Hace 40 años Ferro era uno de los mejores equipos del fútbol argentino. En 1982 lograba su primer título en primera división: el Nacional. En la final empató 0-0 con Quilmes en el Sur, y le ganó en Caballito 2-0. Pero antes, en el '81, había sido subcampeón del Boca de Maradona y Brindisi -entre otras figuras-, tras una definición emocionante como pocas; la del Metropolitano. Luego, en el Nacional, fue segundo del River dirigido por Di Stéfano, que contaba con Fillol, Tarantini, Passarella, Merlo y Kempes. Nada menos.
Aquel Ferro era dirigido por Carlos Griguol, que había armado un equipo sin estrellas. Griguol llegó al club a instancias de León Najnudel, símbolo del básquet argentino y de Ferro. Antes de pelearle el torneo a Boca, Griguol estuvo a punto de ser despedido. Lo salvaron un par de resultados. E hizo escuela en el club. En el '84 Ferro fue campeón de otro Nacional. Su segundo fue River, que tres años después, y tras el ciclo de Héctor Veira, se llevaría a Griguol como técnico. En esa final ganó 3-0 en el Monumental y 1-0 en Caballito. Eran tiempos convulsionados para el país. El primer título de Ferro se gestó durante la guerra de Malvinas, y se consiguió en medio del Mundial de España. El segundo, con la democracia recién iniciada y mucha esperanza social.
No sólo del fútbol vivía el club, que era un modelo. 50 mil socios. Le iba bien en todos los deportes. Básquet, tenis, vóley (con Julio Velasco como entrenador), atletismo. Sus deportistas competían en el extranjero y volvían con medallas. La colonia de vacaciones era el anhelo de los chicos de la zona y alrededores. Entre ellos estaba Pablo Abiad, quien cuenta aquellos tiempos en su reciente libro Juega Ferro (Planeta).
Periodista, Abiad recorre su propia historia y la del barrio. Se junta con testigos de hechos anteriores a su nacimiento para consultar sobre Ferro. Va y viene en el tiempo. Arma y desarma historias. Describe ídolos y cuenta su experiencia con amigos e hijos para ver al equipo en las buenas y en las malas. En Caballito y en otros puntos del país. En la A y en el ascenso.
Cómo no aferrarse, entonces, a los años '80, si coincidieron con su infancia y adolescencia, momentos en los que tal vez el fútbol es lo más importante que tenemos los futboleros.
“El Ferro de los años 80 es el Ferro que yo viví. Juega Ferro es mi propia historia”, escribe Abiad. Pero Ferro -y Abiad, claro- tuvo la particularidad de ir más allá del fútbol. También fue particular que desde la decadencia de su fútbol decayó el club. Fue en los '90, después de que Griguol terminase su segundo ciclo como técnico. Los resultados ya no acompañaron. Vino el descenso de categoría. Pero también se apagó el fulgor ochentoso. Su presidente icónico, Santiago Leyden, se fue en 1993 tras haber ocupado el puesto desde 1964. Volvió en el '99 pero no fue lo mismo. Menos socios, deudas, pedidos de quiebra. Gerenciamiento encubierto, maniobras ilegales con dirigentes denunciados.
Abiad ironiza con las cargadas por su condición de hincha de un equipo señalado como “chico”. “¿Sos de Ferro y de cuál más?”, le suelen chicanear. Lo mismo cuando se junta con otro hincha de Ferro y un tercero ajeno les suelta “se juntó la hinchada completa”.
En su intento por atrapar el pasado, Abiad viaja a Córdoba para conocer los orígenes de Griguol. Se junta con un coleccionista de figuritas. Vuelve a sus veranos de colonia, Vacaciones Alegres. Recuerda el estadio como escenario de recitales (Mercedes Sosa, The Cure, Charly García). Muestra una foto del tal vez hincha más conocido, el actor Rolo Puente, padre de Mariano, guitarrista de Babasónicos. Se junta con Alberto Márcico en una heladería para recriminarle, de manera amistosa, el poco reconocimiento que tuvo para con Ferro, luego de irse a otros clubes.
Aquel Ferro tuvo una competencia inolvidable. El Estudiantes de Bilardo, los mencionados River y Boca, el San Lorenzo que regresó de la B, el Argentinos de Yudica que llegó a la Intercontinental, y el Independiente de Pastoriza y Bochini que ganó todo y al que Abiad refiere como “el equipo de Grondona”. Ese Independiente fue, justamente, el que le dio un cachetazo cuando lo goleó 5-0 una tarde de 1982, en Avellaneda, y le cortó un invicto de 28 fechas.
Abiad nos hace entender, en tiempos en que abundan los grandes capitales y sólo parecen servir las victorias, la importancia de los clubes deportivos en las sociedades en general. Por eso, Juega Ferro no es solamente un libro para los hinchas de Ferro. Es un libro para los que aman a un club. Y es un libro para que se entienda porque hay cosas que jamás podrán privatizarse.