En dos años de pandemia, tres olas con sus picos, la situación sanitaria tiende a normalizar aunque el discurso oficial no baja la guardia. Rosario ha registrado más de 260.000 contagios desde entonces, 4.000 muertes, y hasta el jueves había 5.147 personas con la enfermedad en curso. Pero también hubo lecciones: la comparación entre los contagios y las defunciones en cada ola denota el acierto de la campaña de vacunación. También, que la sociedad en general desechó el discurso antivacuna y eligió la opción de salud, al Estado. Y la moraleja que obliga a poner en agenda una misión nada menor: profundizar el acceso de la población más vulnerable a la salud pública, con más servicios, especialidades y tecnología ya no en el hospital sino en el barrio mismo. De todo eso habló el secretario de Salud Pública municipal, Leonardo Caruana, con Rosario/12.
-¿Se puede pensar que lo peor de la pandemia ya pasó?
-Estamos en otro proceso, de transición hacia una etapa diferente. Tenemos que analizar, viendo los contextos internacionales, como lo hicimos anticipándonos a algunos escenarios por tener una foto previa según lo que pasaba en otros continentes. Atravesamos en enero la variante Omicron, casi igual que en el mundo. Una variante muy diferente en cuanto a pico de contagios, intensidad y en poner en tensión al sistema de salud, no internación pero sí atención ambulatoria, guardias, hisopados. Durante seis semanas tuvimos un contagio muy intenso, pero luego un descenso agudo, que defino una situación de transición hacia otro momento. El virus puede seguir mutando, porque hay continentes que no accedieron a vacunación. No podemos hablar de fin de pandemia, sí de otra etapa como ya las hubo. Con una cobertura alta de vacunación que nos muestra claramente que eso impacta en la evolución de la enfermedad. Los gráficos lo demuestran: los picos de contagio en olas anteriores con la mortalidad, y ahora en este tercer pico la mortalidad no tiene nada que ver. La vacunación y el cumplimiento de protocolos permiten esto y que el virus tenga otra evolución. En enero tuvimos 6 u 8 fallecidos, adultos mayores con factores de riesgo y un porcentaje importante que no estaba vacunado. El virus cambió desde el inicio, es más transmisible, menos agresivo. Pero no podemos predecir el final, los pronósticos ya se han desdibujado más de una vez.
-¿Cómo evalúa el desempeño del sistema de salud en pandemia y la articulación público privada?
-En Rosario ya tenemos una historia de articulación con el subsector privado, y una infraestructura pública donde abordamos la pandemia como abordamos el resto de los problemas de salud. Veíamos que en muchos lugares solo se hablaba de respiradores y terapias intensivas. Nosotros, aunque debíamos ampliar nuestra capacidad de terapia y de respiradores, pero también fue necesaria la presencia de los centros de salud en cada barrio, atendiendo a la población más vulnerable. Tener un sistema de salud pública que busca igualar en el acceso hace que la población más vulnerable tenga el centro de salud abierto desde el inicio. Por eso, cuando empezó la pandemia y decidimos vacunar con antigripal y llevarles medicamentos a los adultos mayores a domicilio empezaba una lógica de cuidado garantizando que la población que más necesite tenga el servicio más cercano. Aprendimos que tenemos que mejorar, el panorama global fue de gran compromiso de toda la infraestructura pública y una historia de articulación con el subsector privado que viene de antes de pandemia.
La pandemia tensionó el sistema, nos preocupó por momentos, cuando contábamos las camas disponibles con los dedos de las manos. La exigencia en las guardias, en los centros de salud, la capacidad del hospital Carrasco, el policlínico San Martín de transformarse en hospitales covid. Los equipos de salud que salieron a vacunar casa por casa sin necesitar de una resolución del secretario para salir a vacunar. Así lo percibieron y lo hicieron con gran compromiso. Y nadie quedó sin recibir atención.
La situación actual se logró gracias a la combinación de estrategias masivas como lo fue la Rural, los distritos, el cine Lumiere, pero acompañadas de pensar la vacunación como un hecho más del trabajo en salud, con los 50 centros de salud vacunando todos los días e incluso puerta a puerta, cuando se detectó que había 20 mil pacientes de centros de salud que no se habían vacunado. Eso es hacer que la salud sea inclusiva, cada centro de salud asumiendo la referencia en cada barrio, atendiendo su población, hisopar, seguir cada caso, los llamadores, los equipos, la potencia de una estrategia en atención primaria.
-¿Qué análisis le merece el comportamiento social ante la pandemia y cómo evolucionó su percepción de la pandemia?
-Hubo distintas etapas. Momentos de mucha confianza, otros donde la confianza en relación a lo que hay que hacer se debilita, disputas político partidarias, discursos que abonaron la discusión entre cuidados individuales, supuestas libertades versus derechos y cuidado colectivo. Trascendió la ciudad, fue algo del país. Se puso en tensión el uso de vacuna, del barbijo. Hubo momentos en que la percepción de muerte fue más cercana, guardar cuidado fue más importante que en otros momentos que eso se desdibujó. Hoy hay un desdibujamiento de los elementos de cuidado y es un error. Debemos sostener lo que aprendimos, que eso nos cuidó, no solo la vacuna sino el cumplimiento de protocolos, lavado de mano, barbijo. Fue clave y es clave que ahora que podemos hacer muchas cosas que antes no, las hagamos con esos cuidados.
Destaco, no obstante, que en general predominó la confianza en las políticas públicas, el Estado y las instituciones científicas en relación a la vacunación. Más allá de algunas definiciones individuales, ver en redes sociales movimientos anti vacunas. Ese discurso no fue colectivizado por la sociedad. La gente eligió vacunarse, y por eso tenemos estos indicadores sanitarios. Puede haber ruidos en las redes sociales, pero en concreto la sociedad eligió lo colectivo, al trabajador de salud pública, al profesor universitario, al investigador del Conicet, la confianza en el Estado.
-¿Cómo ha sido el ensamble con el aparato sanitario de la Provincia?
-Desde el primer día entablamos diálogo permanente, dejamos las diferencias para acordar los protocolos de trabajo. En una pandemia lo que más necesitamos es la coherencia entre protocolos nacionales, provinciales y locales, más allá de cómo piensa cada uno la salud pública. Rosario tiene una entidad tal que tiene diálogo directo con equipos de salud nacionales para fijar acuerdos y normas. Hemos articulado con el Ministerio desde el inicio, pero necesitamos de aquí a futuro sentarnos a discutir la salud pública en todas las dimensiones, ya no solo en vacunación, discutir procesos de trabajo, garantía de derechos, el perfil de los hospitales, las regionalizaciones maternas. Esos ejes deben volver a ser agenda del Ministerio de Salud de la provincia.
-¿Qué falencias quedaron al descubierto?
-Fue una situación que no conocíamos, muy distinta a la Gripe A. Por eso fue bueno revisar protocolos, organización del sistema. Cuando decíamos ampliar las camas de terapia es eso y además todo el soporte logístico, de oxígeno, de tecnología y en eso nos encontró la pandemia. Un trabajo que hubo que hacer en ese momento. Por otro lado, es necesario seguir profundizando el sistema de salud en cuanto acercarle mucho más los servicios adonde la gente vive. Estamos discutiendo la territorialidad, ya no solo del médico clínico sino que la tecnología, la crisis del transporte, la sala de espera concurrida, esto ya no es posible y entonces tenemos que llegar con el ecógrafo, el especialista, el interconsultor que hoy está en el Cemar o los hospitales, esté más cerca de los barrios donde las necesidades son mayores. Es inversión pero también redefinición de lugares de trabajo, para tratar de evitar que la gente circule y dé vueltas por distintos lugares de la red. Eso es otra cosa que la pandemia dejó en evidencia.
-Qué hay de toda la agenda de salud que quedó postergada por la emergencia sanitaria?
-Por eso desde el inicio dijimos sectores covid y sectores no covid, centros de salud abiertos, porque había controles que no podían postergarse, pero sí lamentablemente hubo problemas de salud postergados, lo reprogramable. Esto es lo que hoy estamos retomando, listas de espera... por ejemplo, el cáncer de colon no bajó, lo que bajó fue el control, entonces posiblemente tengamos patologías más evolucionadas por el tiempo transcurrido, pacientes con litiasis vesicular con atraso en la cirugía, la reconstrucción de tránsito intestinal en lista de espera, los severos problemas de salud mental, depresiones, el impacto emocional en las familias por la pérdida de un familiar, también son situaciones que la pandemia nos deja. Hubo un impacto por la expectativa de la gente de estar casi saliendo en diciembre y en enero encontrándonos en otra crisis de fallecimientos, pérdidas laborales, dificultades económicas. Eso también trae trastornos subjetivos que hay que abordar. Retomar la agenda de los controles de salud, en eso estamos.