Uno de los grandes méritos intelectuales de la obra de mi querido Ernesto Laclau y su hipótesis populista es que, a diferencia de las tradiciones revolucionarias de los 70 que consideraban a la democracia una problemática liberal y burguesa, él la situó en el centro de la escena de lo nacional-popular. Como buen gramsciano que era, sabía que una batalla política se gana cuando se gana antes la batalla cultural.
A diferencia del denominado "marxismo occidental clásico", que renegó de los aspectos opacos y contradictorios de la condición humana, razón por la que no pudo hacer suya una teoría del sujeto, Laclau supo, peronismo mediante, que sin las complejas sensibilidades populares, sus demandas heterogéneas de justicia popular y su imaginación cultural, no era posible construir un bloque hegemónico transformador.
Todos estos diferentes registros fueron posibles considerando que la articulación de los mismos no solo dependían de la democracia, sino que constituían una radicalización de la misma.
El kirchnerismo, durante sus dos gobiernos, constituyó una prueba definitiva de este asunto. No sólo se caracterizó por ser un movimiento popular peronista en el plano de la distribución del ingreso y la justicia social, también constituyó a partir de su ejemplar política de memoria, verdad y justicia una nueva superficie de inscripción para que distintas prácticas emancipatorias de la época tomaran su forma pertinente.
El kirchnerismo entre muchas cosas es también, y de un modo esencial, el lugar donde pudieron ser planteados el matrimonio igualitario, las luchas feministas, la ley del aborto y especialmente su vertiente más democrática: La Patria es el otro.
¿Se puede olvidar todo esto en nombre de un análisis geopolítico? Sí y no.
Sí, porque los Estados Unidos y la Otan son nuestros enemigos históricos y esta es siempre una señal de alerta. No, porque tenemos una historia suficientemente digna para permanecer bajo la ética de nuestro legado histórico. Y por esto estaríamos en condiciones de ser menos apresurados cuando el "enemigo de nuestro enemigo" realiza una expansión bélica imperial, que en su verdad efectiva es bastante probable que termine aumentando el poder de los dispositivos de dominación del capitalismo mundial.
En el tiempo de la mundialización del capitalismo, las guerras, las catástrofes, los grandes sismos que hacen temblar al planeta, siempre son los mismos los que pagan con sus vidas expuestas.
Tal vez algún día sean ellos quienes emerjan como los verdaderos sujetos de la emancipación de esta barbarie.