“Es difícil creer que tu incapacidad patológica para tomar una decisión finalmente valió la pena”. La frase pertenece a Silicon Valley, la abrasiva comedia que desmenuzó la estructura del polo tecnológico y a sus actores principales: gente con un coeficiente intelectual altísimo, millonarios consagrados y posibles dominadores globales que no pudieron resolver sus problemas para la interacción social. Todo eso también es aplicable a The Dropout (la semana pasada Star+ estrenó los primeros tres episodios sobre un total de ocho capítulos), la miniserie basada en la vida y obra de Elizabeth Holmes y su compañía. Ella era la jinete de ese unicornio tecnológico llamado Theranos que resultó ser una estafa monumental. El caso, que según The New York Times, simboliza la cultura de trampa, hype y avaricia propia de ese enclave.
El ascenso estratosférico y la caída meteórica son compartidos por la empresa y el personaje encarnado por Amanda Seyfried. Una chica que en su adolescencia tenía en su cuarto un poster de Steve Jobs, citaba frases de Yoda (“hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”) y ambicionaba tener una idea que alterara el curso de las cosas. En su caso era transformar la industria médica a partir de una máquina de análisis de sangre barata, compacta y, lo más relevante, que sólo necesitaba de una gota para hacer su trabajo. Spoiler: la historia real no terminó bien para Holmes. A comienzos de siglo, y con poco más de 20 años, la joven se convirtió en la “multimillonaria más joven del mundo” gracias a su proyecto. Su artilugio era demasiado fascinante como para no conseguir apoyo de peces gordos. El punto es que su prototipo nunca funcionó, falseó datos, enfrentó un juicio por fraude, y espera una condena que sería ejemplar.
“¡Voy a cambiar el mundo!”, grita la CEO de Theranos mientras viaja borracha en un auto de lujo por las calles de Palo Alto al lograr financiamiento de seis ceros. “¿Qué intentarías hacer si supieras que vas a fallar?”, ensaya en otro momento su discurso con voz afectada. The Dropout tiene como protagonista exclusiva la chica que encandilaba a medios como Forbes, Ted y Fortune con su relato. Abandonó su carrera en la universidad de Standford, fundó su compañía a los 19 años y poco después se codeaba con Henry Kissinger y Bill Clinton. El drama busca responder las preguntas sobre la persona detrás de esa fachada. ¿Quién es esa chica torpe y desalmada? ¿una inadaptada social y un tubo de ensayo vacío lleno de promesas de “emprendedurismo”? ¿Una fan de Apple que fue demasiado lejos con su megalomanía? La personificación de Seyfried, ensayando su voz grave antes de un speech, logra dar con un personaje siempre al límite del colapso nervioso. Un poco como la charlatana de Inventing Anna pero con un mantra ensamblado en la meca tecnológica.
“Creí en ella. Miraba en sus ojos y pensé que podía ver el futuro”, dice el bioquímico Ian Gibbons (un enorme Stephen Fry). Otras piezas relevantes en este caso son su novio y socio Sunny Balwani (Naveen Andrews de Lost), el magnate de las patentes Richard Fuisz (William H. Macy) y Phyllis Gardner (Laurie Metcalf), la profesora de medicina y una de las primeras en mostrarse escéptica con Holmes. The Dropout indaga, por otro lado, en el culto hacia los fundadores de empresas techie y su modelo de negocios. La serie, basada en un podcast y creada por Liz Meriwether (New Girl) no está sola en su apuesta. HBO ya le dedicó un documental (The Inventor: Out for Blood in Silicon Valley) y Jennifer Lawrence protagonizará su la misma historia en un largometraje de Adam McKay. En algunas semanas llegarán WeCrashed y Super Pumped: The Battle for Uber, otras entregas acerca sobre compañías de crecimiento estratosférico, egos desmedidos, nerds que se vuelven matones y el evangelio de las startup. La historia de Theranos y Holmes, cabe decir, arrancó primera.