"Yo me convertí en Hebe de Bonafini el día que se llevaron a mi hijo Jorge. Ese día salí a la calle y ya nunca volví a mi casa a ser la de antes". La presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo ubica con claridad ese momento transformador en su historia personal, y en la historia de un país: el pasaje de Kika a Hebe. De la madre de familia "de casa adentro" en La Plata, a la Madre de la Plaza, símbolo de un movimiento que cimentó la democracia en la Argentina, emblema de la lucha por los derechos humanos en el mundo entero. Es esa sorprendente transformación de la maternidad, desde sus ribetes personales hasta la dimensión política que alcanzó, la que revela Los caminos de la vida, el libro que publicó Editorial Octubre. Una "biografía fotográfica" escrita por Ulises Gorini, que increíblemente logra abrir aspectos poco conocidos de la vida de quien ha sido, como observa el autor (ver aparte), una de las personalidades más fotografiadas de la historia argentina.  

"A los 48 años Kika renace en Hebe. Se convierte en una Madre de Plaza de Mayo. Poco a poco se despliega lúcida, avasallante, irreverente, provocadora, justiciera, a veces arbitraria", escribe la directora de Página/12, Nora Veiras. "Este libro da testimonio de la reconstrucción de Hebe. Ella guarda todo y ese todo permite revivir en sus fotos todas las  caras de esta mujer incansable, que no se amedrenta ante nada y goza de la vida encendida cada día en nuevos proyectos. Sus hijos parieron una revolucionaria".

Paco y Pepa, Jorge y Raúl, lo spadres y los hijos de Kika.

 

Los caminos de la vida

En Los caminos de la vida --Hebe siempre se sintió identificada con la letra de esta canción de Omar Geles, versionada por Vicentico-- se despliega una sorprendente cantidad de fotografías de su infancia, incluso poco habitual para una familia humilde del barrio El Dique en esa época. La circunstancial llegada de una cámara a la familia sumó registros a los clásicos "de estudio", de la infancia y juventud, de momentos familiares con la abuela Catita, el papá Paco, la mamá Pepa. Y están las fotos de Jorge y Raúl, esos hijos a los que Hebe, en su idea de "socializar la maternidad", ha nombrado siempre como "los 30 mil". Con ellos, cuenta, sigue conversando cada mañana y cada noche de su vida, porque hay una pregunta que se mantiene como un norte ante cada circunstancia: ¿qué hubieran hecho ellos?

Ahora que la pandemia ha cedido, las Madres pueden volver físicamente a la Plaza --durante el aislamiento Hebe supo "convertir su cocina en la Plaza"--, y eso la tiene contenta. También la aparición de este libro, del que valora "la ternura con que está escrito". Sueña con que lo compren los sindicatos, "que lo puedan leer los trabajadores, los jóvenes, que circule, que se debata". Tuvo hace poco una de sus largas charlas telefónicas con el Papa Francisco, la reconforta hablar cada tanto con quien considera "un amigo". Otras cosas la enojan, suma críticas llanas, contundentes: "lo del arreglo con el Fondo no les creo nada, nos están enroscando la víbora. Si vos tenés una deuda en el almacén, ¿vas a pedir más fiado para pagar el fiado? Lo único claro es que el ajuste lo pagan siempre los de abajo. Y que el kilo de pan no puede valer 300 pesos". 

Kika con su abuela materna, Catita.

 

La ternura y la lucha

Ternura, amor, serán palabras que Hebe repetirá en la entrevista al recibir a Página/12 en la Casa de las Madres, frente a la Plaza de los dos Congresos. Repasa una tragedia personal que es la tragedia de un país, la lucha que la llevó a ese recorrido que sintetiza muy bien el libro, desde aquel cuaderno en el que fue escribiendo día por día cada gestión que hizo, cada puerta que golpeó en el primer mes de la desaparición de su primer hijo, hasta los encuentros con los grandes líderes mundiales. "Tuve una vida feliz", concluye sin dudar.  

"Mi vida siempre fue muy pública, yo nunca oculté nada, soy una persona que me gusta contar todo lo que me pasa. Como no voy a psicólogo ni psiquiatra, cuento todo. Y estoy siempre en la calle", sonríe Hebe. "Con el libro me pasó algo especial. Yo sabía que Ulises estaba escribiendo, pero nunca me imaginé tanta ternura mezclada con las fotos. En el libro se ve el amor que han puesto para hacerlo, y la ternura al escribirlo. Y no es fácil eso con una vida tan golpeada; se cuentan cosas muy trágicas, pero no está eso resaltado en el libro. Lo central es cómo uno convierte el dolor en lucha, y la lucha en un modo de transformar la realidad que te toca. Es una tragedia que las Madres convertimos en amor y en lucha, y eso en el libro está muy claro. Me emocionó muchísimo".

--¿Por qué Hebe de Bonafini tuvo una vida feliz? 

--No tengo para quejarme, fuera del horror de lo de mis hijos. Tuve eso, pero también tuve amor, me divertí, fui feliz. Muchos años fui muy feliz, plenamente. Y creo que después, con la elección que hice, y con la línea política que fui marcando en las Madres, hice algo que también me da felicidad, que es reivindicar a todos los desaparecidos y desaparecidas. No aceptar su muerte, darles vida, porque ellos me decían: mientras haya uno solo que levante nuestras banderas, vamos a estar vivos. Y yo pienso que eso está logrado. El no aceptar reparaciones económicas, no ponerle precio a la vida de los hijos. Y no aceptar cadáveres. No ponerle nombre a las fotos, todos representan a todos. Socializar la maternidad no es una cosa fácil, nos ha llevado muchas discusiones entre las Madres. Sacarles los nombres a las miles de fotos de pibes y pibas, es decir que hay otros miles que no están, de tanta gente que no denunció la desaparición de sus hijos. 

--Por eso es particularmente conmovedora la parte del libro en la que habla de sus hijos, como parte de su biografía. 

--Ellos siempre están. Todos los días hablo con ellos, no sé si será de chiflada. Hay gente que reza, a mí me gusta hablar con ellos todas las noches y todas las mañanas. Yo siento que estoy iluminada por ellos, les pido que no me dejen equivocar. Porque a veces yo digo cosas y me quieren venir a explicar: no, eso no es tan así, esperá, no lo digas ahora... Y yo averiguo, tengo un buen plantel de compañeros y compañeras que me ayudan, porque me da miedo equivocarme. Por ellos y ellas. Si me equivoco y tengo que pedir disculpas, lo hago, como hice con Néstor. Pero resulta que después todas las cosas que digo, terminan siendo ciertas. Yo no preciso ninguna candidatura, la mejor me la dieron mis hijos, ser madre de revolucionarios. 

--¿Qué siente cuando ve, por ejemplo, el cuadernito en el que escribía cada cosa que hacía tras la desaparición de su primer hijo?

--Esa fue la locura mía el primer mes. Yo misma me impresiono cuando lo veo, ¿cómo pude haber hecho tantas cosas? El 8 de febrero de este año cumplí 45 años desde que salí a la calle, el día que desapareció mi hijo mayor. Y nunca más volví. Volví a la cocina, pero no a ser una ama de casa que lava y plancha. La casa es secundaria y la casa de las Madres es ahora mi casa. 

--¿Qué lugar ocupa la cocina en esa transformación?

--La cocina tiene mucho que ver con las Madres. Azucena (Villaflor) me decía: mirá gorda, si no conseguimos guita nos ponemos una restaurant, una parrilla, con eso sostenemos esto porque las dos sabemos cocinar. Ya era un paso. Después vino Cocinando política y que no se queme, muchas cosas vinculadas a la cocina. Ser una mujer de la casa y de la cocina y salir a hacer lo que hemos hecho, es algo que las Madres aprendimos a hacer haciendo. 

Las Madres reunidas con Raúl Alfonsín, a poco de ser electo presidente.

--Y usted, Hebe, ¿qué aprendió? 

--Todo lo que sé de política lo aprendí con mis hijos y lo aprendí con la lucha. Amo la política, me hizo mucho bien Néstor, cuando nos dijo que nosotras éramos sus madres, y nuestros hijos sus compañeros. Eso para nosotras fue como un premio, era verdad, pero no era fácil decirlo en ese momento. También Cristina, Chávez. Un día él me quería dar un premio y yo dije: no, de un milico yo no recibo premios, y me fui. Después él me llamó, me explicó cómo se hizo militar, y desde entonces fue una amistad entrañable. También hablo mucho con el Papa Francisco, cuando me llama me pongo muy contenta y hablamos mucho. 

--¿De qué hablan?

--Primero de política, yo le cuento cómo van las cosas en el país. ¡Y después de cosas de los viejos! Que nos duelen las rodillas, nos duele esto y aquello... Yo le hablo como a un amigo, le digo Francisco, lo tuteo. No puedo tratarlo de "Santo Padre, Su Santidad". El también es muy llano conmigo. Me reconforta sentirlo cerca, me anima mucho. 

En 2017, el Papa Francisco recibe a Hebe en el Vaticano.

 

--Este es un país que a veces desanima....

--Depende de cómo vos planteás tu vida. Si fuera por desanimarnos... si vos tenés una mesa larga llena de gente y un día no la tenés más... Eso yo lo pienso a veces cuando miro la mesa de mi casa: ¡pensar que esto estaba tan, tan lleno siempre! Pero no me desanimo porque siento una gran responsabilidad. Por ellos y por ellas. Y por los que están, que también esperan mucho.

 

Hebe de Bonafini y Ulises Gorini. Imagen: Guadalupe Lombardo.

Una vida múltiple

"La vida de Hebe es un desafío múltiple, la suya es una personalidad muy compleja, un discurso a veces tierno, a veces terriblemente violento", describe Ulises Gorini a Hebe de Bonafini. "No puede ser de otro modo, su figura emerge de una de las tragedias más grandes de la historia argentina y que ella sin embargo resignifica de un modo paradójico. Al punto de que llama la atención su ternura o su alegría en medio de la Plaza, en un momento en que está reivindicando la lucha de los hijos, denunciando la dictadura, los horrores del pasado o del presente".

El trabajo minucioso del periodista y escritor para esta biografía llevó más de dos años. "¡Ulises llega a tu casa y se lleva todas las fotos, todos los papelitos! ¡Es un peligro!", lo carga Hebe. "No es una biografía en el sentido tradicional, es una investigación fotográfica que trata de poner en relación todas esas imágenes", aclara él. 

"Hasta sus casi cincuenta años, Hebe era una madre de una familia que se había construido con valores muy distintos a los que asumiría después. La suya es una familia muy humilde que crece en paralelo al surgimiento del Estado de bienestar en Argentina, sus hijos llegan a una escuela de elite como el Nacional de la Plata o la Universidad de La Plata", analiza. "Y de golpe esa familia es exterminada, al mismo tiempo que se produce la crisis de ese Estado de bienestar que le dio surgimiento. El misterio para el biógrafo es ver cómo de esa destrucción nace una nueva subjetividad. Cómo esa mujer que había sido criada con la idea de la maternidad como misión suprema, termina cuestionado esa forma de maternidad para reformularla, socializarla". 

Manifestación de las Madres frente a la Catedral, en 1989.

* Los caminos de la vida se consigue en las librerías Caras y Caretas (Junín 365 en Caba, Av. del Libertador 1105 en Vicente López), y en otras como Antígona, Cúspide, Galerna, Gandhi, Hernández. También se hacen pedidos por WhatsApp al 11 6184 8130, con despacho a todo el país y envíos gratis en Caba.