dos semanas en la entrada –justamente- de la sala Eva Perón, ubicada en el cuarto piso del Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151). “Ahí está ella, en la puerta, dándote la bienvenida como un baño de amor, con esa carita, ¿no?... es como si estuviera recibiéndote tu abuela con un beso”, se enciende Marina Olmi, hacedora de la obra. “Me surgió por la necesidad de diluir estructuras que ya no sirven”, enmarca la multifacética artista en larga charla con Página/12.

El aro de la abundancia forma parte de las actividades permanentes que el CCK lleva a cabo en derredor del Día de la Mujer, entre ellas “Los setenta de Evita” y “Poesía ya! Latinoamérica camino al 8M”. “Los colores que se ven detrás de la figura de Eva representan la diversidad y la inclusión, y desde una mirada más espiritual, agregaría el infinito y el arco iris, porque es algo que va mas allá de la materia”, grafica Olmi, acerca de una pintura cuya belleza ya paseó, junto a sus otras Evas, por Moscú, Barcelona, Mallorca, París y Berlín.

-¿A qué te referís con eso de “diluir estructuras que ya no sirven”?

-A aceptar las adversidades. Por más difícil que nos parezca, yo las decodifico como un desafío para encontrar nuevas formas de pensamiento y encontrar, a partir de ahí, caminos nuevos que transformen viejas y caducas estructuras. A esto me refiero, y creo que lo estamos viendo, ¿no?... Veo las adversidades, quiero decir, no como un enemigo sino como una oportunidad para cambiar los circuitos de acción que una y otra vez nos llevan a la frustración y el dolor. Es más, creo que la pandemia fue una oportunidad.

-¿En qué sentido?

-En que, más allá de lo doloroso y triste que fue, me conectó profundamente conmigo. Hizo que me enfrente a mis propios miedos, y no me detuve en otra cosa que en analizar quién habla cuando yo hablo, o por qué creo lo que creo, y defiendo lo que defiendo. Durante todo este tiempo se cayeron creencias construidas que formaban mi ego, mi estructura de identidad. Ojo, hay cosas que perduraron en el tiempo, y que son reales hoy… me refiero a ciertos valores y certezas que tengo frente al amor o la vida. Pero otras las tuve que volver a construir y esto permite mayor empatía con el otro. De esto hablo cuando digo lo de diluir las estructuras.

-¿De qué manera conecta Eva o tus representaciones sobre ella con esta vivencia?

-Tanto ella como Juan Perón son habitantes del futuro. En el caso de Evita, siento que nos convoca a integrarnos y unirnos, aceptando que las diferencias suman y nos convierten en una red colectiva, porque nos vuelve más fuertes. Desde el momento en que me tocó pintarla, la convertí en una aliada mía. De ahí que la haya hecho viva, sana y saludable, algo que considero realmente revolucionario. Siento que mis cuadros sobre ella están llenos de mensajes esotéricos, de señales.

Entre tales reverberos etéreos, Olmi cuenta los brazos musculosos de la abanderada de los humildes. Los ve como prueba de lo fuerte que se encuentra en el más allá. “La gente a veces me pregunta por qué hago a Eva así, o asá, y me da ganas de decirle a cada uno: 'mirá y sentí'si yo supiera hablar no pintaría (risas). En serio, yo pinto para que se te abra el corazón, para que sientas y no comprendas con tu cabeza sino con tu cuerpo, y cambie tu manera de vivir. Pinto para que exista la posibilidad de lo imposible dentro tuyo, la posibilidad de crear lo que quieras, porque ser feliz es un derecho, no una frivolidad”, asegura la pintora.

-¿Cómo fue el proceso de producción de El aro de la abundancia?

-No quiero aburrir, pero siempre que me pongo a pintar algo que me importa mucho, como en este caso, primero me quedo en silencio, y paso mucho tiempo con el propósito de dejar abierto un canal para observar mis pensamientos y entender que la imagen o el concepto que quiero transmitir no me viene de la cabeza, sino de un departamento superior que no veo. Me refiero a la conciencia y a la energía que superan nuestro cuerpo… eso que no se ve, pero que nos constituye. Bueno, una vez que me pasa esto, que baja ese concepto, el cuadro ya está pintado. Normalmente, tardo un año en pintar uno.

Además de artista plástica, Olmi es música, videoartista, performer, actriz y terapeuta. Nació en San Telmo, pero no siempre vivió aquí. A los 19 años, forzada por la dictadura, emigró y vivió entre Madrid –su base estable-, Los Ángeles, Italia y México. “En mi casa argentina se militaba mucho y yo, con 13, 14 años, participaba de esas reuniones politizadas. Recuerdo que los sábados a la tarde nos juntábamos con mi madre y sus amigas especialmente para leer fragmentos de La razón de mi vida. Era de los pocos momentos que yo compartía con mi madre, porque ella estudiaba, trabajaba y militaba. Era un hermoso momento”, evoca Olmi, entonces estudiante secundaria e integrante de la Juventud Peronista. “Cuando me fui del país tenía 19 años y tuve que cortar con todo aquello que me había hecho tan feliz, para adaptarme a una España donde no conocía a nadie. Era la etapa post franquista, plena movida madrileña. Armé una banda de rock, y me dediqué a cantar por los pueblos. Después me contrató Jorge Álvarez para diseñar tapas de discos en la CBS”.

Tras crecer y desarrollarse en todas las ramas del arte que cultiva, Marina volvió a la Argentina en 2011. Dice que al llegar se encontró con un país hermoso, sobre todo por quienes gobernaban en aquel momento. “Ya en Madrid había empezado a escuchar los discursos de Néstor y de Cristina y me enamoré de ambos. Además, ya tenía hijos y no le encontraba el sentido a vivir en esa España globalizada que no me hacía feliz”. La primera oportunidad laboral que se le presentó al llegar a su tierra fue precisamente pintar a Eva, en una muestra cuyo nombre fue “El humor alarga la mirada de la inteligencia”. “Me lo propusieron del Museo Evita y cuando me la puse a pintar el desafío fue hermoso, porque me volvió a conectar con lo que había dejado cuando me fui. Fue como volver a los 17 años y conectar con la militancia, en un contexto incluso mejor, porque entonces había una democracia en la que se podía volver a vivir feliz. Cristina es una genia absoluta… como dije de Perón y Evita, es una habitante del futuro. Es más, en este país, para mí, no existe un pensamiento político serio y comprometido por fuera del peronismo”.

En mayo de 2018, tras los elogios que habían cosechado sus cuadros, presentó la muestra antedicha en el Centro Cultural Caras y Caretas. En ella expuso varias Evas en clave de estética realista, al acrílico y al óleo sobre lienzo. Hay una Eva bella y sonriente, cocinando pastas, bajo un delantal a usanza de los cuarenta. Hay otra virginalmente desnuda, en un jardín florido, rodeada por ocho ángeles alados. Y son todas sin odios, sin nervios, transformadas en amor, en luz, en lo que Eva en el fondo era y deseaba para los demás: el buen vivir. “Ella fue la que me dio fuerza y permiso, porque yo empecé a hablar con ella”, asegura Olmi.

-¿Hablar cómo, en qué plano?

-Cuando la empecé a pintar, empecé a hablar con Eva como quien habla con una madre muerta. Empecé a preguntarle cosas como “¿está bien que haga esto, Eva? ¿Está bien que te pinte desnuda? ¿Te gusta que te haga en el Renacimiento?, porque me parece que sos una habitante de todas las épocas, y tu mensaje es tan revolucionario como el de Jesús, o el del Che Guevara”. En fin, mi Eva es la que vuelve habiendo comprendido su destino y su misión, por eso su risa, por eso sus guiños, y su mirada. Por eso el amor”, enfatiza la hermana del actor Boy Olmi.

-El amor como disparador, como principio motor de la obra. ¿Qué más?

-Soy una convencida que el amor es lo único que transforma, porque es lo opuesto al miedo. El amor es la materia prima por donde entra el miedo disfrazado de varias cosas. Entra la confusión a nuestra cabeza y de allí construye emociones y creencias que impiden reconocerte a vos mismo. Bueno, y después me interesa la vida, me interesa la justicia, me interesa que la gente sea feliz. Me gustaría transformar este mundo en un mundo coherente, en el que sea saludable vivir en armonía, en paz y con justicia. Desde acá me muevo, no desde las ganas de pelear. No pierdo tiempo en odiar, porque reconozco que cuando me pongo en ese modo estoy llenando de humo mi alma. Y me identifico con Eva, porque mi pelea es por algo que me marcó… eso de que lo único que transforma es el amor. Peleo desde ahí, aunque me muera de dolor, o de soledad. Esto te hace vibrar en la secuencia más sana que existe, porque tengo vínculos con el amor colectivo… es por eso que no puedo ser otra cosa que peronista.

 

Regalos para Lula

El pasado 11 de diciembre, Cristina Fernández le regaló un cuadro a Lula da Silva, durante el emotivo encuentro que ambos mantuvieron en Mercedes, tras los festejos por el Día de la Democracia. No era otro que El aro de la abundancia, pero con el enterito de Eva en blanco y rojo, y los colores de la bandera de Brasil como fondo. “Cuando Cristina vio por primera vez mis cuadros, no me pidió una de las Evas, sino otros dos que había hecho en España. Uno que se llama Hombre nuevo, y otra llamada La luchadora; ella ya conocía de mis cuadros mucho antes”, refresca Olmi, que retrató a la actual vicepresidenta junto a Evita, remando juntas en bote sobre las aguas del Río de la Plata. “Le puse Amigas remando y, claro, se lo regalé a ella. Fui a la Casa Rosada con una carta, y lo entregué. Es otra historia muy hermosa porque para mí, como dije, ella es una genia”. Tales obras forman parte de un acervo pictórico personal, en que también se destacan El camino de uno mismo, trabajo basado en sus visitas a las catedrales de Chartres y Normandía, y Cine para sordos

 

"La pinto como quiero"

En consonancia estética y política con el motivo de la exposición en el CCK, Marina Olmi dará un taller gratuito. Se trata de un encuentro abierto para personas de entre 6 y 99 años, cuyo nombre sintetiza perfecto la intención: La pinto como quiero. El taller tendrá lugar el sábado 12 de marzo en el restaurante del Museo Evita (Lafinur y Gutiérrez), entre las 17 y las 19 horas. “La idea es entregarle una obra delineada en blanco y negro a cada participante para que, con absoluta libertad, cada quien la pinte como quiera, y se la lleve a su casa. Va a ser un taller hermoso, una fiesta, porque cada uno se pintará su Eva”, se entusiasma la artista.

 

-Además, la interacción con la gente, ¿no? ¿Lo disfrutás? ¿Sos sociable?
-Me encanta. Durante la pandemia, tras entrar en pánico por el impedimento de exponer, me puse a vender posters en mi casa. La verdad es que no gané mucha guita con esto, pero me mantuvo viva, porque el intercambio energético con la gente, esa cosa de ayuda mutua, me hizo sentir que lo que hago sirve para algo, y esto no tiene precio.