La decisión de distintas plataformas de Silicon Valley de bloquear a medios estatales rusos como Sputnik o RT, de etiquetar como "Medios afiliados al gobierno, Rusia" a periodistas que trabajan eventualmente para estos o limitar la circulación de sus posteos, es otra prueba más de que las redes sociales están lejos del ideal democratizador que se les atribuyó en sus comienzos. Si el sueño de internet era que todos podríamos hacer conocer la realidad directamente, sin intermediarios, la actualidad muestra que actúan como censores a escala global, simplemente retocando sus algoritmos y sin los procedimientos que permitirían justificar ese tipo de decisiones.
"La decisión es muy problemática", explica Martín Becerra, doctor en Comunicación y docente de las universidades de Buenos Aires y Quilmes. "Es posible que la desinformación tenga lugar en alguno de esos medios de comunicación, pero no necesariamente es la norma. Lo que deberían hacer sería, primero, probar caso por caso el involucramiento indudable que podrían tener esos medios en esas campañas para después proceder a una medida sancionatoria. Y además deberían tener la misma política sancionatoria para todos los casos similares". Este mismo tipo de críticas realizó la Federación de Periodistas Europeos, que señaló que la censura no es el camino correcto, y pidió que se revea la medida.
Esta vez las plataformas de Silicon Valley tomaron medidas mucho más rápidamente que en en casos anteriores, cuando intervinieron para restringir o moderar información que ponía en riesgo elecciones e, incluso, vidas (como en el caso de los mensajes antivacunas). La ecuación que explica las diferencias tiene que ver, sobre todo, con cuánto afecta al negocio reducir mensajes atractivos (aun si son falsos o incentivan al odio), si es necesario contratar moderadores o si el costo político de no hacer nada sería demasiado alto. En este caso se suma el guiño a gobiernos que están buscando formas de regularlos. Queda claro que las plataformas no son meras "empresas tecnológicas" neutrales. "Las políticas de las plataformas digitales, hoy por hoy, está cada día más alineada con los intereses geopolíticos de las potencias occidentales", resume Becerra.
Qué pasó
En los últimos días la plataforma YouTube bloqueó los canales de medios estatales rusos como RT y Sputnik en Europa a pedido de varios países, aunque en el resto del mundo, como en Argentina, estos siguen disponibles. Mientras tanto, Facebook volvió a permitir posteos de la agrupación Azov, un grupo paramilitar previamente bloqueado por sus reivindicaciones del nazismo. La organización ahora es parte de la guardia nacional ucraniana y sus acciones militares pueden ser difundidas por la red, como se supo gracias a un memo filtrado a la prensa.
La decisión de Twitter de etiquetar a las cadenas estatales como "Medios afiliados al gobierno, Rusia", alcanzó incluso a periodistas que ocasionalmente trabajan para ellos. De esa manera todos los mensajes de los periodistas terminan asociados necesariamente a los intereses de un país en particular, sin importar que se trata de sus cuentas personales, como explicaba en un tuit Marco Teruggi, uno de los periodistas señalados.
¿Por qué si existen numerosos medios estatales, desde la BBC a la TV Pública, sólo se señala a algunos, deslegitimando así toda la información que proveen? "Estas plataformas tienen un doble estándar según quién sea el usuario, la cuenta o la organización y responden con celeridad en algunos casos mientras no lo hacen en otros", observa Becerra. "Hay medios gubernamentales como Radio Martí, del gobierno estadounidense, al que no le ponen la etiqueta ni le quitan visibilidad en Twitter. Entiendo que las medidas varían de acuerdo con la evaluación política."
Si las condiciones de financiamiento de un medio determinan la validez de sus discursos, ¿no sería necesario que los medios privados revelaran su distribución accionaria y vínculos con otras empresas? "Nosotros hemos hecho muchos trabajos a lo largo de los últimos veinte años sobre la estructura de propiedad de medios privados en América Latina, una región mucho más opaca en la transparencia de la estructura de propiedad que otras regiones del mundo", explica Becerra. "No basta la transparencia en la propiedad pero es un punto importante, es una condición necesaria para que la sociedad esté mejor informada, aunque no suficiente".
"La etiqueta que Twitter comenzó a aplicar a periodistas desde el lunes pasado es problemática por lo que significa esa marca, como un estigma para periodistas que trabajan para medios de comunicación de Rusia", explica Carolina Martínez Elebi, docente e investigadora en tecnología y derechos humanos. "Y además afecta su derecho a la libertad de expresión, porque desde la empresa han dicho que a las cuentas que han sido identificadas con esa etiqueta se les disminuye la visibilidad de sus publicaciones. Esto además sucede confundiendo a la persona, el periodista, con el medio de comunicación".
Grietas ensanchadas
La limitación en la diversidad de discursos polariza aún más un planeta atravesado por grietas. Si los algoritmos ya tienden a mostrarnos aquello con lo que estamos de acuerdo porque eso aumenta las ganancias, este tipo de censura va un paso más allá. Por ejemplo, Rusia, que ya cuenta con una internet bastante desconectada de Occidente, profundizó esta tendencia bloqueando el acceso a Facebook en su territorio, justamente, por violar las leyes federales al impedir el acceso a medios estatales. Luego prohibió el trabajo de medios como BBC, CNN entre otros y estos respondieron dejando de emitir en Rusia. Así es como los ciudadanos rusos también pierden la posibilidad de comprender una complejidad que requiere de la diversidad de voces y se pierde todo punto de contacto. Como dice Sandra Russo, "La realidad contiene una diversidad que al poder le repele". A cualquier poder.
"El discurso cándido de hace unos años sobre el rol inevitablemente democratizador de las plataformas, no se corresponde con la realidad. El ecosistema de plataformas con sus problemas, que son muchos, es distinto a los medios tradicionales: permite la interacción uno a uno, un ámbito de deliberación de información y de comunicaciones que los medios tradicionales, por su verticalidad, no podrían permitir", analiza Becerra. "Esas cualidades superadoras suelen generar expectativas de horizontalidad, democratización, capacidades dialógicas, no manipulación y neutralidad o asepsia, pero son ilusorias. Las plataformas son corporaciones que tienen líneas editoriales muy definidas, y en muchos casos atentan contra derechos fundamentales".